Jorge Ramírez Pardo
Isabel Villaseñor (1909-1953). Nacida en Guadalajara, Jalisco, tuvo una infancia relativamente feliz, estimulada por su abuela paterna, quien la acercó a la lectura, música y escritura.
Muy joven se traslada con su familia a la ciudad de México.
Fue primero alumna y luego esposa del pintor Gabriel Fernández Ledezma (1900-1983), nacido en Aguscalientes – donde hay una sala con su nombre y varias de sus mejores pinturas en el museo de Arte Moderno-. En contraste Isabel, en cuanto artista es poco recordada. Está más presente por retratos que de ella se hicieron que por su producción artística; gracias a imágenes fílmicas y porque pintores y fotógrafos de su tiempo la eligieron como modelo.
Es Isabel de los lenguajes porque se expresó poco de palabra, pero realiza con creatividad narrativa visual y musical.
En xilografía (grabados realizados a partir de talla en madera), se inspira y da continuidad a las propuestas en esa técnica realizadas por José Guadalupe Posada (1852-1913). Como Posada, narró sucesos del momento; algunos de ellos también presentes en corridos compuestos por ella misma.
Presente en la película ¡Que viva México!
Fue seleccionada, a la edad de 20 años, por el cinematografista soviético Sergei Einsestein (1898-1948) para hacer un papel protagónico silente.
Se trata del pasaje Maguey, dedicado a Diego Rivera. Transcurre en la hacienda de Tetlapáyac, donde los peones, levantados para vengar la violación de la novia de uno de ellos por parte del patrón, son asesinados el día del Corpus Christi. Una representación de la «raza doliente y orgullosa que prefiere morir dignamente antes que huir».
Pintora experimental vanguardista
Hay dos aspectos en su vida creativa que le dan una dimensión singular y la inscriben en el conjunto de artistas que impulsaron un recambio temático y técnico en los años considerados como de renacer de las artes en México (1920 a 1940):
- En 1931 se incorpora, en el Estado de Hidalgo, a las Misiones culturales, ejercicio de acercamiento a las comunidades marginales para desarrollar ahí cursos y talleres intensivos para la reflexión y expresión artística. Fue la primera mujer que pintó un mural, conjuntamente con Alfredo Zalce, en la Escuela Rural Federal de Ayotla, en el año 1929, cuando tenía 20 años de edad.
- Se incorporó también a la Escuelas de pintura al aire libre, programa impulsado para desarrollar grupos para el aprendizaje y realización de pintura al margen de la Academia de San Carlos (entonces lugar casi único para la impartición formal de talleres y cursos de pintura y escultura).
A cerca de su obra Diego Rivera dijo: “…Sus dibujos tienen sutileza y fuerza. Y no es fácil olvidar lo que graba con la punta de acero (o grabado de punta seca). También ha sabido revolver colores, el cemento y la cal para decorar la fachada de una escuela… En su plástica está ya encerrado lo acerbo de la vida, bajo la expresión delicada”.
Narradora de un feminicidio y otros sucesos
El asesinato de la Güera Chavela le impacta y lo narra tanto en una xilografía como en un corrido. En este grabado en madera–comenta Miguel Ángel Morales-, destaca un juego rítmico de curvas abovedadas en la composición; marcadas por los contornos de los dolientes de la “güera”. Ingenuidad y humorismo, ejecutados con una técnica clásica, pero de marcada dificultad, la de xilografía o grabado en madera. En este grabado queda plasmado su aprendizaje en los conceptos del espontaneismo de las escuelas populares al aire libre.
La biografía
En 1997 (a 44 años de su fallecimiento y cuando estaba próxima a exhibirse una muestra retrospectiva de su obra), dos investigadoras de artes plásticas, Carmen Gómez del Campo y Leticia Torres Carmona, publicaron el libro biográfico: En memoria de un rostro. Isabel Villaseñor dedicado –por sus autoras- a aquella artista semiolvidada, Isabel, quien dejó una obra poco abundante, que sin embargo tuvo su peso en la cultura mexicana posrevolucionaria y que, retrospectivamente, ofrece un terreno fecundo de reflexión.
Este libro escrito al alimón partió del archivo privado de Isabel Villaseñor que su hija, Olinca Fernández Ledesma, facilitó para que se microfilmara y conservara en el Centro Nacional de investigación, documentación e información de Artes plásticas (Cenidiap) del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
El libro surge en el seminario ¿Cómo pensar el hecho artístico?, dirigido por María Inés García Canal en el Cenidiap. El texto tipificado como “ensayo poético justificado filosóficamente”, oscila entre la teoría sicoanalítica y la estética.
En 1934 muere su primer hijo. Esta tragedia –según opinión de sus biógrafas- repercute en la obra: deja el grabado en madera por la impresión en vidrio, se obsesiona por el tema de la maternidad y dibuja figuras sin rostro (el silencio). Desde entonces, la obra refleja la ausencia y el vacío hasta agotarse. Isabel se va retirando, sólo escribe letras de corridos para sus amigos y pinta una que otra acuarela o piroxilina, y tiene a su hija Olinca.
Retratos de los Álvarez Bravo
La periodista Silvia Navarrete, comenta: El famosísimo Retrato de lo eterno de Manuel Alvarez Bravo, la representa de perfil peinando su larga cabellera en un sobrio recorte geométrico de luces y sombras. Los hay también firmados por Lola Álvarez Bravo y otros anónimos, así como algunos stills de la película de Eisenstein.
Hay una buena dosis de drama en la vida de Isabel Villaseñor, agrega. Es una leyenda negra del personaje (propagada en buena medida por Lola Alvarez Bravo, quien odiaba a Fernández Ledesma y lo acusó de haber matado a fuego lento a su esposa depresiva).
De una melancólica belleza mestiza, fue modelo de José Chávez Morado, Angelina Beloff, Fernando Leal (quien pintó en SLP los murales de la Estación de ferrocarril y los ubicados en los cubos de escalera del Teatro de la Paz), Juan Soriano, Alfredo Zalce, Olga Costa, Raúl Anguiano, Frida Kahlo, Manuel y Lola Alvarez Bravo y los extranjeros Enrique Gutmann y Edward Tizé.
Dentro de esa mística –dice Ángeles González Gamio, a propósito del momento renacentista artístico post revolucionario mexicano- surgieron mujeres que, rompiendo con los cánones tradicionales, incursionaron en las artes y se vistieron orgullosas con atuendos autóctonos. Una de esas mujeres fue Isabel Villaseñor, Chabela para los amigos. Escritora, compositora, intérprete, pintora, grabadora, fue todo a la vez. En palabras de Juan Inés Abreu, Chabela “siente el arte como algo íntegro: no hay en él especialidades; como expresión, todo parte de un mismo tronco”.
Isabel muere en 1953 de un infarto. Ella y su obra merecen ser rememoradas.