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Mesa Revuelta / La gallardía y la currada potosina

Javier Padrón

Otro día más de intensa confrontación entre Octavio Pedroza y Ricardo Gallardo, la disputa por la gubernatura se vuelve encarnizada y todo indica que así seguirá, no hay visos de una elección tersa, la violencia política ya ensombrece al país y aquí, lamentablemente, son varios los interesados en echarle leña al fuego para trastocar la jornada electoral.

Parafraseando la retórica del cuatrienio horacista, se asoma la espiral de la violencia, la ingobernabilidad, la discordia entre los potosinos, y puede haber dos candidatos declarados ganadores el seis de junio.

Por la mañana apareció una hielera con una cabeza de cerdo en su interior en la casa de campaña del panista que, desde sus redes sociales, lo denunció como una amenaza a su persona y de manera implícita responsabilizó a su adversario, al que ya no deja de criminalizar en sus discursos de campaña.

Nadie espera que la policía investigadora vaya a dar con los responsables de este acto teatralizado que infunde medio colectivo, sería parte de una cadena de sucesos similares o hasta peores encaminados a la construcción de un escenario de violencia política concebido desde el poder y sus sótanos, del que sería culpable (of course) Gallardo, por su situación de vulnerabilidad en la que se encuentra por las denuncias en la UIF y la presunta vinculación al crimen organizado que le achacan actores políticos y medios de comunicación.

Se habla mucho de los Gallardo pero poco o nada de la presencia en suelo potosino de los carteles del Golfo, Jalisco Nueva Generación, los Zetas, del Noroeste, Los Talibanes, San Luis Potosí Nueva Generación y Los Ministeriales, que es público y notorio hacia donde apunta y hay un mutis general. Estos datos provienen de la Secretaría de Marina e identifica a varios grupos priistas y panistas de la Huasteca involucrados con los carteles.

Hace seis años se le encarceló a Gallardo acusado de un desvío millonario en el municipio de Soledad cuando se preparaba para postularse a la gubernatura por el PRD, el gobierno peñista lo acalambró y once meses después lo soltó, mediante los buenos oficios de Osorio Chong, a cambio de 60 mil votos gallardistas que le permitieron al actual gobernador Carreras (dixit Roberto Rock) ganarle la elección al PAN.

Los Gallardo, padre e hijo, desde que emergieron en Soledad con el PRD como una fuerza política que desconfiguró el bipartidismo del PRIAN, se les ha envuelto en una leyenda negra que ha servido de objetivo perfecto para velar la realidad y solo visibilizar una parte del problema: toda la clase política potosina, incluyendo a la púdica Morena, nada en el mismo fango, solo que en esta rentable industria también hay niveles, los hay de cuello blanco y de origen proletario, hay discriminación.

En otros momentos sin turbulencia, el gallardismo integró a sus filas apellidos ilustres de la currada potosina como Nava, Benavente, Zamanillo y Artolozaga, agarrados de las tripas o no, legitimaron a este grupo político que proviene de la periferia y que ahora amenaza con derrotar en las urnas al orden establecido hace cinco décadas por el rochismo, esa feliz cohabitación de priistas, panistas y navistas que ya no tiene la misma fuerza con un gobierno federal que se concentra en apoyar a las clases populares.

El caso del alcalde con licencia Xavier Nava es patético, con todo y sus abogados de renombre que cobraron una millonada del erario, solo le hizo cosquillas en la Fiscalía General del Estado a su antecesor y padrino Ricardo Gallardo Juárez, al que culpó de mil fechorías y que hoy muy campante reapareció investido como “El Gallo” en un acto de campaña del hijo pródigo navista, Leonel Serrato.

Leonel es de origen humilde, no estudió con los maristas ni en el Tec de Monterrey, pero sí ascendió socialmente gracias al exgobernador Horacio Sánchez, y ahora es un ferviente impulsor del “Pollo” Gallardo y está muy cerca de ganar la alcaldía capitalina con las siglas del PVEM y PT, a menos que solo sea un topo del que le regaló la notaría pública.

POLÍTICA EN LA UASLP

El rector Alejandro Zermeño está en una disyuntiva para encontrar al sucesor idóneo del secretario general Marco Antonio Aranda, otro más que estuvo al servicio de la gallardía en el ayuntamiento capitalino.

Se habla de una terna compuesta por el abogado Jorge Chessal Palau, con buena fama pública y coordinador de la especialidad de Derecho Privado; Daniel Pedroza, secretario de Finanzas de Carreras en sus últimas horas y Alfonso Castillo Machuca, el que fungió de secretario general del exgobernador Marcelo de los Santos y salió con notaría en la bolsa.

Esta terna a lo mejor es desechada y se impone a Joel González de Anda, actual abogado general, está más que puesto, ya sueña que después llegaría a ser rector. La camarilla protocolaria que rodea al doctor Zermeño ven a éste como un ingenuo  y fácil de manipular, no lo respetan.

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