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Los grillos se alimentan de oscuridad: José Emilio Pacheco

A cuatro años de su muerte justo este 26 de enero, José Emilio Pacheco es tendencia en las redes sociales por su inmensa obra literaria que abarcó todos los géneros, de manera destacada la poesía, la novela corta y el ensayo; recibió premios nacionales e internacionales, fue un poeta de lo cotidiano, la sencillez de las cosas en sus letras cobra otra dimensión.

Esta es la biografía del escritor mexicano escrita por el portal www.cervantes.es

José Emilio Pacheco Berny (Ciudad de México, 30 de junio de 1939 – Ciudad de México, 26 de enero de 2014). Poeta, narrador, ensayista y traductor, ha sido uno de los escritores más importantes de la literatura mexicana del siglo XX.

Estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde inició sus actividades literarias en revistas estudiantiles. Colaboró en el suplemento Ramas Nuevas de la revista Estaciones, y fue jefe de redacción del suplemento México en la Cultura. Fue profesor en universidades de México, Estados Unidos, Canadá e Inglaterra.

Su obra poética, caracterizada por la depuración extrema de elementos ornamentales, destaca por su compromiso social con su país. Temas como el paso del tiempo, la vida o la muerte vertebran su obra. De su poesía destacan Los elementos de la noche (1963), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), Los trabajos del mar (1984), Miro la tierra (1986) y Ciudad de la memoria (1989).

Su obra narrativa destaca por la experimentación en nuevas estructuras y técnicas narrativas. Temas como la pérdida y singularidad de la niñez, así como la relaciones afectivas son recurrentes en su obra, aspectos todos ellos enmascarados por su preocupación social e histórica de México. Como narrador destacan sus relatos El viento distante (1963), El principio del placer (1972), La sombra de la Medusa y otros cuentos marginales (1990) y la novela Morirás lejos (1967) y Las batallas del desierto (1981). Sus artículos y ensayos son numerosos y casi todos versan sobre literatura, aunque también abordan asuntos políticos y sociales. Destaca también su labor como editor y traductor.

Entre los galardones otorgados destacan los premios Magda Donato (1967), Xavier Urrutia (1973), Premio Nacional de Periodismo (1990), Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de la lingüística y literatura (1992), Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2009) y el Premio Miguel de Cervantes (2009).

Es miembro de El Colegio Nacional (México) desde 1986 y profesor distinguido en el Departamento de Español de la Universidad de Maryland.

El escritor José Emilio Pacheco, premio Cervantes 2009, depositó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado que permanecerá guardado hasta el 21 de abril del 2110. Es una de las personalidades que deja un objeto personal en la antigua cámara acorazada de la sede central del Instituto.

Ver la luz
¿Qué se verá originalmente en el útero?
Acaso nada resulte claro.
Somos como otros peces que han nacido del agua,
Totalidad de su visión.

Para hablar del nacer
decimos siempre:
«Vio la luz» o bien: «abrió los ojos».
Somos sujeto y objeto
De esa luz que dibuja la realidad
Y nos obliga a inventarla.

Y por ello al final todo se apaga.
Entre la sombra sólo queda espacio
Para los cirios funerales:
última luz que siempre abre camino
A las tinieblas del origen.

College Park, Maryland 
Esas frondas también dicen adiós.
Las estremece un viento que llega ileso
Desde el pasado en este mismo instante.

El mañana

A los veinte años nos dijeron: “hay

Que sacrificarse por el mañana”.

Y ofrendamos la vida en el altar

Del dios que nunca llega.

Me gustaría encontrarme ya al final

Con los viejos maestros de aquel tiempo.

Tendrían que decirme si de verdad

Todo este horror de ahora era el mañana.

Ruido

Los grillos se alimentan de oscuridad.

Nadie sabe

De qué se trata su rumor incesante.

Acaso se interrogan sobre otro enigma:

Qué pretendemos decirnos

Con el ruido de nuestras bocas.

 

El vencedor

El primer hombre al que maté

Cayó en Tolemaida.

Trató de protegerse con el escudo

Pero mi lanza fue más rápida.

Se tambaleó, vomitó sangre

Y me miró,

Me miró en silencio.

Me dejó a solas con mi triunfo y su muerte.

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