El América se adjudicó los dos clásicos de la semana. Ahora en la Perla Tapatía, como el pasado miércoles en el Estadio Azteca, fue claramente superior. El Guadalajara tuvo una primera mitad de angustia en donde se demolió toda su estrategia y no se pudo recuperar.
Si alguna vez Pepe Cardozo tuvo una pesadilla futbolística, esa debió ser similar al primer tiempo del Guadalajara, que vivió un apocalipsis circunstancial. Lo peor que le podía pasar al Rebaño era recibir gol de vestidor, y fue así; después se fue expulsado su hombre de equilibrio en el medio campo, Jesús Molina; y el desastre culminó con la salida de Alan Pulido por lesión, al minuto 41’.
Pero dicen que la suerte es de quien la construye, y los tapatíos edificaron un entorno adverso al entrar desconcentrados al campo y recibir el gol tempranero, tras una gran jugada por la banda derecha de Renato Ibarra, que culminó Nico Castillo con un cabezazo tiránico.
Ya con el ánimo desgastado, el Guadalajara intentó reaccionar a base de puro esfuerzo físico. Pero un equipo carente de idea ofensiva, difícilmente va a renovarse bajo las circunstancias mencionadas.
Con tranquilidad y sin deterioro, como lo hicieron a media semana en el duelo de Copa, los capitalinos duplicaron su ventaja al 50’ con un tiro de Andrés Ibargüen, que se le escurrió al guardameta Gudiño. Cardozo reaccionó con expresión de angustia, con poco que hacer para revertir el partido.
Con el segundo gol, el cuadro de Miguel Herrera bajó aún más sus revoluciones e incluso así tuvo opciones para golear por los espacios que comenzó a dejar el equipo de casa. El Guadalajara también lo intentó, y de esfuerzo poco se le puede reprochar. Al menos tuvo 10 minutos de mucho peligro en donde no supo concretar, insuficientes para ocultar sus carencias, en el que fue su cuarto partido de liga sin ganar.
Con información de: Excelsior