Jorge Ramírez Pardo
Héctor Suárez y Héctor Ortega, fallecieron esta semana, con un día de diferencia.
Chiste puede hacer cualquier aprendiz para comediante de reparto.
El humor, como ellos lo asumieron, demanda disciplina, compromiso e inteligencia. Ambos cultivaron esos haberes. Hacer humor requiere estudio y conocimiento de un contexto social para reflejarlo aderezado de ironía. El buen humor es espejo social que inquieta, hace reír e interroga.
Los dos humoristas en cuestión, llegaron a 81 años. Ambos procedían del teatro clásico e incursionaron en el cine y la televisión.
A diferencia de la predomínate insustancialidad de los cómicos mexicanos de la televisión, ellos hacían humor, de naturaleza críptica, analítica y cuestionadora. Por lo mismo, padecieron, cual más, cuál menos, exclusión y hasta amagos.
El no hay, Milusos y Machitos
Héctor Suárez colaboró en el llamado teatro de tesis de los años 60, junto a otros destacados actores y productores como él: Alejandro Jodorowsky, Alfonso Aráu, Susana Alexander y Héctor Bonilla.
Montó obras complejas de Franz Kafka, Eugene Ionesco y August Strindberg, y llevó clases de pantomima con el mimo francés Marcel Marceau.
Suárez construyó para la televisión algunos de los personajes más evocables y ácidos de las últimas décadas: “El no hay”, “El Picudo”, “Doña Zoila”, “El Flanagan”, “El Lic. Buitrón”, “El ´ta difícil”, “El Destroyer”. Participo en pocas películas, pero su personaje “El milusos”, además de dar nombre a la película que protagoniza, es tan recordado como los de la televisión.
En cambio, es casi desconocido el hecho de que Suárez, a fines de 1976, personificó a “Machitos” para radio; en un serial radiofónico con ese nombre, grabado y transmitido por Radio Educación, y llevado a teatro de revista. En esa ocasión, le acompañó en la actuación Salvador Sánchez. “Machitos” fue una idea propuesta y realizada por el escritor Javier Anaya.
Hace unos meses, Héctor Suárez cumplió ochenta años comentó entonces: “Yo me voy a morir donde me tenga que morir y ni modo, si me muero en el escenario, qué bueno, y si no, me da igual. Lo que sí es que estaré en el escenario lo más que pueda; no planeo salirme ni dejar la carrera en lo absoluto, es mi alimento, amo mi profesión y le profeso un gran respeto, así como al público”.
“El secreto para mantenerme bien es pensar puras cosas buenas, no pensar mal de los demás, no amargarme, pensar positivamente en todo; además, hago meditación, cuido mi alimentación, ya no hago esos desmanes que hacía antes y no cometo los mismos errores que cometí atrás”.
Esta última declaración es el contrapunto de momentos, narrados por él mismo, cuando su trabajo irónico/crítico le generó amenazas.
Mandatarios no aptos para el humor ni la tolerancia
En el programa “¡Qué nos pasa!” ridiculizaba conductas ciudadanas porque, a su parecer, eran un lastre y hacía señalamientos a gobernantes y políticos.
“Me mandó llamar (Miguel) de la Madrid para que lo retirara (el programa de tv), me dijo ‘no lo va a entender la gente, México no está preparado´ decía. Yo le dije que no subestimara al pueblo, yo le di por su lado y seguí haciendo el programa”,
En 2017, durante la administración del ex presidente Enrique Peña Nieto, en un centro comercial en el estado de Morelos, cuando Suárez fue al baño, comentó: Al entrar no vi a nadie, sin embargo, una vez adentro, sentí una pistola en la nuca y una amenaza terrible, verbal, violentísima”, comentó.Me dijo: ´Te vamos a matar a ti hijo de tu p… m…´, me pidió que dejara de hablar del Gobierno y de la Presidencia. No sé si era una advertencia… me hice pipí, no vivo en paz. No sabía qué hacer, estaba muy asustado”, narró entonces.
En mayo del mismo 2017 denunció, en el programa radiofónico de Carmen Aristegui y ante la Procuraduría General de la República, las amenazas de muerte a él y a su familia por criticar y hacer sátira política sobre el Presidente Peña Nieto en un sketch en donde le pide, “de la manera más atenta”, que renuncie.
Su Atto. y S. S. Héctor Ortega
Héctor Ortega fue otro humorista y creador versátil. Su cobertura no es tan ancha como la del otro Héctor porque le distingue un trabajo menos visibilizado:
El escritor
En 1966 escribe y dirige su primera obra de teatro “¡Silencio! ¡Locos trabajando! Actuada por los, entonces jóvenes como él y destacados, Héctor Suárez, Susana Alexander, Alfonso Arau y Virma González. Tuvo como escenógrafo a Eduardo del Río (Rius).
“Es la primera obra mía que escenifico… quiero ser escritor, siempre lo quise… desde que entré al teatro me dije, primero actor, luego director y al final, como coronación: escritor. Sí, he terminado varios cuentos y están publicados, pero en teatro éste es el inicio… También hice la adaptación al teatro de La peste, de Camus y estoy haciendo un tarjetero con datos, reportajes, notas, fotos, citas, versos de poemas, para elaborar un espectáculo sobre los niños, un espectáculo nuevo, un poco similar a ¡Libertad libertad!, cuando vi esa obra me dio un poco de coraje porque es lo que he pretendido en años.
– ¿Sus puntos de referencia como hombre de teatro?, le preguntó entonces la periodista María Luisa Mendoza
– Harpo Marx. Charles Chaplin, Buster Keaton… Los tres reúnen la característica que más me impresiona en el arte dramático por expresiva: el silencio…
”De Chaplin quiero el humanismo, de Marx la ternura, de Keaton la poesía… Chaplin es el sentido humano, lo completo en absoluto, Marx es la mudez aún dentro del cine sonoro, es el surrealismo; y Keaton es lo que de él dijo García Lorca: “Andaba a veinte centímetros sobre el suelo…” Hay otras referencias locales que me sustentan y de las cuales quiero tener el resumen, la colección final en uno solo, la amalgama que me dará la expresión final que persigo: (esta gente, te parecerá heclética pero tienen una misma línea) es: Octavio Paz, Gabriel Vargas, Rius, Abel Quezada, Salvador Flores (el de “se casó Chencho con Lupe la del 8”), Cuco Sánchez, Chucho Salinas, Héctor Lechuga, el Loco Valdés…”
– No, todavía no veo qué cosa es un autor de vanguardia. Todos han sido en su época de vanguardia, hasta Shakespeare ¿no? Mi obra es de vanguardia porque corresponde a mi tiempo…
Al final de la obra, en el programa se lee: “No teniendo más asunto que tratar por el momento, se despide de ustedes su Atto. y S. S. Héctor Ortega. Por mi casa pasará el periférico…”
Según comenta Rafael Tonatiuh: A principios de los años setenta, se reunió seis meses con Alfonso Arau para investigar el humor mexicano, y una de sus actividades consistió en visitar pulquerías, para recopilar y analizar albures; en una de esas excursiones descubrieron un dibujo en el baño, de un águila con pies humanos, y la leyenda: “cagar de aguilita”. Bajo los influjos de “la baba de oso”, llegaron a la conclusión de que era Quetzalcóatl, y de ese modo construyeron al “Águila descalza”, que primero fue un comic, y posteriormente el guion de la primera película de Alfonso Arau, en 1971 (que coescribieron con Pancho Córdova y Emilio Carballido) sobre un superhéroe mexicano inspirado en Arau: superhéroe descalzo, con una playera del Necaxa, una cachucha volteada como máscara y una capa de torero como capa.
El actor de teatro
Tuvo diversas y relevantes participaciones, pero, ninguna tan evocable como la del papel protagónico en La muerte accidental de un anarquista, del italiano Darío Fo, se hizo célebre al representar a un carismático reo trastornado por el síndrome de histriomanía.
El actor y coguionista de cine
Trabajó en películas importantes por su búsqueda y experimentación. Casi nunca en papeles protagónicos. Más bien, en algunas de ellas, su aporte fue más significativo para la construcción de la trama y el guion.
Ya se vio en el caso de El águila descalza de Alfonso Arau, a quien también apoyo en la realización del guion de Calzónzin inspector, salido de las historietas de Rius, quien también colaboró en la factura del guión. En ambas, Ortega tiene presencia como actor en papeles de reparto.
Como actor de cine, debutó en la emblemática película En este pueblo no hay ladrones (1965) de Alberto Isaac. Con argumento tomado del cuento homónimo de Gabriel García Márquez. En el elenco de ese filme está el propio García Márquez, Luis Buñuel, Leonora Carrington, Juan Rulfo, José Luis Cuevas; Alfonso Arau en un papel de reparto; y, como debutantes en papeles protagónicos, la bailarina Rocío Sagaón, luego también pintora, y Julián Pasto, luego destacado director fílmico.
Al director de cine José Buil le ayudó a elaborar el guion para la película La leyenda de una máscara; en ella interpreta a Juan J. Luna, que en realidad es, comenta Tonatiuh, José G. Cruz, el hombre que llevara al “Enmascarado de plata” a la fama internacional, sacándolo del ring de la lucha libre para llevarlo a una mezcla de historieta con fotonovela, y después a la pantalla grande, antes de que el propio Santo se diera cuenta de su potencial comercial y se independizara de su descubridor. Héctor Ortega se consagró así con otro importante papel cinematográfico.