Federico Anaya Gallardo
La semana pasada reseñé dos versiones cinematográficas de una novela que era, en realidad, una biografía (Así se templó el acero, de Ostrovski). Hoy me acercaré a la persona “culpable” de la mixtura entre realidad y ficción en la literatura rusa y soviética. Máximo Gorki vivió su vida (1868-1936) como una tremenda novela de aventuras. No fue el primero en hacer eso. Lord Byron (1788-1824) en Inglaterra y Mark Twain (1835-1910) en EUA construyeron su persona pública al modo en que creaban suspersonajes literarios. Hace tres años, en una colaboración para La Jornada San Luis sobre la idea de juventud recalé en Twain y Gorki (Liga 1). El primero idealizó la juventud desde Tom Sawyer (1875) y Huckleberry Finn (1885) hasta el muchacho yanqui de Connecticut que visita la corte del Rey Arturo (1889). Todas estas historias han sido llevadas a la pantalla. Hacia 1900 Twain era una celebrity: un juvenil viejo, irreverente y crítico. Ese Twain-personaje es ahora parte de muchas otras películas y programas de TV …incluida Viaje a las Estrellas: La Nueva Generación, temporada 5, episodio 26 (“Time’s Arrow”/“La flecha del tiempo”)… adonde don Samuel Clemens (así se llamaba Twain) se admira de la sociedad igualitaria del siglo XXIII, la tecnología espacial y sólo lamenta que ya nadie fume puro.
Al tiempo que el estadounidense alcanzaba la fama literaria, en los 1890s, Gorki empezó a publicar sus cuentos. Sus personajes eran casi todos jóvenes, desde la pareja de gitanos que prefieren la muerte a perder su libertad en Makar Chundra (1892), pasando por el muchacho jornalero que ayuda al parto de una mujer desconocida a orillas del Mar Negro en Nace un hombre (1912), hasta Música (1913) y Primer Amor (1923). En esos caracteres adivinamos al joven Gorki jornalero migrante, pordiosero y militante socialista. Gracias a su autenticidad Gorki también adquirió estatus de celebrity hacia 1900: el primer embotellamiento en Petrogrado lo causó su mudanza a la capital zarista. Los jóvenes se vestían como él, las jóvenes se comprometían en tareas revolucionarias siguiendo su ejemplo. Twain y Gorki son esencialmente autores autobiográficos. Y ellos fueron quienes establecieron el canon ideal de la maduración para nuestro largo siglo.
Pero Gorki es más denso que Twain. El estadounidense nació y se desarrolló en una sociedad abierta, en expansión económica, dominada ideológicamente por afanes igualitarios y que permitía debates complejos. Por eso es que su Huckleberry se puede leer al mismo tiempo como nostalgia del Sur esclavista y como defensa de la igualdad esencial de todos los seres humanos. Allí podían ganar los progresistas y a veces vencían. La sociedad en que nació y creció Gorki no permitía estas sutilezas. La explotación en Rusia era inhumana y sin esperanza. La defensa de los desposeídos debía ser igualmente dura. Por eso Alexéi M. Peshkov (Алексей М. Пeшкóв) escogió el seudónimo Máxim Gorki. Gor’kii (Горький) significa amargo… el escritor ruso es “Máximo Amargo”. En el cuento En la Estepa (В степи, 1897) Gorki describe (en primera persona) la pelea de cuatro hombres hambrientos por unos mendrugos, y detrás del asesinato de uno de ellos podemos imaginar la necesidad del canibalismo. Peshkov/Gorki había sido trabajador migrante y sus lectores sabían que podía estar contando una experiencia personal.
En el cuento Chelkash (Челкаш, 1894) un Gorki de 26 años, quien pese a su marginalidad (o precisamente por ella) ya pertenecía a la red de activistas marxistas rusos, empieza el cuento describiendo la explotación capitalista en los enclaves petroleros a orillas del Mar Negro. Luego de una aventura terrible, el narrador reflexiona sobre la deshumanización que causa la injusticia social: “La memoria, el azote de los infelices, anima las piedras del pasado y agrega unas gotas de miel incluso al veneno que se bebió una vez” (sigo la versión inglesa de George Reavey en A Sky-Blue Life and selected stories, Nueva York: Signet, 1964).
Gorki fue un pobre marginal quien se elevó por sí mismo a la fama intelectual. Su familia, de clase media baja provincial, cayó en la miseria al quebrar el negocio de tintorería del abuelo materno (originalmente un peón-botero en el Volga). Péshkov/Gorki se enseñó él mismo a leer y a escribir pues cursó sólo cinco meses de instrucción primaria. Desde los 8 años sobrevivió trabajando. Con su abuela materna pepenó ropa vieja y basura; se contrató como jornalero agrícola; tomó trabajos en factorías y botes mercantes (como pinche de cocina); fue aprendiz de zapatero y ayudante en un taller de íconos religiosos. Vagó por campos y ciudades (como obrero temporal a veces y en situación de calle siempre). Este currículum lo exhibió con orgullo en su obra. Gracias a un cocinero de un vapor en el Volga, Alexéi se aficionó a leer y leía cuanto caía en sus manos –desde poesía de Pushkin a vidas de santos y novelitas de aventuras traducidas del francés– y al parecer, también oía cuentos, consejas y anécdotas de quienes le rodeaban… y de allí salió su universo literario.
Todo lo anterior, lectora, podrás leerlo en las tres novelas autobiográficas que Gorki escribió entre 1913 y 1923: Infancia (Детство), Entre la gente (В Людях) y Mis Universidades (Мои Университеты). Pero también puedes verlo en YouTube en ruso con subtítulos en inglés (Ligas 2 a 4) en tres películas dirigidas entre 1938 y 1940 por Mark Donskoi (el mismo que llevó a la pantalla Así se forjó el Acero en 1942). Las audiencias soviéticas (y del mundo) podían ver en la pantalla cómo en el mundo había injusticia y desesperación, pero también héroes capaces de elevarse y vencer esa realidad. Alexéi/Máxim niño se promete en la pantalla a no perder la esperanza en los seres humanos.
Parecería que la memoria endulza todo. Pero ni Gorki ni Donskoi nos permiten ese escape. La narración cruda de la infancia de Alexéi Peshkov y de sus aventuras entre la gente muestran claramente que el veneno recibido en el pasado sigue siendo toxina, estupefaciente o narcótico por más dulce que nuestra memoria lo quiera hacer-parecer. Gorki está en las antípodas de su contemporáneo inglés J.M. Barrie, quien admira la capacidad de los niños para crear mundos alternos tan sólo a partir del make-believe. Gorki no se dejó engañar por las mieles que la memoria dejó caer sobre sus peores recuerdos. Gorki era realista: el pasado es como es y no puede eliminarse, mucho menos endulzarse. Pero lo que sí es posible hacer, y es un deber hacerlo, es sobreponerse a cualquier pasado y servir a la humanidad. Todo esto, lectora lo encontrarás en las versiones que te recomiendo de las tres películas de Donskoi.
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