Desde hace 28 años se comenzó a usar maíz transgénico o genéticamente modificado para alimentar al ser humano, y la evidencia científica de alto nivel de calidad señala que ningún daño a la salud ha podido demostrarse por consumirlo, afirmó la Doctora (Dra.) Ruth Pedroza Islas, académica del Programa de Ingeniería de Alimentos de la Universidad Iberoamericana (IBERO).
Prensa IBERO dialogó con la especialista en ciencia y tecnología de los alimentos de esta casa de estudios, a raíz de que el año pasado México prohibió el maíz transgénico para consumo humano, aunque el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (EU) confirmó el pasado viernes 22 de marzo ventas recientes de 263 mil toneladas de este grano a México.
La Dra. Pedroza Islas señaló que, en países como México, donde más de la mitad de la población está en pobreza, se necesitan cultivos que produzcan más toneladas de alimento por hectárea, pues como país no hemos sido autosuficientes, dado que hoy en día somos el importador número uno en el mundo de maíz amarillo, el cual se compra a EU, Argentina, Canadá y Brasil.
“La ciencia no es de creencias. Repetimos rumores porque renunciamos a razonar, no nos informamos en fuentes adecuadas. La naturaleza ha sido la manipuladora de genes más importante. ¿Y qué hace el hombre?, la copia. El maíz original era un pasto y hoy tenemos mazorcas. Las variedades de maíz necesitan herramientas para sobrevivir y las desarrollan a partir de modificaciones genéticas”, asentó.
Indicó que antes de que existiera la biotecnología, el hombre del neolítico intervino en este proceso cuando inventó la agricultura, y acabó con la biodiversidad de estos pastos, porque seleccionó los granos del maíz que le dieran alimento para comer y sobrevivir, por lo que es un mito que los cultivos genéticamente modificados sean un problema.
Refirió que quienes defienden el uso de cultivos de maíz originario, con el conocimiento que obtuvieron de sus ancestros, hacen mezclas de granos y seleccionan las semillas que les dieron mejores plantas, las cuales son más resistentes a las plagas, pero este proceso es igualmente usado por quienes recurren a la tecnología para crear maíz transgénico.
Apuntó que para el año 2050, entre los objetivos de desarrollo sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se calcula que se necesita aumentar la producción agrícola casi en un 70%, y las variedades de maíz que den mejores rendimientos de toneladas por hectárea podrán satisfacer mejor la demanda de alimentos en el mundo.
“Trabajé en los años 70 en el programa agrícola de mejoramiento genético del maíz y trigo, a través de cruzas manuales, como lo hacen en el campo quienes cultivan los granos ancestrales. Se frotan las floraciones, porque ahí está el material genético, y uno espera a que se generen las mazorcas, uno va seleccionando las plantas”, acotó.
Explicó que de esta forma se separaban las variedades de maíz que iban a resistir las sequías, y en la actualidad esto ya se hace por medio de la ingeniería genética y la biotecnología, pues se conocen los genes codificados que consumen menos agua y resisten los ataques de insectos, es decir, el hombre hace este proceso más rápido.
“Desde que era muy joven se hablaba de la autosuficiencia alimentaria con Luis Echeverría. El extensionismo fue algo romántico, el capacitar a los agricultores para que tuvieran mejores técnicas de cultivo tampoco funcionó. Vienen los particulares a producir y dicen: ‘Nos están robando la tierra’. No hay ningún sustento científico respecto a que el maíz transgénico dañe la salud”, manifestó.
Con información de: Ibero