Al menos 28 manifestantes perdieron la vida y decenas más resultaron heridas en el sur de Irak, un día después del incendio del consulado de Irán en la ciudad santa chiita de Nayaf, que supone una escalada de las protestas sin precedentes contra el poder establecido.
Centenares de manifestantes que gritaban “Fuera Irán” y “Victoria a Irak” en el recinto del consulado en llamas en la simbólica ciudad santa, que recibe cada año a millones de peregrinos, llegados sobre todo de Irán, lanzaron una nueva etapa en el primer movimiento social espontáneo en Irak en décadas.
Las víctimas perdieron la vida por disparos de bala y otro centenar resultaron heridos en el desalojo de dos puentes de la ciudad, que es un símbolo histórico de las luchas sociales en el país, informaron fuentes médicas y de seguridad.
Las autoridades de Nassiriya decretaron toque de queda en la provincia como antes lo habían hecho las de Nayaf, donde reinaba la calma.
Las fuerzas de seguridad se desplegaban por los alrededores de la ciudad y registraban a las personas y vehículos que accedían al centro.
Nuevos comandantes militares
Esta operación de las fuerzas del orden se produce tras el nombramiento de un nuevo comandante militar en la provincia. Las autoridades nacionales están recurriendo a militares para que les ayuden a hacer frente a un movimiento que desde el 1 de octubre ha dejado más de 360 muertos y 15 mil heridos, según un balance compilado, ya que no hay datos oficiales.
Bagdad acusa a personas “ajenas a las manifestaciones legítimas” de querer “socavar las relaciones históricas entre los dos países” con el incendio del consulado iraní de Nayaf.
En Teherán, que ve en el movimiento de protesta en Irak un “complot”, el ministerio de Relaciones Exteriores iraní reclama una “acción decisiva, eficaz y responsable contra los agentes destructores y los agresores”.
En dos meses de manifestaciones, los iraquíes no esconden en las calles su ira contra su gran vecino.
Los manifestantes consideran que el sistema político instaurado por los estadunidenses que derrocaron el régimen de Sadam Husein en la invasión de 2003, está agotado.
Sobre todo, por la influencia creciente de Irán y de su poderoso emisario para asuntos iraquíes, el general Qassem Soleimani, encargado de las operaciones exteriores del ejército ideológico de la República Islámica.
Los iraquíes reclaman una reforma profunda del sistema político y la renovación total de una clase dirigente corrupta e inepta. Oficialmente, 410 mil millones de euros han sido desviados en 16 años, es decir, dos veces el PIB del país.
Los dos países con mayor influencia en Bagdad, Estados Unidos e Irán, mantienen su guerra de influencia en Oriente Medio, aunque en Irak, Teherán ha tomado la delantera mientras Washington está de retirada.
Parálisis en el sur
Mientras que el general Soleimani ha logrado que el conjunto de los partidos en el poder cierren filas en torno al primer ministro Adel Abdel Mahdi, Estados Unidos se limita a hacer declaraciones oficiales hueras.
El vicepresidente estadounidense, Mike Pence, que viajó a Irak la semana pasada, ignoró a las autoridades de Bagdad y se limitó a visitar únicamente sus tropas y al gobierno autónomo del Kurdistán. Mientras tanto, la vida en el país está casi paralizada.
En el sur, los colegios permanecen cerrados desde hace semanas y las administraciones que no han cerrado sus puertas exponen pancartas en el frontispicio con el mensaje “cerrado por orden del pueblo”.
En las calles y en las autopistas, los manifestantes dejan clara su rabia con espesas nubes de humo negro: queman neumáticos para tratar de bloquear y afectar al gobierno en el único punto que puede hacerle mal, el oro negro y sus preciosos ingresos.
Pero hasta ahora, no han logrado afectar la producción y la distribución del petróleo, única fuente de divisas del país que representa el 95 por ciento de los ingresos de un gobierno terriblemente endeudado.
EFE