Nos suele causar gracia que los perros se parezcan a sus dueños, por ejemplo, si ambos tienen las extremidades larguiruchas o una melena enmarañada. Un estudio reciente ha revelado que los perros también se parecen a sus dueños de una manera completamente diferente: suelen tener personalidades similares.
William J. Chopik, psicólogo social de la Michigan State University, y autor principal del estudio, investiga cómo cambian las relaciones humanas con el tiempo. Dado su interés particular por el vínculo que existe entre las personas y sus mascotas, se propuso examinar esas relaciones y la dinámica que las constituye.
Para llevar a cabo su estudio, pidió a los dueños de 1.681 perros que evaluaran sus propias personalidades y las personalidades de sus perros utilizando unos cuestionarios unificados. El investigador encontró que los perros y sus dueños comparten rasgos de personalidad. Una persona muy agradable tiene el doble de probabilidades de tener un perro activo e inquieto, y menos agresivo, que alguien menos agradable. El estudio también reveló que los dueños responsables consideraron a sus perros como más receptivos al adiestramiento y los dueños con inestabilidades emocionales calificaron a sus perros como más temerosos. Por otro lado, “si una persona es tranquila, su perro también es tranquilo”, sostiene Chopik.
Chopik señala el desafío obvio de realizar un estudio como este: a las personas se les puede hacer preguntas sobre sí mismas, pero con respecto a los perros, solo se puede confiar en las observaciones que hacen los dueños sobre el comportamiento que estos tienen. Sin embargo, no parece haber un juicio tendencioso por parte de los dueños, es decir, los dueños no parecen proyectar sus propias personalidades en sus mascotas. Otros estudios similares han revelado que las personas allegadas a los perros (conocidos, amigos, paseadores) suelen calificar la personalidad del perro de la misma manera que el dueño de la mascota.
¿Por qué existen estas similitudes? El estudio no aborda las causas, pero Chopik sostiene la siguiente hipótesis. “En parte, el perro tiene rasgos propios, y en parte, su personalidad también estará marcada por tu influencia como dueño”, afirma.
Chopik explica que cuando una persona adopta un perro, suele elegir uno que pueda adaptarse a su rutina. “¿Prefieres un perro revoltoso que necesita mucha atención, o uno más tranquilo que pueda adaptarse a un estilo de vida más sedentario?”, comenta. “Solemos elegir aquellos perros que van bien con nosotros”.
Luego, vamos determinando el comportamiento de nuestra mascota, ya sea a través de un adiestramiento consciente o simplemente con nuestras interacciones diarias, y ellos cambian a medida que nosotros cambiamos. “Los cambios que hagamos en nuestro estilo de vida, también afectarán la rutina de nuestro perro”, sostiene.
La conductista Zazie Todd, autora del sitio web Companion Animal Psychology, afirma que es importante tener en cuenta que los cinco rasgos principales utilizados para evaluar las personalidades de los seres humanos (extroversión, amabilidad, responsabilidad, estabilidad emocional y apertura a nuevas experiencias) no son los mismos que se utilizan para describir la personalidad de los perros (temor, agresividad hacia las personas, agresividad hacia los animales, actividad/excitabilidad y receptividad al adiestramiento). “Sin embargo, existen algunos vínculos muy interesantes entre los rasgos humanos y los caninos”, comenta, y agrega que las cualidades suelen coincidir.
“Si bien las personalidades se miden de modo diferente, pueden existir algunas correlaciones”, afirma Chopik. “Eso hace que las similitudes sean más difíciles de detectar, pero así y todo, las encontramos”.
La “extroversión” no es un rasgo que se pueda asignar a la personalidad de un animal. Sin embargo, las personas extrovertidas suelen ser más sociables y enérgicas, y es probable que se lleve bien con un perro activo que se excite fácilmente.
Las futuras investigaciones podrían explorar en detalle las dos posibles causas de los vínculos de personalidad. En otras palabras, el problema de la gallina y el huevo. Por ejemplo, ¿es más probable que un dueño amistoso y extrovertido elija a un perro menos miedoso? O ¿es más probable que, con el paso del tiempo, su estilo de vida extrovertido influya en el comportamiento del perro? “Es posible que la gente más simpática y sociable saque a pasear a sus perros con más asiduidad, de modo que el perro acaba sociabilizando más y se acostumbra a experimentar cosas diferentes”, afirma Todd. “Quizá las personas moldean las personalidades de sus perros, y esa es la posibilidad que me resulta más interesante”.
Con información de National Geographic.