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Opinión

Ver para pensar: Madre India

Federico Anaya Gallardo

hora quiero invitarte, lectora, a ver un par de películas extrañas. La extraña hazaña colectiva de la www las tiene disponibles ambas en YouTube. Ya las he mencionado al contarte de los entrecruzamientos que llevaron a un estadounidense comunista y exiliado llamado John Berry (1917-1999) a filmar en India las aventuras de un chico yanqui, su amigo hindi y una elefanta llamada Maya. La primera fue estrenada en 1957 y se titula Madre India (मदर इण्डिया, Madar Indiya). Fue dirigida por el hindi Mehboob Khan (महबूब ख़ान, 1907-1964). Te regalo el logotipo de su Estudio (Mehboob Productions) con su hoz y su martillo rodeando la “eme” de su apellido. Este símbolo inicial es relevante. Lo puedes ver en la versión en Hindi sin subtítulos en la Liga 1. (Aparece justo después de la licencia oficial para distribuir el filme en India.) En la Liga 2 puedes ver una versión con subtítulos en Castellano, donde esas dos primeras imágenes fueron eliminadas. (Probablemente se trata de la versión usada para los Óscares de 1957 –adonde un símbolo comunista habría causado cierto escándalo.)

La República India nació de antiguas contradicciones y sueños de modernidad. Tiene una antiquísima organización de castas, legalmente abolida pero socialmente vigente. Imperan dos religiones dominantes y enfrentadas: Hinduismo e Islam. Tiene más de cuatrocientas lenguas, de la cuales la Constitución de 1949 reconoce 22 como regionales. Hay cientos de grupos étnicos –de los cuales 50% proviene de una gran migración “indo-aria” que se pierde en la noche de los tiempos (y la leyenda) mientras que un respetable 20% representa a los aún más antiguos pueblos dravídicos. Que no te engañen los porcentajes, lectora. Los “minoritarios” pueblos dravídicos de la India suman 200 millones de ciudadanas y ciudadanos… 50 millones más que todas las mexicanas y mexicanos en las Américas.

Que tampoco te embrome el exotismo. ¿Recuerdas el famoso cuento del Rey que va desnudo? Pues su más antigua versión proviene del sur dravídico de la India y se ha contado por miles de años en lengua Tamil… para demostrar la soberbia de los gobernantes, la lambisconería de los políticos y el poder de la inocencia infantil. Ese extrañísimo y lejano país es al mismo tiempo maravillosamente cercano al resto de la humanidad.

Aparte, la Historia reciente de los pueblos de la India los une a nosotros en la aspiración modernizadora de la Revolución. (Así, con mayúscula.) Por eso Mehboob presumía orgulloso su hoz y su martillo. Y por eso la primera secuencia de Madar Indiya nos muestra a la protagonista principal, la bella Nargis Dutt (नरगिस दत्त, 1928-1981) simplemente conocida como Nargis (नरगिस) anciana y arrugada, sentada en medio de una parcela, besando un terrón, mientras los tractores pasan detrás de ella.

El nombre del personaje interpretado por Nargis es Radha (राधा). Mehboob juega con las palabras, pues Radha es el nombre de una Diosa, consorte de Krishna (कृष्ण) –que es la encarnación más importante del gran Dios Preservador del Mundo, Vishnu (विष्णु). Si la primera secuencia nos muestra a la anciana Radha besando la tierra que es arada por modernos tractores; la segunda nos enseña cómo ella se casó con Shamu –que vivirá la tragedia más grande en la película. El filme fue musicalizado por Naushad Ali (नौशाद अली, 1919-2006) quien cometió el “pecado” (para las audiencias indias de los 1950s) de usar una orquesta occidental “clásica”, pero interpretando tonadas que a nosotros (occidentales) nos suenan tradicionales hindi. La música de Naushad es instrumental, pero hay muchas piezas para cantar y bailar. (Al parecer ésta es una de las raíces del cine hindi del Bollywood contemporáneo.)

La secuencia de la boda nos muestra el esplendor de las tradiciones campesinas y cómo esta ceremonia es un evento comunitario. Mehboob nos regala aquí bellas escenas. Una caravana nupcial avanza por una colina al atardecer, frente a un horizonte incendiado. Las carretas de campesinos bajan a la mañana siguiente por un pequeño valle para cruzar el vado de un río. La música de Naushad hace un magnífico acompañamiento. Pero esta sección termina con una escena ominosa: la madre de Shamu discute con otras matronas de la comunidad. Estas le critican haberse endeudado para “casar bien” a su hijo –regalándole bellos brazaletes, aretes y collares de oro a su nuera. La realidad material es que la familia de Shamu ha debido hipotecar sus parcelas para pagar la ceremonia y esa deuda destruirá el patrimonio familiar y hundirá a todos en la miseria.

Aquí Mehboob nos presenta al personaje malvado del filme. Se trata del prestamista Sukhilala Baniy (alias Lala). Este es el único habitante del pueblo que siempre gana algo. Se presenta como “facilitador” y amigo de todos, pero explota a toda la población. Despiadado a la hora de cobrar sus préstamos, se aprovecha que él es el único alfabetizado y hace las cuentas como él quiere. Una historia que resuena en nuestra propia experiencia mexicana: los campesinos se vuelven esclavos del prestamista.

Shamu, a quien vimos primero como el gallardo y orgulloso novio en las ceremonias nupciales, se irá degradando en un trabajo cada vez más infame, pues Lala le arrebata las mejores parcelas. Shamu y Radha deberán cultivar un pedregal. Tratando de limpiar ese terreno, una gran roca aplastará los brazos de Shamu. El doble amputado depende ahora completamente de Radha y de sus tres hijitos pequeños, Ramu, Birju y una bebita. Eventualmente, Shamu abandona a su familia, quitándoles una carga pero hundiendo aún más su prestigio social.

Radha seguirá cultivando el pedregal y pagando la deuda con el prestamista –hasta que una inundación destruye todo el pueblo. Su bebita muere de hambre y frío. ¡La abuela también muere! Una tragedia absoluta de la cual la familia saldrá sólo por el esfuerzo de la madre abnegada. De hecho, el ejemplo de Radha inspira a toda la comunidad, hasta que reconstruyen el pueblo. Pero la reconstrucción incluye mantener el libro de cuentas del prestamista: Lala seguirá enriqueciéndose, quedándose con la tercera parte de todas las cosechas.

Ante la perseverante injusticia, los dos hijos sobrevivientes de Radha asumirán actitudes contrastantes. Ramu, el mayor, es sumiso y trabajador. Organiza al resto de los campesinos; aumenta la producción y paga puntual al agiotista. Birju, el menor, es desmadroso. La palabra es exacta: confronta a su madre exigiéndole que se rebele contra el prestamista y desborda la madre del apacible río social llamando a la insurrección. Estas características se notaban desde que era pequeño. El papel de Birju-niño lo tiene un Sajid Khan de apenas cinco años (nació en 1951). Recuerda, lectora, que Sajid es el chico de los barrios pobres de Bombay que fue adoptado por el director Mehboob y quien luego hizo fama en las Américas como Raji en Maya, la elefanta. (La semana que viene lo veremos en otra película de su padre adoptivo, Hijo de la India (सन ऑफ इंडिया, San of Indiya, 1962.)

La rebelión desorganizada de Birju atina en varios puntos. Es él –y no su apacible hermano mayor– quien descubre que el agiotista Lala ha engañado a todos aprovechándose del analfabetismo general. Pero Birju se convierte en bandolero y desata una violencia destructora. En el momento culminante de la película, su propia madre lo sacrificará. Radha, encarnando el rostro más oscuro de la Diosa, demuestra así la necesidad del orden social.

La sangre del hijo menor no correrá en vano. Gracias a su insurrección los campesinos ejecutaron al agiotista. Gracias a su rebeldía, los campesinos accedieron a la educación. Ramu hará la conexión de la comunidad con el Estado republicano para traer tractores, riego y el nuevo orden constitucional. Y así nos regresa el director a la escena inicial. La anciana Radha, acompañada de su único hijo sobreviviente, inaugura los canales de riego de la comunidad. Ramu y sus amigos ya son mayores, llevan lentes y visten como el presidente Nehru.

Último mensaje de Mehboob: el torrente de agua que recorre los canales no es cristalino… es rojo. La justicia no llegará sin sacrificios.

Interesante raíz del actual Bollywood, ¿verdad?

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