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Opinión

Ver para pensar: Douglas como Benjamín Franklin (el juego de la edad)

Federico Anaya Gallardo

Yo conocí a Michael Douglas (n.1944) en la tele, en la serie Las Calles de San Francisco de la ABC estadounidense, que transmitía Televisa en México. Si mal no recuerdo, la pasaban en el horario nocturno del Canal 5, luego de programas como El hombre Nuclear. (La intro la puedes ver en la Liga 1.) Allí, Douglas era un joven y apuesto detective llamado Steve Keller que aprendía a resolver homicidios con un veterano narigón, el teniente Mike Stone, interpretado por Karl Malden (1912-2009). Stone/Malden y Keller/Douglas presentaban una relación de maestro-alumno, experto-aprendiz muy atractiva –que se reproducía en la vida real. Malden llegó a considerar a Douglas como el hijo que nunca tuvo. La serie llegó a 120 capítulos entre 1972 y 1977.

Michael Douglas, por su parte, tenía a su propio padre: el legendario Kirk Douglas (1916-2020), estrella de Veinte mil leguas de viaje submarino (1954), Espartaco (1960) ó Siete días de mayo (1964). Aparte, Kirk Douglas fue parte de la lucha que quebró el macartismo y la censura anticomunista en Hollywood. Del primer matrimonio de Douglas senior (con Diana Dill) nacieron Michael y su hermano Joel (n.1947). Ambos se volvieron productores de cine. Aunque Michael es conocido como actor, su primer Óscar lo recibió en 1975 como productor de Atrapado sin salida dirigida por Milos Forman y titulada en el original como One Flew Over the Cuckoo’s Nest, estelarizada por Jack Nicholson. El guion se lo consiguió a Michael papá Kirk. Notemos que esto ocurría al mismo tiempo que Las Calles de San Francisco cosechaba gran éxito en la pantalla chica.

Ya viejo, Michael Douglas sigue activo. Cosa rara, sigue jugando con (playing in)relaciones maestro-alumno, aunque por supuesto ha cambiado de polo. En 2000, teniendo 56 años, interpretó al viejo profesor de literatura Grady Tripp frente al brillante estudiante James Leer (Tobey Maguire, de 25) en Wonder Boys (Loco fin de semana, dirigida por Curtis Hanson). Un década más tarde, en 2013, con 69 años, interpretó a Liberace en Detrás del candelabro (dirigida por Steven Soderbergh) junto a Matt Damon como el joven asistente-amante del pianista. Y ahora, en 2024, un Michael Douglas de 80 años interpreta a Benjamín Franklin como embajador de los rebeldes estadounidenses ante la Corte Real de Versalles, adonde llega acompañado por su nieto William Temple Franklin (Temple) –interpretado por el aún adolescente Noah Jupe (n.2005).

La serie está basada en un libro titulado A Great Improvisation: Franklin, France, and the Birth of America (Henry Holt & Co., 2005). Fue escrito por la masachusetana Stacy Schiff (n.1961). Esta fue la tercera biografía de Schiff, quien publicó una vida de Saint-Éxupery (el autor de El Principito)en 1994 y otra de Vera, la mujer de Vladimir Nabokov, en 1999. La vida de Vera le valió el Premio Pullitzer en 2000. Luego de A Great Improvisation, Schiff escribió en 2010 una vida de Cleopatra.

Puedes ver, querida lectora, que el material original para la serie era interesante. Schiff no está “encuadrada” en una institución de educación superior (IES) y no obtuvo un grado académico especializado –es simplemente una bachelor in arts (B.A.) por el Williams College. Es decir, nomás es licenciada. Pero la densidad académica puede venir de muy diversas fuentes. De entrada, Schiff nació en un pueblo llamado Adams en el municipio de Berkshire, Massachusetts que, cuando se fundó (1762) se llamaba “Hoosak Oriente”, pero cuyos habitantes decidieron llamar “Adams” apenas 12 años más tarde (1778). Eran los días de la guerra contra los británicos y los masachusetanos rebeldes honraban a sus primeros héroes. El pueblito de Adams en Berkshire ensalzaba a Samuel Adams –el primo radical y entrón de John, de quien te conté la semana pasada. Los buenos símbolos tienen raíces simples pero profundas. Las y los ciudadanos rebeldes premiaron primero al valiente revolucionario que los liberaba y no al abogado quisquilloso que les construyó un régimen constitucional estable.

Así era el pueblo de nuestra biógrafa de Franklin. ¿Le importan a ella estas cosas? Me parece que sí, por el detalle con el que describe la aventura francesa de Franklin. Pero hay más.

Stacy Schiff es hija de Morton y Ellen. Aquél, cabeza de una venerable tienda de ropa en el pueblo; ésta, profesora de Literatura Francesa en el Massachusetts College of Liberal Arts. La tienda del señor Morton fue fundada por el bisabuelo de Stacy en 1897 y la universidad adonde enseña la señora Ellen nació en 1894 como la Escuela Normal de North Adams con una vocación originalmente femenina y fue desde el principio parte del sistema público del Estado. Stacy no estudió en la universidad de su madre, sino en el Williams College –una IES privada fundada en 1793 con la herencia de un colono llamado Ephraim Williams muerto en la guerra contra franceses é indios de 1755. De hecho, todo el pueblo (que se llama Williamstown) existe gracias a ese testamento. El testamento de Ephraim estipulaba que la donación de tierras y dineros sólo sería valedera si en el pueblo se establecía “una escuela libre”. Esta universidad nació pequeña y lo sigue siendo. De acuerdo a la Wikipedia inglesa sólo hay dos mil estudiantes y 360 “voting faculty members”.

Tanto la idea de “escuela libre” como la aclaración de que los académicos votan nos dice algo del modo de gobierno que se dio esa sociedad de colonos. Aparte, la ubicación de Williams College –al poniente de la región de Nueva Inglaterra y justo en la frontera con Vermont– nos remite aún hoy al “ecosistema” rural, participativo y autonomista en el que nació la gran rebelión estadounidense del siglo XVIII.

Estos orígenes sencillos (pero no pueblerinos) pregonan la democracia cara-a-cara y muestran una impresionante vocación por lo público (en el sentido moderno de la palabra). Es desde ese estado de ánimo masachusetano que Stacy Schiff cuenta las aventuras del septuagenario Benjamín Franklin en Francia. En el relato del año 1783 (capítulo 11), cuando los embajadores estadounidenses finalmente lograron que Inglaterra reconociese la independencia de sus colonias, la biógrafa nos cuenta cómo Franklin convenció al ministro francés de exteriores (Charles Gravier, conde de Vergennes, 1717-1787) para que la Corona francesa autorizara una edición de las trece constituciones de los Estados angloamericanos rebeldes. En el verano de aquél año, se repartieron copias a todo el cuerpo diplomático en París y se entregaron dos copias empastadas a todo lujo a Luis XVI y María Antonieta. El público culto europeo estaba maravillado de la complejidad de las cartas constitucionales rebeldes. Franklin comentó que “muchos tenían mala opinión acerca del estado de la civilización en América y no esperaban encontrar en nuestros desiertostanto conocimiento político y sagacidad” (p. 332).

Se trataba de una sagacidad que venía de la Wilderness, ese desierto fronterizo de bosques oscuros y salvajes en el que los colonos construían casas y cosas que los europeos sólo habían conocido como utopías. Los nacientes Estados Unidos de América no podrían haber encontrado mejor embajador en París que Franklin.

Con este material como base, los ocho capítulos de la serie Franklin de AppleTV+ prometían ser una maravilla. (Puedes ver la serie en el servicio de streaming de Apple, lectora. El tráiler ó corto lo puedes ver en la Liga 2.)

La serie fue producida por Richard Plepler, el legendario directivo de HBO que llenó de contenido aquélla frase que rezaba No es televisión, es HBO. Bajo el liderazgo de Plepler surgieron éxitos como Juego de Tronos (2011-2019) y Boardwalk Empire/El imperio del contrabando (2010-2014). En su tiempo, HBO también produjo la película Detrás del candelabro de Soderbergh. En otras palabras, la inclusión de Michael Douglas en una nueva dramatización histórica venía de un contexto luminoso.

Pese a todas esas expectativas, en opinión de Ben Travers de IndieWire (Liga 3), la serie dejó mucho qué desear. El comentarista cree que la narración se mueve lenta como un caracol (“at a snail’s pace”). Para Travers, el director Tim Van Patten (n.1959) habría podido sacarle más jugo a la extraña relación entre el anciano Franklin (Douglas) y Temple, su nieto adolescente (Jupe). Tiene razón y doble: la semana que viene te contaré de los detalles.

Hoy cierro esta kino-reseña con una comparación. En la serie John Adams de Tom Hooper (2008), Benjamín Franklin es interpretado por Tom Wilkinson (1948-2023). Wilkinson era cuatro años mayor que Michael Douglas, pero tenía sólo 60 años cuando retrató a Franklin anciano. Su performance de hace 16 años me parece mejor que el del octogenario Douglas hoy en día. De entrada, los maquillistas de Wilkinson respetaron las características calva y barriga de Franklin. Los de Douglas, no. Parecería que en Douglas anidó cierta vanidad à-la-Liberace. La imagen de Douglas no representa al anciano de más de setenta años, por más que las escenas insistan en las enfermedades del ingenioso patriota angloamericano.

La cuestión no es menor, como te contaré en detalle la semana próxima, lectora. En su tiempo, el anciano Franklin fue criticado por su conducta “inapropiada” durante su misión diplomática en París. En el capítulo tres de John Adams (“No me oprimas”) un renqueante Franklin/Wilkinson recomienda a un escandalizado Adams/Giamatti que se consiga una amante para aprender Francés más rápido; y le da la puntilla diciéndole que en Francia era necesario ser “algo indecente” para tener éxito. Los supuestos amoríos de Franklin con Madame Helvetius (1722-1800) se retratan vívidamente en la serie de 2008: Allí vemos a un Franklin de 70 años tomar un baño desnudo con una Helvetius de 53 ante los azorados ojos del quisquilloso Adams. El escándalo servía para mantener la atención de la Corte en el embajador estadounidense. Su libertina vejez llamaba más la atención. En la serie de 2024, el Franklin de Douglas no transmite ese sentido del escándalo porque el actor prefirió verse más joven.

https://www.indiewire.com/criticism/shows/franklin-series-review-michael-douglas-not-very-good-trend-1234973792/

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