En 2017, tres escritoras que se encontraban en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara se dieron cuenta que había muy poca oferta de cuentos escritos por mujeres, con lo cual comenzaron una aventura editorial que ya dio como resultados la publicación de cuatro volúmenes.
Catorce mujeres que cuentan fue el título de la primera antología, para la cual recibieron casi 50 historias, aunque se quedaron 14 autoras con dos cuentos cada una; la segunda se llamó Once mujeres que cuentan erotismo, le siguió Mujeres de miedo que cuentan y, ahora, lanzan Mujeres que cuentan secretos (Narratio Aspectabilis, 2020) coordinado por la escritora nicaragüense y promotora cultural Linda Báez Lacayo.
“Cuando comenzamos, sentíamos que hacía falta ese espacio. Las escritoras que nos han hecho los prólogos y las contraportadas —con carrera y muchas publicaciones, como Gioconda Belli, Daysi Zamora, Pía Barros o Laura Martínez Belli— nos decían que el esfuerzo es muy positivo para darle oportunidad a las voces jóvenes, tanto por edad como porque llegamos tarde a la literatura: estamos abriendo brecha y marcando una pauta, para que en el futuro se le preste más atención a las mujeres que escribimos”.
Una de las características de la convocatoria es que se incluye a escritoras de distintas nacionalidades, de Cuba, Nicaragua, Chile, Argentina y México: Linda Báez Lacayo en “Lo observas y callas”; Mayte Alcelay Arcelus, a través de “El funeral de la abuela Patita”; Verónica Mas en “Un café convertido en concierto”; Martha Govea a lo largo de “Mala mujer”; “El tren azul” por Irene Selser, o “Las malas lenguas” de Georgina Viteri.
Para la elección, relata la coordinadora del volumen, se lanza una convocatoria que pasa por diversos filtros en la revisión de los cuentos, porque si bien se trata de un espacio para las mujeres escritoras, también se busca que sean textos con calidad literaria.
Un diario sobre la pandemia de covid-19
Ligia Urroz participa de este volumen con el relato “Diario de un aislamiento”, un texto escrito a finales de marzo y principios de abril de 2020, que pareciera no estar relacionado con la idea de los secretos, sino con el tiempo que vivimos, aun cuando al final termina por estar mucho más emparentado de lo que aparente.
“La persona que está escribiendo el diario empieza a anotar lo que ocurre en su vida, en su mente, todo lo vinculado a la covid y a hacer el recuento de la historia, desde que la gente se pregunta sobre sus orígenes hasta que la OMS decreta que se trata de una pandemia, pero llega el momento en el cual a ella se la llevan en una ambulancia y ya no puede seguir anotando más, ahí es donde está el secreto: todo lo que escribe a partir del momento en que se la llevan ya no va a poder ser revelado”.
Para la escritora de origen nicaragüense, aunque radicada en México, se trata de un tema muy duro precisamente porque hay muchas preguntas sin respuesta: hay quienes ni siquiera se pueden despedir de su gente, de los suyos: no tiene a nadie al lado de la cama, o que le ayude a cerrar ciclos.
“Seguimos frustrados, insomnes y, además, sin ser vacunados. Sabemos que debemos seguir guardados, proteger a la gente, pero ahora ya vemos una luz al final del túnel. Una de las cosas es que este diario está escrito desde la perspectiva de lo desconocido, de no sé qué me va a pasar, lo que no sé qué es y no hay ninguna vacuna o cura de la enfermedad”.
De su presencia en el volumen Mujeres que cuentan secretos, Ligia Urroz resalta la importancia de que sean las mismas escritoras quienes impulsen esta antología, porque se permite tener un reconocimiento en voces de chilenas, de argentinas, de mexicanas o de nicaragüenses: “pese a la diversidad, básicamente somos una”.
Con información de Milenio