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Opinión

Ver para pensar: Más entrecruzamientos

Federico Anaya Gallardo

La película Maya: en el valle de los tigres termina con la elefanta sacrificándose por los dos muchachos que llevan a su cachorro al santuario de “Kali-kali”. La gran bestia se enfrenta a tres feroces tigres y logra matar a dos. El tercero aún amenaza a los chicos, pero entonces aparece Hugh Bowen, el padre del muchacho yanqui. Años antes, este cazador había sido marcado por un mal encuentro con otro felino y por eso rehuía regresar a la selva. Estaba “marcado por el tigre” (decía su campero Gammu Ghat) y se había “vuelto un cobarde” (decía su hijo). La búsqueda del hijo perdido obligó al cazador a superar la cobardía impuesta por el feroz enemigo. (Quédate con esta imagen, lectora. Y recuerda los años del filme y la serie televisiva: 1966-1968.) Final feliz: reconciliación familiar y reconstrucción de la figura tradicional del padre-protector-proveedor. (Notarás lectora, la ausencia permanente de figuras femeninas en esta narración.)

Que la Metro Goldwin Meyer haya decidido producir una serie de televisión para NBC a partir de El valle de los tigres indica una buena recepción de las audiencias en la República imperial a esta “ventana cinematográfica” a la India. Aparte, la circunstancia inicial planteada por el encuentro de los dos chicos podía ser explotada en mil aventuras. La travesía para entregar las cenizas del padre de Raji al océano y al elefantito blanco en el templo de la montaña (previo combate con tigres) apenas era un aperitivo. Por otra parte, la buena conexión de los protagonistas (North y Khan) prometía mucho. De hecho, ambos fueron teen idols en esos años. Finalmente, es obvio que el estudio vio cómo aprovechar al máximo su inversión en la India. El productor de la peli y de la serie es la misma persona: Frank King. Una señal de esta razón pragmática es que, en el primero de los capítulos de la serie –estrenado el sábado 16 de Septiembre de 1967 a las 19:30 pm– y titulado “Sangre de Tigre”, se reutilizan escenas del combate entre Maya y los felinos. Por supuesto, en esta ocasión, Maya sobrevive.

Detengámonos un momento en Frank King. Originalmente se llamaba Frank Kozinsky (1913-1989) y era hijo de un vendedor de fruta neoyorquino –de origen polaco ó judío-polaco. El frutero y su familia emigraron a la Alta California en los 1920s adonde los niños trabajaron en mil cosas para poner pan sobre la mesa. Frank, sus dos hermanos (Maurice y Herman) y su hermana Nettie se enriquecieron a finales de los 1930’s en el negocio de las slot machines (máquinas para apostar). En 1940 los tres y su hermana fueron acusados de evasión fiscal. Por mucho tiempo corrieron rumores cuestionando si sus negocios eran legítimos, pero en aquélla década de la guerra mundial los Kozinsky entraron en la producción de películas.

Originalmente Frank & bros. querían rentarle obras al gran Cecil B. de Mille para pasárselas a sus clientes en bares y restoranes adonde rentaban sus slot machines. La Wikipedia inglesa recupera una anécdota relevante reporteada el 12 de Octubre de 1941 por The New York Times: de Mille hizo esperar quince días a los Kozinsky sólo para darles una entrevista; y luego los ninguneó como si fuesen unos pendejos (“like mugs”). Maurice Kozinsky declaró que el legendario cineasta tenía un grave complejo de inferioridad.

Ofendidos, los Kozinsky decidieron producir sus propios filmes. Les fue mejor. En su denuncia contra el soberbio de Mille, Maurice explicó al Times que: “The way to crack the racket … is to be sincere” (el modo de romper el monopolio es ser sincero, abierto). Es decir, ofrecerle a las audiencias lo que desean ver y ser auténtico. Esta actitud les permitió prosperar y recibir elogios de la gran prensa. (Al menos en la época del New Deal y de la lucha mundial antifascista.) Pero también debieron hacer concesiones a la sociedad opulenta: para 1950 los Kozinzsly ya se apellidaban “King”.

Con todo, los King decidieron seguir jugando en los márgenes. Fue su casa productora la que empleó a Trumbo como ghost-writer de varias de sus películas –dándole la vuelta a la prohibición anti-comunista que pesaba sobre él y otros guionistas. Eso sí, estos empresarios marginales y “ninguneables” deseaban un Óscar. Trumbo se los consiguió. En 1956 los King produjeron The Brave One (El bravo) dirigida por Irving Rapper y con screenplay de Trumbo (pero atribuido a Robert Rich). Ganó el Óscar a la mejor historia (una categoría que desapareció con esa entrega).

Así es que… todavía podría haber otra razón para darle continuidad a la película En el valle de los tigres (que había sido dirigido por otro comunista de la lista negra, John Berry): seguir mostrando al público estadounidense algo de la realidad de los países emergentes del “tercer mundo”. El bravo cuenta la historia de un chico mexicano que defiende la vida de un su toro llamado Gitano. La bestia es destinada al sacrificio en una corrida por las maquinaciones de un malvado hacendado. ¿Te suena a la historia personal de Sajid Khan/Raji que protege a la elefanta Maya y a su cachorro blanco? Veamos qué tanto se puede sostener esta hipótesis en la serie de TV Maya, la elefanta.

En el primer capítulo de la serie, el carácter de Jay North (Terry Bowen) se muestra más claramente como el de un cowboy irresponsable. En la primera secuencia de “Sangre de Tigre” (Liga 1) vemos a un Terry ya crecido (de quince años) llegando en barco a Bombay. El capitán recibe órdenes de enviarlo a tierra de inmediato. Es evidente que el muchacho goza de ciertos privilegios (el papá caza para un marajá). Ya en tierra, le conducen al consulado. Allí se entera de que su padre ha desaparecido y de que se le presume muerto. El cónsul estadounidense decide regresar al adolescente a casa. Terry se escapa del consulado –cuyos guardias rubios ordenan a la policía india que le persiga. Los “policías nativos” obedecen sin chistar (así es el imperialismo) y la segunda secuencia nos muestra a Terry corriendo por las calles atestadas de Bombay y escurriéndose fuera de la vista de sus perseguidores en los patios del ferrocarril.

Escondido en un vagón para transporte de elefantes, Terry conocerá a Maya y a Raji –quien ha perdido los papeles que demuestran que la elefanta es de su propiedad. (Así es el capitalismo, todo es cuestión de ser dueño ó ser desposeído.) La bestia ha sido vendida por un vivales para realizar trabajos duros en un lugar alejado. El adolescente hindi ha decidido rescatarla y llevarla de regreso a la selva donde ella nació. Terry y Raji deciden caminar juntos y colaborar en sus respectivas búsquedas (quests): la libertad de Maya y el padre perdido.

Los dos hacen una parada en el palacio del marajá con quien trabajaba padre cazador de Terry. Raji se queda afuera, esperando. (Así es la sociedad de clases global: el chico pobre no entra a palacio, el chico occidental sí.) El marajá le ofrece hospitalidad al muchacho y le recomienda aceptar la tragedia. Terry vuelve a escabullirse, pero aprovecha y se lleva uno de los fusiles de caza mayor de su padre y suficiente munición. (¡Atención!: el protagonista ha optado por la pobreza y el riesgo en lugar de acogerse a la existencia regalada en el palacio de un marajá.)

Los dos chicos siguen su camino rumbo a la selva natal de Maya. Llegados a su destino y libertada Maya en su tierra, Terry practica un poco el tiro. Los campesinos de una comunidad cercana van en tropel a verlos y les piden a los muchachos que les acompañen para buscar el cuerpo de una niña que fue capturada por un tigre. Terry no quiere distraerse de su búsqueda é inclina la cabeza a un lado, señalando su inconformidad. Pero entonces, los campesinos le vitorean y avanzan hacia la selva golpeando sus latas de tractolina. (¡Al tigre! ¡Al tigre! … resuena en mi mente una poesía de Kipling.)

Raji, con una sonrisa socarrona, le explica a Terry: “—En la India, si inclinas la cabeza de lado es que estás de acuerdo. Te acabas de ofrecer voluntario. ¡Vámos adelante!” (Así son los contactos interculturales, uno no sabe qué le están entendiendo…)

Al poco encuentran el cadáver de la niña. Los campesinos se lo llevan. Terry y Raji están impactados. (Así es la universalidad del dolor… la escena es clara y cruda.) Ahora Raji es quien desea irse. Terry se niega. Hijo de cazador, sabe que el tigre regresará adonde dejó su presa y se propone esperarlo para darle muerte. (El joven cowboy desea vengar a la niña.) Raji cree que es un grave riesgo: los campesinos los han dejado solos y Terry sólo sabe de la cacería de tigres ¡lo que su padre le contaba en sus cartas! Por supuesto, las cosas acaban mal y el tigre está a punto de matar a ambos. Los salva Maya –quien surge milagrosamente de la espesura selvática.

Así las cosas, el primer episodio de la serie retoma la leyenda cinemática justo adonde la había dejado John Berry un año antes. La escena de lucha entre Maya la elefanta y el tigre come-humanos no es el final, sino el inicio. Raji explica a Terry que Maya les ha mostrado que ambos son sus hijos y que, por lo mismo, deben seguir en la búsqueda juntos. (La idea de los chicos como hijos de la elefanta se repetirá en otros episodios, expresada por otros personajes.) La fraternidad que fue el resultado de la aventura en 1966 se vuelve principio de pista en 1967.

Llegando a este punto, fui a la www a ver quién había dirigido ese primer capítulo. Esperaba encontrar a John Berry. Pero no. El viejo comunista no fue el realizador, sino un tal Marvin J. Chomsky… ¿Chomsky? No podía creerlo. Seguramente era una casualidad. Pero no, ¡don Marvin es primo de don Noam! Noam nació en Filadelfia en 1928 y Marvin en el Bronx en 1929. Marvin acaba de morir el año pasado (2022). Noam sigue advirtiéndonos acerca de la injusticia… De los 18 episodios de la serie Maya la elefanta, Marvin J. Chomsky dirigió cinco (poco más de un cuarto)… Extraños entrecruzamientos.

Cierro con un recuerdo infantil. Yo ví Maya, la elefanta en versión doblada al Castellano en la primera mitad de los 1970s. La transmitía Televisa. En casa habíamos tres fans de la serie. A mi padre le gustaba explicarme las cosas que hacían los ingleses en la India. Creo que de él escuché por vez primera la expresión Raj Británico. Y supongo que con pretexto del capítulo 5, “Twilight of Empire” (Crepúsculo Imperial), Federico Javier me mostraba la diferencia entre cazar por plata (depredando) ó por necesidad (con honor). (Liga 2, en Inglés con buenos subtítulos automáticos en Castellano. Liga 3, doblado al Castellano.) A mí nomás me gustaban las aventuras. Ahora que he re-visitado algunos capítulos los encuentro ágiles… bien armados para el entretenimiento.

La tercera fan era mi Nana Mary. Su gusto por la serie me parece más difícil de explicar. Por una parte, estaba su fascinación con la gran bestia. Ella solía recordarme lo que habíamos visto en Maya cuando nos acercábamos a los elefantes en un circo ó en el zoológico de Chapultepec. Pero ahora caigo en cuenta que acaso hubiese algo más. Todas las aventuras de Terry y Raji contrastan al “güerito” frente al “morenito”. (Mary lo habría dicho así.) Para salir adelante, los dos amigos aprovechaban el modo diferenciado en que las autoridades ó los poderosos los trataban. El juego articulado de los opuestos que el orden social ordenaba mantener separados era la sal fuerte que condimentaba esa serie.

De nuevo, el mensaje de Fraternidad universal que Berry filtraba en la película de 1966. ¡Ah qué con esos comunistas insidiosos!

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

Liga 2:

Liga 3:

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