Mostrar al público una parte de la afanosa historia del monolito de la diosa Xochiquetzal: la cual pasó por el imperio de Maximiliano y los convulsos tiempos revolucionarios; por complejos traslados en carretas tiradas por bueyes a inicios del siglo XX; y que en un giro inesperado —producto de los sismos de 2017— le devuelve en préstamo indefinido a su lugar de origen, es el objetivo de la exposición Xochiquetzal. Una deidad de piedra en Xochicalco.
Exhibida en el Museo de Sitio de la Zona Arqueológica de Xochicalco, en Morelos, esta muestra temporal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), curada por la restauradora Elvira Pruneda Gallegos y por la museógrafa Enoé Mancisidor Pérez, es en esencia un acompañamiento a la Xochiquetzal y sus últimos 150 años.
Así lo explicó Elvira Pruneda, quien tras mencionar el simbolismo que Xochiquetzal tuvo en tiempos precortesianos como una deidad de la fertilidad, que permitía la germinación del maíz y las flores, refirió que la narrativa de la exposición parte de 1866.
En aquel año el ejército francés, “imbuido por la creencia de que estaba en el Egipto americano”, formó comisiones para recolectar piezas arqueológicas y realzar tanto al imperio de Maximiliano en México, como al de su orquestador, Napoleón III.
Entonces llegó a Xochicalco una expedición encabezada por el capitán Louis Doutrelaine y el arqueólogo Léon-Eugène Méhédin. Sin mayor cuidado, su tropa excavó en las estructuras antiguas en busca de ‘tesoros’, y en un intento de llevarse el monolito de Xochiquetzal, lo arrojaron de una calzada a otra de la urbe amurallada y escalonada.
Ante la dificultad de mover las 1.6 toneladas de la obra monolítica, los franceses la abandonaron en una calzada, donde quedó por décadas recostada. Allí, a la intemperie y quizá desde tiempos anteriores a 1866, pues se desconoce su ubicación original, la escultura —llamada popularmente la India o la Malinche— fue objeto de un muy particular peregrinaje.
“Las mujeres iban a pedirle que les tocara un buen marido que no fuera golpeador”, indicó Pruneda al precisar que fue hasta 1887, cuando el antropólogo Eduard Seler visitó Xochicalco, leyó los símbolos inscritos en la escultura, e identificó en ella a Xochiquetzal.
Detalló que un nuevo traslado de la pieza ocurrió a finales del siglo XIX, cuando ante el intento del arqueólogo Leopoldo Batres de llevarla al Salón de Monolitos del Museo Nacional, los pobladores de Tetlama la resguardaron dentro de su parroquia.
“En 1910, con motivo de las fiestas del Centenario de la Independencia de México, Batres solicitó de nuevo permiso a las comunidades, mismas que accedieron a cambio de que se les permitiera sembrar en las áreas aledañas a la zona arqueológica, sin embargo, la Revolución anuló este proceso”.
La restauradora añadió que un traslado posterior, hecho en 1930, llevó la escultura en una carreta tirada por bueyes al pueblo de Temixco, y de allí a Cuernavaca, donde fue colocada en el segundo nivel del Palacio de Cortés cuando todavía era usado como oficina de gobierno; más tarde, en los años 70, al convertirse en el Museo Regional Cuauhnáhuac, se optó por bajar el monolito y ubicarlo como pieza central de la Sala Xochicalco.
Pruneda Gallegos destacó que el más reciente ‘movimiento’ de la diosa ocurrió en 2018, cuando viajó al Museo Nacional de Antropología para encabezar la exposición La flor en la cultura mexicana, a cuyo término fue llevada al Museo de Sitio de Xochicalco, ya que su sede en Cuernavaca resultó afectada por el sismo del 19 de septiembre de 2017.
“Esta es una exposición sencilla que centra en una historia, con la ventaja de que los visitantes pueden recorrer esa historia contemplando directamente a Xochiquetzal”.
La curadora de la muestra y bisnieta de Leopoldo Batres, destacó que a la pieza central del montaje la complementan entre 35 y 40 fotografías y documentos del archivo personal del arqueólogo porfiriano, que dan cuenta de las gestiones que realizó en la zona y de la labor de protección que hizo en Xochicalco.
Recordó que fue Batres quien en el siglo XIX detuvo la extracción ilegal de las piedras labradas del Basamento de las Serpientes de Xochicalco, que se usaban como material de construcción en las haciendas cañeras de la región, y colocó guardias en la ciudad prehispánica; labor que redituó en el hallazgo, por parte de un custodio llamado Herculano Verazaluce, de un elaborado marcador en el Juego de Pelota Sur, que representa la cabeza de una guacamaya, y que está integrado fotográficamente a la exposición temporal.
La muestra Xochiquetzal. Una deidad de piedra en Xochicalco permanecerá en la Sala de Introducción y Exposiciones Temporales del Museo de Sitio de Xochicalco, hasta el próximo 1 de septiembre. Acceso con boleto de entrada al recinto.