Más allá del calendario en la pared o del frío o el calor que hace en la calle, las estaciones significan mucho más: es la forma que tiene la naturaleza de decirnos que pertenecemos a algo mucho más grande e incontrolable. La Tierra orbita alrededor del Sol en movimiento elíptico que tiene dos ejes: uno mayor y otro menor. Estos cuatro puntos son lo que llamamos solsticios y equinoccios, y marcan el fin y el comienzo de las estaciones.
El punto de la órbita de nuestro planeta que coincide con uno de los extremos del eje mayor recibe el nombre de solsticio: uno coincide con el inicio del verano y el otro con el comienzo del invierno, que celebramos este viernes 21 de diciembre. Los solticios, además, señalan la noche más corta del año en el caso del de verano; y la noche más larga en el de invierno, como ocurrirá esta misma noche.
La inclinación del eje de la Tierra
Además, las estaciones se explican porque el eje de la Tierra es un polo imaginario que atraviesa el centro de nuestro planeta de un lado a otro. Nuestro planeta gira sobre él, y completar el giro significa un día. Así es como surgen los días y las noches. Pero, además, este eje no está en línea recta, sino que está ligeramente inclinado. De hecho, un gran objeto, llamado «Theia» fue el responsable de esta inclinación.
«También causó un gran orificio en la superficie. Ese fuerte impacto puso una gran cantidad de polvo y residuos en órbita. La mayoría de los científicos piensan que, con el tiempo, esos residuos se transformaron en nuestra Luna», explican desde NASA. Como la Tierra orbita alrededor del Sol, su eje inclinado siempre señala en la misma dirección, lo que provoca que durante el año diferentes partes de la Tierra reciban los rayos directos del Sol y se produzcan las estaciones (así es como en el hemisferio sur ahora empieza el verano y en el norte no llegará hasta junio).
En el caso del invierno, esta posición se da en el punto de la eclíptica en el que el Sol alcanza su posición más austral. El día en que esto sucede, el Sol alcanza su máxima declinación Sur (-23º 27′) y durante varios días su altura máxima al mediodía no cambia, y por eso, a esta circunstancia se la llama también solsticio («Sol quieto») de invierno. En este instante en el hemisferio sur se inicia el verano.
La diferencia con los equinoccios
De la misma forma, los puntos de la órbita en los que la Tierra coincide con los extremos del eje menor se llaman equinoccios. También son dos, que coinciden con el inicio de la primavera y el otoño. Los equinoccios son los días del año en los que el día y la noche duran lo mismo.
Desde el equinoccio de primavera hasta el solsticio de verano la duración de la noche es cada vez menor, y hay cada vez más horas de luz (es decir, los días se «hacen más largos»). A partir del solsticio de verano las horas de luz se van reduciendo, hasta que en el equinoccio de otoño se igualan las horas de luz y de oscuridad. Y, finalmente, en el solsticio de invierno que ocurre hoy, la noche alcanza su duración más larga, aunque en progresión se irán acortando hasta llegar de nuevo al equinoccio de primavera y comenzar de nuevo el ciclo.
Sin embargo, estos fenómenos no son iguales para toda la Tierra y depende del hemisferio en el que se encuentre el país. De hecho, mientras en uno es verano, en el otro es invierno y al revés, y lo mismo sucede con los equinoccios. Es decir, el invierno llega al hemisferio norte, pero el verano se asienta en el hemisferio sur.
Con información de ABC.