La vida es cruel: ni el anterior titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Arturo Gutiérrez, militar retirado, tamaulipeco, de pocas palabras e inconexas, que mezclaba su religión con su trabajo valiéndole pito el Estado Laico, impuesto en el gabinete carrerista y que dejó un desastre en la entidad, tuvo un trato como el que está recibiendo ahora su relevo Jaime Ernesto Pineda Arteaga.
Con un juicio político en curso, promovido en el Congreso del Estado por el diputado Edgardo Hernández, quien ha logrado sumar una mayoría para encausarlo, parece que Pineda ha sido abandonado por el gobernador Juan Manuel Carreras López, nadie del sector oficial, ni siquiera la siempre abyecta bancada del PRI, sale en su defensa.
La señal es muy clara: ¡que se vaya!
Policía federal de carrera, con tres décadas de servicio, se desempeñó antes como comisionado federal en la entidad, reemplazó a Gutiérrez con la esperanza de que hiciera un mejor trabajo y todo se vino abajo, empeoró el desastre.
Al igual que el ferviente Gutiérrez, no ha cumplido con las expectativas, la seguridad pública es San Luis Potosí es uno de los principales problemas que padece la mayoría de la población.
No dio resultados, no se vio un esfuerzo, alguna idea o estrategia para combatir a la delincuencia; se le ve más en eventos sociales perdiendo el tiempo, como declaró el diputado panista Rubén Guajardo.
Si no cuenta ya con el respaldo de quien lo puso, lo mejor sería que presentara su renuncia para evitarse el bochorno del juicio político; y es el gobernador Carreras, por acción u omisión, el que está dejando que lo quemen en leña verde.
Tampoco vemos al secretario de Gobierno, Alejandro Leal Tovías, moviendo sus tentáculos para blindar a Pineda.
Aún si no prosperara el juicio político por algún error de sus promotores u otra razón inesperada, el tiempo de Pineda ya se agotó, el desgaste inherente al cargo fue más rápido que lo previsto y el diputado Hernández, incondicional de Manuel Barrera, ahora convertido en antagónico del carrerismo, se asume como férreo defensor del pueblo inerme ante la delincuencia y los malos policías. (Javier Padrón)