Federico Anaya Gallardo
El profesor Bernardo H. Bolaños Guerra, de la UAM-Cuajimalpa, nos comenta en Twitter (Liga 1) acerca de Munich: The Edge of War (Múnich en vísperas de una guerra), película dirigida por Christian Schwochow para Netflix (2021): “Hay paralelismos reales con el presente. El primer ministro Neville Chamberlain aceptó el ultimátum de Hitler.” En su hilo, el doctor Bolaños nos recuerda que igual que en 1938 Alemania buscaba anexarse los Sudetes (tierras checoslovacas habitadas por alemanes étnicos), “Rusia hace hoy reivindicaciones radicales sobre Ucrania, Rumania y Bulgaria”.
Efectivamente, estamos ante una película de moda que habla de cosas serias y relevantes para nuestros tiempos. Pero, tanto en geopolítica como en política comparada es necesario analizar tanto las similitudes como las diferencias. Ver el Múnich de Schwochow y leer la novela de 2017 en la que se basó, escrita por el inglés Robert Harris (edición en Castellano por Grijalbo de 2018), es un muy buen primer paso.
También conviene leer la entrevista que realizó Alex von Tunzelmann al novelista y a Jeremy Irons, quien interpreta al primer ministro británico Neville Chamberlain en la película. (La publicó The Guardian, Liga 2.) Irons y Harris subrayan la importancia de rescatar la figura del viejo primer ministro, quién pasó a la Historia como el tonto que se dejó engañar por Hitler. A Chamberlain se le achaca toda la culpa de la política de apaciguamiento (appeasement) que permitió a Hitler remilitarizar Renania (1936), anexarse Austria (Marzo 1938), ocupar los Sudetes (Octubre 1938) y anexarse la mitad de Checoslovaquia (Marzo 1939). Todo esto, antes de invadir Polonia en Septiembre de 1939 para recuperar el puerto y región de Danzing (el Gdansk polaco de hoy). Estos son hechos históricos duros y, revisados con los ojos de quienes sabemos el horror que vino después, no hay modo de justificar la flexibilidad de Gran Bretaña y Francia frente al nazismo.
Pero faltan algunas piezas del tablero. Primero, recordar la posición polaca en esos años. Polonia había recuperado su independencia en 1918 y luego se había anexionado el oeste de las actuales Ucrania y Bielorrusia. En los 1930s estaba gobernada por el Mariscal Piłsudski en uno más de los regímenes fascistas europeos. Como Polonia fue invadida por los nazis, hoy se olvida que, como consecuencia del apaciguamiento de 1938, también los polacos ocuparon territorio checoslovaco (la región de Cieszyn) alegando que allí había una mayoría étnica polaca. Hungría, entonces gobernada por el también fascista Nicolás Horthy, ocupó otras regiones del sur de la actual Eslovaquia –con el mismo razonamiento.
Otro detalle que podría interesarte investigar, lectora, luego de entretenerte con la película de Schwochow, es el papel de la Unión Soviética en la Crisis de Múnich de 1938. Usualmente nadie cuenta mucho de esto, pero la URSS también tenía un tratado de asistencia militar con Checoslovaquia y Francia. La Conferencia de Múnich se celebró para evitar que una invasión alemana de Checoslovaquia activase el tratado de Praga con París y Londres. ¿Por qué entonces no participó también Moscú, que estaba coaligado con París y Praga?
Primero, porque la URSS no tenía frontera directa con Checoslovaquia. Recuerda, lectora, que Polonia ocupaba desde 1921 el occidente de Ucrania. Por tanto, para cumplir sus obligaciones con Praga, Moscú debería atravesar territorio polaco –y Piłsudski no lo permitiría. Es decir, defender Checoslovaquia implicaba una guerra simultánea contra los fascistas de Polonia y Alemania. Por tanto, los soviéticos insistieron en que ellos sólo atacarían una vez que Francia activase su asistencia militar a Praga. Francia decidió traicionar a Checoslovaquia.
Segundo, los soviéticos no fueron invitados a Múnich porque ni Francia ni Inglaterra deseaban fortalecer la posición geopolítica de la URSS. Y esto tenía dos razones. Una era militar: en 1938 el Ejército Rojo ya era una fuerza moderna y reconocida. Los tanques T-34, los bombarderos Katiushka y los cazas Polikarpov habían sido probados en la Guerra Civil Española. La otra era ideológica: los gobiernos occidentales, especialmente el británico, eran anticomunistas.
Stephen Kotkin ha explicado muchas veces que una de las preocupaciones de Chamberlain era que vencer a Hitler en 1938-1939 implicaba permitir la entrada de la URSS en Europa Central y el control comunista en esa región. (Te recomiendo su conferencia de Abril de 2018 en el Woodrow Wilson Center, Liga 3, específicamente los minutos 38 a 42.) La política de apaciguamiento británica de 1938 tenía esta esencial arista ideológica. Las potencias occidentales preferían que los regímenes fascistas detuviesen el avance comunista; pero triste asunto para ellas, el nacionalismo revanchista alemán y el racismo hicieron imposible un arreglo duradero. Parecería que Lenin y Stalin atinaron algo en su evaluación de las contradicciones inter-imperialistas. Y que el viejo Platón tenía razón: hay perros tan bravos (fascismo) que muerden hasta a la familia (capitalismo).
En resumen, no estoy seguro que, con todos estos detalles, sea tan fácil equiparar la crisis de 1938 con la actual escalada geopolítica entre Rusia y Ucrania. Pero habrá que intentar la comparación, aprendiendo de las semejanzas (pocas) y las diferencias (muchas).
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