Felipe Morales
San Luis Potosí, ha sido cuna de inmortales del béisbol mexicano como “Panchillo” Ramírez, Alfredo Mariscal entre otros, pero particularmente nos referimos hoy a Ramiro Cuevas, primer pelotero en lanzar un juego perfecto en la Liga Mexicana y quién esté 11 de abril cumplió 32 años de haber fallecido.
Juego perfecto es el que se logra cuando el pitcher lanza las nueve entradas completas sin recibir hoy ni carrera consiguiendo los 27 outs.
El historiador potosino, Fernando Chavira López, refiere en su página “Imágenes históricas de San Luis Potosí” la hazaña del serpentinero.
Ramiro Cuevas Guzmán, quien había nacido en Ébano logro el juego perfecto.
Era de noche, los Diablos Rojos del México se enfrentaban contra los Tecolotes de Nuevo Laredo, un joven lanzador llamado Ramiro Cuevas Guzmán se agrandaba contra esos Diablos y lanzaba esférica tras esférica eliminando bateadores.
Ese 14 de agosto de 1953 los asistentes al Parque Delta del Distrito Federal fueron testigos de la hazaña.
Una, dos, tres entradas. Hasta aquí todo normal: un duelo parejo que apenas permitía la primera carrera norteña.
Cuatro, cinco, seis, siete entradas sin que Cuevas dejara a los rivales siquiera suspirar por la primera base.
Para la octava entrada el apoyo de los conocedores aumentó y hasta los propios aficionados de los Diablos aplaudían cada cañonazo que salía del brazo de Ramiro.
Al llegar la novena el apoyo era total. Desde que subió al montículo recibió aplausos de todo el mundo. Los locales jurarían que eran visitantes. Todos estaban con Ramiro Cuevas, querían ser testigos de ese histórico hecho.
El entrenador llamaba a la dignidad deportiva a sus jugadores y con todo el aplomo del mundo se disponía a salir como bateador emergente, era nombre José Luis “Chile” Gómez, un histórico del beisbol mexicano.
El público se paralizó. Los jugadores se enfrentaron con la mirada. Cuevas arrojó la pelota y el “Chile” la contactó.
Parecía que se derrumbaba el juego perfecto, pero el golpe fue malo y el segunda base de Nuevo Laredo atrapó el roletazo, envió a primera la esférica y todo terminó.
Era otra época y los pocos asistentes entraron al campo para felicitar al jugador, quien salió en hombros. Un histórico del beisbol nacía en ese momento.