Felisa Aguilar Arellano es una de las dos mil 796 mujeres que forman parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y una de las 427 que se dedican a la investigación.
Ella es la única paleontóloga de la institución y preside el Consejo de Palentología del cual más de la mitad es formado por el sexo femenino.
Pero para que esto sucediera existió una mujer que les abrió al camino a las demás, una inglesa que se convirtió en buscadora de fósiles cuando la paleontología aún no llevaba ese nombre y las directrices de la investigación relativa a los organismos primigenios surgían de las inteligencias de los naturalistas hombres.
Mary Anning (1799-1847), identificó el primer esqueleto de ictiosauro y halló varios fósiles importantes de peces, convirtiéndose a finales del siglo XVIII en detonante de las paleontólogas, además de abrir pautas para el desarrollo de la disciplina.
Luego de 220 años, hay una pléyade de mujeres que entregan su vida al estudio de los organismos petrificados.
Aguilar, detalló que hasta las décadas de 1950 y 1960 el papel de la mujer en este ámbito se vuelve importante, al referir que una de las primeras escuelas fue la Sección de Paleontología Gerencia de Exploración de Petróleos Mexicanos (Pemex), creada por el Dr. Manuel Maldonado-Koerdell, quien invita a una alumna suya, Gloria Alencáster Ybarra (1927-2018), a analizar materiales paleontológicos, especialmente invertebrados recuperados en las campañas de exploración.
Bióloga de formación, Alencáster formó nuevas generaciones de científicos, y en su momento integró al Departamento de Paleontología del Instituto de Geología de la UNAM a dos de sus alumnas: Alicia Silva Pineda y María del Carmen Perrilliat Montoya; la primera, para estudiar las impresiones de plantas recolectadas por los geólogos del IG; y la segunda, moluscos cretácicos.
Estas tres mujeres abren caminos a más interesadas en la paleontología. En la década de 1970 y 1980 dicha ciencia se independiza de la geología, por lo que comienzan a surgir proyectos de investigación y cobran importancia más mujeres, como Blanca Estela Huitrón, estudiosa de los paleoambientes del Paleozoico.
Una paleontóloga para el lado patrimonial de los fósiles Actualmente, en el INAH laboran 427 investigadoras, 61 arquitectas, 126 restauradoras, 216 apoyo a confianza, una secretaria técnica, tres coordinadoras nacionales, 33 directoras de áreas, 86 subdirectoras de área, 162 jefas de departamento, 226 como enlace, 129 docentes y mil 326 como personal de base y eventuales.
Muchas de ellas desempeñando labores en campo que por los esfuerzos físicos que conllevan, aún a veces la sociedad cuestiona si lo pueden hacer.
“Largas caminatas, cargar cosas, acampar, soportar climas extremos, comer lo que haya; a veces acudir en estas empresas como cabezas de grupo, en su mayoría conformados por hombres, trato con cuadrillas de trabajadores, con comunidades donde se ejercen los roles de género con otras creencias; sin embargo, afortunadamente hoy día hay muchas mujeres que están haciendo este tipo de actividades”, comenó la palentóloga.
En el INAH, destacó Aguilar, realmente muy pocos especialistas están vinculados a las cuestiones paleontológicas: “con el perfil profesional de paleontólogo solo dos, Iván Alarcón y yo, que abordamos contextos además del Pleistoceno, a otros más antiguos, como el Cretácico”.
Pero biólogas y biólogos con otros perfiles, por la dinámica de trabajo se han sumado a estudiar contextos antiguos del Pleistoceno, cuando aparece el contacto de megafauna —como el mamut— con humanos.
“Entre ellas están Andrea Guía y Ana Fabiola Guzmán, y en el Laboratorio de Arqueozoología también tenemos gente realiza trabajos de tipo paleontológico, como María Teresa Olivera Carrasco, especialista en moluscos terrestres y de agua dulce; Norma Valentín, en herpetofauna; y Monserrat Morales Mejía, en carnívoros del Pleistoceno”.
Asimismo, el Consejo de Paleontología tiene bastante representatividad femenina, pues de los 12 vocales, la mitad son mujeres de diversas instituciones de diferentes regiones del país que se encuentran a la vanguardia en la investigación paleontológica.
Aguilar se ha entregado a desentrañar los misterios encontrados en territorio mexicano, en especial los que vivieron durante el Cretácico en las costas del mar interior, en lo que hoy es el desierto de Coahuila, y con su trabajo científico y de gestión, el INAH logró abrir al público en 2018, la primera zona paleontológica en su red de sitios abiertos a la visita pública.
Satisfacciones palentológicas
Una ha sido la recuperación de la cola completa y articulada de un ejemplar de hadrosaurio pico de pato, de cinco metros de longitud y 72 millones de años, encontrada en 2013 por los ejidatarios José y Rodolfo López Espinoza, en el municipio de General Cepeda, en el desierto de Coahuila.
Este rescate, junto con las labores de investigación y gestión, así como el trabajo con comunidades y con la sociedad civil en varios municipios de Coahuila, le han ampliado el panorama de la paleontología.
“En el INAH vemos la parte patrimonial de los fósiles y eso es algo que no nos enseñan en las escuelas”, dijo Aguilar.
“Ni en campo, ni en laboratorio —continúa— me he sentido nunca discriminada por mis compañeros, en las comunidades, quizá un poco extraña…
Como cuando me tocó limpiar las huellas de dinosaurio en Las Águilas, porque a los ejidatarios se les hacía incómodo que yo agarrara la pala y me decían: “No, no, no. Deje la pala ahí, yo lo hago”; eso fue hace 10 años y ellos también han aprendido de mi trabajo, ya no se les hace extraño que haga ese tipo de tareas; claro, con sus hijas es otra cosa.
Uno tiene que ir platicando y entablar una comunicación con la comunidad”, relató Aguilar.
Con información de Milenio