Federico Anaya Gallardo
En mis últimas dos reseñas, hiladas alrededor de The Dark Knight de Nolan (2008) exploré la importancia de encarnar la esperanza. El Pueblo de Ciudad Gótica es engañado por Batman y el Comisionado Gordon para que el recuerdo heroico de Harvey Dent permita una mejor convivencia social. (Revisa, lectora, una reseña portentosa, filosóficamente profunda: Todd McGowan, “The exceptional darkness of The Dark Knight”, en Jump Cut № 51, Primavera 2009. Liga 1.) Los pueblos necesitan imágenes heroicas que les permitan imaginarse mejores. Por eso Nolan menciona, tanto en esta película como en su secuela (Dark Knight Rises, 2012), que muchos ciudadanos se habían disfrazado de Batman para combatir a los criminales. Este detalle se menciona como de paso, pero yo creo que es esencial para entender el mensaje que el director quiere transmitir: las sociedades son la suma compleja de las personalidades individuales que interactúan entre ellas (Norbert Elias), pero esa suma tiende a buscar lo bueno (Aristóteles dixit). El ejemplo arrastra. La misma idea aparece en Joker (Todd Phillips, 2019), sólo que desde el lado oscuro del espejo. Mientras la escena del debate y decisión a bordo de los dos barcos de Nolan en 2008 nos dice que juntos somos mejores –¡incluso cuando permitimos debatir a los “peores” entre nosotros!– el estallido de caos final de Phillips en 2019 nos dice todo lo contrario: ni estamos juntos ni podemos ser mejores.
Te pido, lectora, que vayas a YouTube, Prime Video, alguna otra plataforma o a tu DVD y revises el oscuro Joker de Phillips. Llegando al final, el Guasón es entrevistado por un famoso comentarista de TV –quien le ha invitado sólo para burlarse de lo grotesco. El comentócrata (Murray Franklin) es interpretado por Robert de Niro y aprovecha el morbo para aumentar audiencias. Tal es su superficialidad que cuando Arthur Fleck (interpretado por Joaquín Phoenix) le pide que lo presente como El Guasón, el conductor acepta sin pensarlo mucho (it’s just good for business). En un sucio cuaderno este Guasón conserva sus apuntes de una fracasada terapia sicológica (interrumpida por los cortes neoliberales a los servicios públicos de salud) y también sus chistes para el stand-up comedy. Lo saca para buscar un chiste qué contar. Alcanzamos a leer una anotación: “Sólo espero que mi muerte gane más centavos que mi vida”. El marginal no tiene nada qué perder. Está completamente aislado de cualquier comunidad. Está solo frente al vacío. ¡Y el azar le ha regalado 15 minutos de fama en la tele! Cuenta un pésimo chiste negro… el trombón se burla, la doctora-corazón lo regaña, Franklin le dice que ese no es “el tipo de humor que hacemos en este show”. Entonces el Guasón se explica: “Es que… han sido unas muy malas semanas desde que maté a esos tres tipos de Wall Street”.
Todos quedan atónitos pero la confesión es creíble. El Guasón se explica: “—Uff, ¿por qué todo mundo se enoja por la muerte de esos tipos? Si fuese yo el que estuviese tirado, moribundo, en la banqueta… Ustedes pasarían encima de mí sin fijarse. Nunca se han fijado en mí. Pero sí se fijan en esos tres tipos porque Thomas Wayne vino a llorar por ellos en la tele. … Allá afuera todomundo grita e insulta a todomundo. ¡Nadie se comporta civilmente! Nadie se pone a pensar qué es estar en los zapatos de la otra persona. ¿Ustedes creen que gente como Thomas Wayne alguna vez se han preguntado qué es ser alguien como yo? … Ellos creen que vamos a quedarnos calladitos y portándonos como buenos niños. Que no nos convertiremos en lobos y regresaremos al salvajismo.” Luego le pega un tiro al locutor. Tarantino ha elogiado esta escena: “la audiencia quiere que le vuele la maldita cabeza. ¿Y si el Joker no lo matase? ¡Nos encabronaríamos! ¡Eso es subversión a nivel masivo! Obligaron a los espectadores a pensar como pinches lunáticos…”. (Ligas 2 y 3.) No. No es subversión. Es exactamente lo contrario.
La crítica social del Guasón es justa, exacta y cruel. De hecho, Arthur Fleck había buscado hablar con Thomas Wayne (Tomás Díaz, interpretado por Brett Cullen) y éste cerró la conversación dándole un puñetazo y amenazándole como sólo se puede hacer desde lo alto de la pirámide social. El rico (grosso, gordo) no se detuvo a cuestionar por qué el pobre (magro, flaco) que le hablaba se comportaba extrañamente y decía incoherencias. No le interesaba conocer a ese ser humano. No conversaban (diría Habermas). La película de Phillips abandona la imaginería de los billonarios filántropos que tratan de ser responsables socialmente: los Díaz nunca son buenos. La bati-trilogía de Nolan (2005-2012) aún preservaba ese ideal. La crisis financiera de 2008 y el ascenso del trumpismo rompieron esa ilusión sobre el capitalismo.
Pero ¡cuidado, lectora! El retrato social de Phillips no es liberador. Forma parte de la histeria de Los de Arriba. El director asume, junto con su personaje (el enloquecido Guasón), que la opción a la sumisión de los pobres es que Los de Abajo se vuelvan lobos salvajes y quemen la ciudad: justo como los retrata la película Nuevo Orden del mexicano Michel Franco (2019). En esto, el Guasón de Phillips es igual que el Guasón de Nolan: no tienen fe en la humanidad. Yo me quedo con la versión Nolan sobre los humanos que hablan y debaten colectivamente: se hacen humanos al organizarse. Los de Abajo construyen soluciones que incluyen a todos (ese es el sueño socialista). Es la gente común y no Batman, quien salva la Ciudad. Los últimos cinco años de la Historia de México y de los EUA demuestran esto. López Obrador ganó en 2018. Trump fue derrotado en 2020. Que no nos engañen los Murray Franklin de ForoTV : La Historia termina mejor que los cómics.
Ligas usadas en este texto:
Liga 1:
https://www.ejumpcut.org/archive/jc51.2009/darkKnightKant/text.html
Liga 2:
https://www.excelsior.com.mx/funcion/quentin-tarantino-revela-su-escena-favorita-de-joker/1431283
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https://theplaylist.net/quentin-tarantino-praises-profound-subversion-joker-20210204/