La doctora Nguyen Esmeralda López Lozano, Investigadora Cátedra-Conacyt adscrita al IPICYT dio a conocer que actualmente se encuentran analizando cómo algunos metales pesados como cadmio y zinc, comúnmente derivados de minería, desechos industriales o de fertilizantes, pueden afectar algunas cactáceas como la biznaga gigante potosina (Echinocactus platyacanthus) y a los microorganismos asociados a ellas.
Con su grupo de estudiantes evaluaron la afectación que estos dos metales tienen en las comunidades microbianas asociadas al cactus conocido coloquialmente como “Biznaga burra”, que es una cactácea gigante que se desarrolla en todo el desierto potosino, científicamente llamada Echinocactus platyacanthus.
Esta planta ha resultado ser altamente resistente a diferentes tipos de estrés, pero su población es amenazada por la extracción para producir el dulce de acitrón y para usos ornamentales.
“En esta investigación descubrimos que esta planta tiene un alto potencial de acumulación de metales pesados en sus tejidos, por lo que ser consumida por animales y personas podría implicar un riesgo a la salud, y son justamente los microorganismos asociados a ella los que parecen estar encargados de modular la respuesta de la planta ante la presencia de estos metales, de tal manera que logra resistir concentraciones moderadas de los metales sin verse afectada”, explica la doctora en Ciencias por la UNAM.
Esmeralda López Lozano agrega que se pensaría que la toxicidad es directa, pero resulta que la investigación ha demostrado que primero hay cambios físicos químicos en el suelo, los cuales afectan en primera instancia a las comunidades microbianas asociadas a las raíces de estas plantas, las cuales son mucho más sensibles que la planta en sí.
“Estos cambios físico-químicos que se dan primeramente, también modifican la fijación de nitrógeno, lo cual es muy importante, porque permite valorar los niveles de contaminación tolerados por las comunidades microbianas, sin que los procesos ambientales esenciales como este se vean afectados. Este estudio nos permite proponer nuevos parámetros como indicadores de la salud ambiental que incluyan no solo a la vegetación sino también a los microorganismos”, indica convencida la Investigadora del IPICYT.
La investigadora de la División de Ciencias Ambientales explica que este tipo de estudios permitirá en una segunda etapa desarrollar conocimiento para entender los mecanismos de adaptación de las comunidades desérticas a los cambios en los suelos producto de la actividad humana, y cómo afectan procesos tan esenciales como la fijación de nitrógeno, necesarios para la subsistencia.
Además esta información podría utilizarse como una nueva herramienta para mejorar los criterios que se toman en cuenta actualmente para establecer normas que regulan las concentraciones permitidas de estos contaminantes en el ambiente.