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Opinión

Ver para pensar: Nobunaga Oda y Occidente

Federico Anaya Gallardo

Fieles a una vieja práctica misionera católica, los jesuitas en Japón buscaban quedar bien con los príncipes paganos, convertirlos y asegurar de ese modo que sus ciudades, reinos y vasallos se convirtieran. (De hecho, hasta en el modernísimo y postconciliar Documento de Medellín de 1968, la Iglesia católica latinoamericana sigue planteando la conversión de las élites como camino más seguro de la evangelización.) Lluís Froís, misionero jesuita en Oriente del siglo XVI, nos dejó muchos detalles acerca de su labor. Por ejemplo, antes de su viaje de India a Japón, Froís relató en una carta cómo 200 familias hindis se convirtieron en masa y pidieron el bautismo en la misión portuguesa de Goa. ¿Milagro? No. Se trataba de un grupo de la casta Kshatriya (guerreros) que estaba enemistada con la casta Brahmán en la localidad. La carta la recuperó un sacerdote católico indio de Mangalore, Pius Fidelis Pinto (n.1960), en su libro History of Christians in coastal Karnataka, 1500-1763 A.D. (1999).

Los misioneros europeos aprovechaban en su beneficio las divisiones tradicionales de la sociedad que los recibía. De hecho, poco antes de la llegada de Froís a Yokoseura (横瀬浦) en Kiushu (九州), los misioneros católicos ya habían provocado allí muchos problemas. Les gustaba quemar libros y tablillas de madera budistas. Estos abusos, que los españoles se podían permitir en el Anáhuac y el Tiwantisuyu recién conquistados, causarían en Japón un repudio popular al catolicismo cada vez más extendido. Esto explica que, más adelante, en un Japón reunificado tras siglo y medio de guerra civil (la Sengoku), cuando el nuevo régimen decidió expulsar a todos los extranjeros y prohibir el cristianismo, el catolicismo nipón debió sobrevivir en una situación mucho peor a la sufrida en las catacumbas romanas. Esto es el tema de una magnífica película de Scorsese (Silencio, 2016) que algún día te reseñaré, querida lectora.

Regresemos a Froís. El jesuita describió así a Nobunaga: “Este Rey de Owari, que tiene unos 37 años [1572] es alto, delgado, con barba rala y una voz muy aguda (sonora). Es muy dado a los ejercicios militares é infatigable. Le gusta realizar actos de Justicia y compasión, y desprecia la arrogancia y el honor. Muy discreto en el modo en que decide las cosas, es un maestro en estrategia. Hace poco caso, si alguno, de los reclamos ó consejos de sus subordinados. Es temido por todos pero es extraordinariamente reverenciado por el pueblo. … Odia el retraso y los rodeos, y ni siquiera un príncipe puede presentarse ante él con su espada al cinto. Siempre tiene dos mil hombres con él.”

Froís estaba con el nuevo líder japonés cuando éste se enfrentó a los monjes del venerabilísimo santuario Hiei-san (比叡-山) –el asentamiento budista más antiguo de aquél país– quienes se habían aliado con los enemigos del clan Oda. Así cuenta el jesuita las batallas de 1571 en aquél monte santo para budistas y sintoístas por igual: “Aunque [los monjes] sabían que Nobunaga tenía poco respeto por los kami [los espíritus Shinto] y hotoke [Budas], aún no creían que destruiría el ídolo de Sanno, ya que era muy venerado y sus castigos no eran menos temidos. Por esta razón todos ellos decidieron reunirse en el templo (el cual está en la cima de la montaña) y abandonar todos los otros templos y sus tesoros. Al mismo tiempo los bonzos [monjes budistas] persuadieron a la gente del pueblo de Sakamoto para que subieran junto con sus mujeres y niños. / Sabiendo que los tenía a todos en la cima de la montaña, Nobunaga inmediatamente dio instrucciones de incendiar Sakamoto y pasar a espada a todos aquellos que se encontraran todavía en el pueblo. … Y para mostrarles a los bonzos que estaban en la montaña el poco respeto que tenía por las quimeras […] y por los castigos de Sanno, la segunda cosa que hizo fue quemar todos los templos de este ídolo que estaban abajo a los pies de la montaña. También destruyó siete universidades de las cuales no quedó nada. Después, desplegando su ejército de 30,000 hombres en forma de anillo alrededor de la montaña, dio la orden de avanzar hacia la cima. Los bonzos … fueron incapaces de hacer frente a tan feroz asalto y fueron todos puestos a espada, junto con sus hombres, mujeres y niños de Sakamoto.”

Froís reconoció que frente a él estaba un líder político pragmático y racionalista que no creía en ninguna superstición: “[Nobunaga] desprecia a los dioses, a los budas, así como a otros tipos de idolatría y superstición pagana. Se supone que él pertenece a la Secta del Loto [法華宗 Hokkeshu ó 日蓮 Nichiren, budista], pero abiertamente dice que no hay un creador del universo, ni inmortalidad del alma, ni vida luego de la muerte.”

La masacre de budistas en el Monte Hiei provocó un nuevo enfrentamiento. En 1572 se levantó contra Nobunaga el daimio de Shinano y Kai –dos provincias al oriente de la isla principal japonesa, Honshu. Su nombre era Shingen Takeda (信玄-武田, 1521-1573). En su carta declarando la guerra, Shingen firmó como Tendai-sazu (天台-座主, Maestro de Tendai) declarándose protector de la mayor secta budista. Nobunaga respondió con una carta en la que firmó como Dairotuken-maou (第六天魔王, Rey-demonio del sexto cielo).

Sabemos de ambas cartas gracias a Froís. ¿Cómo leer la auto-adscripción de Nobunaga como rey-demonio? Por una parte, el nuevo hegemón (Nobunaga) se burla de la hipocresía de su enemigo (Shingen), pues este se autonombra protector del budismo sólo por interés y para aprovechar el escándalo de la masacre de 1571.

Pero la burla iba con jiribilla: en la teología budista, el rey-demonio del sexto cielo es un dios engañador que confunde a los seres humanos… ¿estaba Nobunaga sugiriendo que él realizaba esa tarea en el Japón de su tiempo? Por eso mismo es que Froís veía en él a un ateo. Yo tengo para mí que Nobunaga descubrió que sólo el colectivo organizado es capaz de transformar las relaciones sociales. La mujer ú hombre que asumen de modo consciente el liderazgo del colectivo humano ejercen, en este sentido, de demiurgo en el mundo. Por lo mismo, la persona al frente del colectivo debe todo el tiempo reflejarse y justificarse en el Pueblo. Por eso los seguidores de Nobunaga gritaban: ¡Tenka no tame! ¡Tenka no Nobunaga! (てんか の ため! のぶなが の ため!, ¡Por el Estado! ¡Por Nobunaga!). Por eso Nobunaga podía al mismo tiempo burlarse de la hipocresía de Shingen y asustarlo “encarnando” al rey-demonio del sexto cielo. Se sabía capaz de engañar y de hacer milagros –para esto último tenía su ejército de campesinos y comerciantes armados con arcabuces y cañones.

Por todo lo anterior, no es una paradoja que Nobunaga haya sido deificado como kami (espíritu divino) y que hoy en día reciba culto en dos lugares: adonde lo asesinaron en 1582 unos traidores (el Templo Honnoji, cerca de Kioto) y a donde construyó su castillo-palacio más importante (Azuchi). Las religiones centradas en ancestros divinizados no tienen tanto problema para lidiar con personalidades políticas y sociales tan fuertes como Nobunaga. Entre los occidentales y musulmanes, la palabra mesías ó mahdi siempre causa disgustos.

Por eso Froís, escandalizado, sugirió que Nobunaga hilaba hechos y narrativas con el fin de deificarse en el sentido romano ú occidental del término (apoteosis). El tema sigue interesando a directores de cine y a sus audiencias. Sin duda, Nobunaga destruyó el shogunato Ashikaga. Pero… ¿Nobunaga pretendió eliminar al Tenno-emperador? ¿Jugueteó con la idea de substituir al Tenno como centro de un nuevo culto político (el suyo)? Tal vez es por ésto que Nobunaga le interesaba al Tenno Showa, como te conté la semana pasada. También podría ser por ésto que en los video-juegos de hoy Nobunaga aparezca como el “rey-demonio” cuya imagen agrego a esta kino-reseña.

Junto a la imagen de ese andrógino rey-demonio de los video-juegos de hoy, verás un still de la película Kagemusha (1980, 影武者, La sombra del guerrero). Es uno de los grandes filmes de Akira Kurosawa (明-黒澤, 1910-1998). Allí vemos a un trío de misioneros que han salido a una de las terrazas del castillo-palacio de Azuchi para echar sus bendiciones a Nobunaga –quien viste una capa española de terciopelo rojo y les responde: “—¡Amén!” Inmediatamente después, al líder militar se le ocurre mandar a uno de esos jesuitas (que era médico) para que le sirva de “oreja” en el campo de uno de los daimios enemigos. (Liga 1.) A través de esta escena, Kurosawa nos dice que mientras los occidentales creían haberse ganado al jefe militar, en realidad éste jugaba con ellos. Nobunaga era el japonés quintaesencial pese a su excentricidad. Por eso Kurosawa incluyó en Kagemusha su propia versión del canto-danza de Nobunaga con el poema Cincuenta años en el mundo humano… de Hanshan. (Liga 2.)

En King of Zipangu (1992), cuando se relata la conspiración que llevó a su muerte en el Templo Honnoji en 1582, veremos a Nobunaga/Ogata acompañado en sus últimos momentos por el viejo adivino Zuiten, a quien Nobunaga siempre había combatido, despreciado y (en el fondo de su corazón) admirado. El Teatro Taiga número 39 transmite una idea interesante: que al final de la aventura del innovador (Nobunaga) la rebelión y la tradición mueren juntas… para juntas elevarse al plano de lo divino.

Te recomiendo ver un vídeo japonés reciente, en el cual se usan escenas de varias películas y series de TV sobre Nobunaga que te he recomendado en las últimas semanas. Dura apenas 9 minutos. (Liga 3.) Vemos a Nobunaga de 49 años jugando al Go (碁) con un joven monje budista. Disfrutan de uno de los jardines interiores de un templo. El hijo de Nobunaga hace guardia en el pasillo y escucha el debate entre los dos jugadores. Es una especie de recuento de las disrupciones que Nobunaga hizo a lo largo de su vida. El líder que casi ha logrado unificar Japón no se arrepiente de nada. El joven bonzo no aprueba lo que el líder ha hecho para alcanzar su sueño, pero lo respeta. El juego llega a un empate. El joven abandona el templo. Al poco llegan los asesinos de Nobunaga. Estábamos en el Templo de Honnoji y el líder morirá entre las llamas.

Froís se quedó a vivir permanentemente en Japón. Aplaudió el modo en que su poderoso amigo Nobunaga destruyó el poder político de los budistas. Probablemente soñó que con esa misma violencia se impondría su catolicismo hispano en Japón. Pero Nobunaga murió en 1582 y sus dos sucesores decidieron recuperar las religiones tradicionales del país. El padre Lluís sobrevivió a su amigo “demoniaco” quince años. Murió en Nagasaki a mediados de 1597 y pudo ver cómo Hideyoshi Toyotomi (秀吉-豊臣) aplicó la misma crueldad que sufrieron los bonzos del Monte Hiei a los conversos católicos.

Hideyoshi era un campesino humilde que se elevó a general bajo la guía de Nobunaga y quien asumió el poder luego de la muerte de su líder en 1582, vengándose de los traidores. (Es el equivalente de Octaviano César vengando a Julio.) La represión anti-católica siguió cuando Yeyasu Tokugawa (家康徳川) el gran aristócrata del Este aliado con Nobunaga, terminó de unir y pacificar Japón en 1635 y se proclamó Shógun. (Es el equivalente de Octaviano, pero ya transformado en Augusto César…)

El nuevo gobierno nacional de Japón reconoció que los católicos eran una nueva secta que hacía política igual de perniciosa que la de los bonzos –y aún peor, porque esos cristianos representaban una quinta columna de la primera potencia marítima global de aquéllos años, España. En 1582, Su Majestad Católica Felipe II había unificado los imperios español y portugués. Nobunaga soñaba con unir Japón. Felipe II se creía al borde de dominar el globo.

Durante dos siglos los españoles soñaron con liberar las almas de los japoneses de los dos emperadores (Tenno y Shógun) que los tiranizan”. No era sueño, ni locura, ni ficción. Esto se declaraba en uno de los prólogos (“Parecer”) al Arte de la Lengua Japona de Fray Melchor Oyanguren de Santa Inés, impreso en Tlalpan, Valle de México, en 1738. Un libro diseñado para preparar misioneros en Manila que entrarían clandestinamente al Japón Tokugawa.

La amenaza española sobre Japón era real.

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

Liga 2:

Liga 3:

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