Federico Anaya Gallardo
Como te comenté en las dos ultimas kino-reseñas, lectora, el Capitán Marvel (hoy Shazam) en los años 1940s tuvo mucho más éxito que los hoy icónicos Supermán y Batman. Todos ellos aparecieron en el momento en que los EUA debía fortalecer la unidad nacional en la lucha antifascista, así que el salto de los cómics a la pantalla grande estaba cantado. Pero el primer superhéroe que apareció en ella fue el Capitán Marvel. Ocurrió en una serie de doce pequeñas películas producidas por Republic Pictures distribuidas en el formato llamado cliffhanger serials en Inglés. El tiempo total de la serie es de 3 horas y media, se tituló The Adventures of Captain Marvel ó The Curse of the Scorpion. (La puedes ver en YouTube en la Liga 1 gracias a Atomic Age Pictures con subtítulos automáticos en Inglés –que puedes pedir que se traduzcan a Castellano clickeando en la tuerquita.)
El nombre de ese formato es interesante. Se trata de series colgadas (hang) del acantilado (cliff). Una historia que se contaría en un solo largometraje se repartía en capítulos cortos de unos quince ó a lo mucho veinte minutos, cada uno de los cuales terminaba con una escena en la que el héroe, la heroína ó ambos se encontraban en gravísimo peligro… Digamos, a punto de caer en un abismo. Las y los espectadores quedaban picados esperando ver cómo se salvarían la semana siguiente. Recordemos que en los 1940s lo que acabo de decir ocurría en una sala de cine. La compañía cinematográfica que producía una serie cliffhanger debía tener listas en avance cientos de copias de varios capítulos (para no quedar mal); debía contar con un sistema de distribución muy amplio (para que fuera negocio); debía controlar una red de distribuidores propios ó muy seguros (que no fueran a soltar capítulos antes de tiempo). Imagina lo que esto significaba en un país de 132 millones de habitantes distribuidos en 9 millones de km2, seis husos horarios y dos océanos.
Aparte, como lo demuestra el affiche que te comparto, El Escorpión de Oro (The Curse of the Scorpion) se distribuyó también en México y Latinoamérica. (Notemos la extraña traducción castellana de Captain Marvel como “Capitán Maravillas”. ¡Santos Patos Pascuales, Batman!)
El serial fue dirigido en 1941 por John English (1903-1969) y William Witney (1915-2002). Nota las edades, lectora: English tenía 38 años, Witney apenas 26. Trabajaban juntos desde 1937 y se especializaban en hacer series cliffhanger. La dirección requería división de trabajo. En tiempo de rodaje se filmaba todos los días y los directores se alternaban. Uno (English) se ocupaba del desarrollo de los personajes y escenas relevantes para la trama. Otro (Witney) dirigía las escenas de acción. Juntos hicieron 17 seriales. Aparte de otros que cada uno hizo con otros directores. Por ejemplo, English dirigió Captain America en 15 capítulos junto con el más veterano Elmer Clifton (1890-1949). Regresaré a esta adaptación la semana que viene.
En la serie cliffhanger del Capitán Marvel, Billy Batson es interpretado por Frank Coghlan Jr (1916-2009) –quien en ese momento ya tenía 25 años pero siendo comeaños podía jugar el rol previsto en las revistas de Fawcett Comics. Aparte, Coghlan había sido, veinte años antes, un notable niño-estrella conocido como Junior Coghlan. En 1928 Coghlan había interpretado a un niño-reportero en una película muda de 60 minutos titulada Let’er Go Gallegher (Vamos, Gallegher) dirigida Elmer Clifton para DeMille Pictures. (Liga 2, sobre la que regresaré algún día.) En Vamos, Gallegher, el héroe es un chico de unos 12 años. Marginal y enamorado de los misterios policiacos. El azar y su ingenio lo ponen sobre la pista de un criminal y hace equipo con el reportero Henry Clay Callahan, interpretado por Harrison Ford (no el de Indiana Jones, sino un homónimo más antiguo, que vivió de1884 a 1957).
Así que el casting de esta primera película de superhéroes jugó con el reconocimiento público de al menos uno de sus actores (Coghlan) –tal como la Metro Goldwin Meyer hacía en esos mismos años con sus jóvenes estrellas Mickey Rooney y Freddie Bartholomew. Aquí es importante recalcar algo que ya te he comentado, lectora: el embrujo de la adolescencia. Este se ha perpetuado a través de la imaginería literaria y cinematográfica estadounidense. Hunde sus raíces en los relatos del Mississippi de Mark Twain y en los héroes de los bosques helados de Jack London y se reproduce viralmente hasta nuestros días mediante productos como la saga de Percy Jackson del novelista Rick Riordan (2005-2015).
El embrujo es una referencia permanente en el cine anglosajón y sus conexiones en el imaginario moderno global son múltiples. En todas estas producciones las aventuras fantásticas del adolescente se presentan en el mundo real-cotidiano para hacerlas verosímiles –incluso cuando explícitamente se insertan en la trama elementos mágicos, alienígenos ó de ciencia ficción, como los semi-dioses de Riordan ó los superhéroes de los que estamos platicando estas semanas.
Los productos cinemáticos de este género deben humanizar-actualizar a los dioses de antiguas mitologías. De eso se trata –precisamente– el acrónimo SHAZAM. Siguiendo la misma hebra narrativa, el guion de El Escorpión de Oro juega con las antiguas religiones. En nuestro caso, los directores nos explican al principio del capítulo-inicio (que dura 30 minutos) que la aventura empieza en “una remota sección de Siam, cerca de frontera con Birmania [adonde] existe una región volcánica que por siglos a sido tabú para los hombres blancos: ¡el Valle de las Tumbas! A este reino misterioso, celosamente protegido por tribus nativas, libres desde la aurora de los tiempos, ha llegado la Expedición Arqueológica Malcolm para encontrar el secreto perdido de la Dinastía Escorpión”.
Por cierto que English-Witney cambian para su audiencia la leyenda de origen del superhéroe. Billy Batson es uno de tres reporteros que acompañan a los arqueólogos en la expedición. Dos chicos (Batson y Whitey Murphy, interpretado por William Benedict) y una chica (Betty Wallace, interpretada por Louise Curry). Ellos serán la contraparte juvenil de los seriecísimos científicos de la expedición. Las “tribus nativas” se oponen al sacrilegio que los occidentales pretenden realizar al entrar y saquear las tumbas ancestrales y atacan el campamento. Los expedicionarios llaman a las tropas británicas del otro lado de la frontera para que les protejan. Como sea, los científicos entran a la tumba de la dinastía. Sólo se oponen Billy y un sabio indio, llamado Tal Chontali (interpretado por John Davison con turbante à-la-Kalimán). Esta señal de respeto es lo que invoca al mago Shazam, que se le aparece a Billy en medio de las ruinas y le otorga los poderes mágicos. La paradoja es que el respetuoso Billy/Capitán Marvel usará esos poderes para defender a los saqueadores en contra de los nativos… (Es 1941, lectora, no pidamos ni congruencia ni corrección política a guionistas, directores y productores de una sociedad imperial que, aparte, estaba al borde de enfrentarse al lado verdaderamente oscuro de La Fuerza.)
La batalla entre nativos protectores de la tradición y arqueólogos apoyados por tropa británica ocurre en escenarios abiertos que nos recuerdan varias películas del Viejo Oeste. No había dinero para filmar en Tailandia. Ni el mundo estaba para viajes: Japón estaba al borde de atacar las colonias holandesas, francesas y británicas en el Sudeste de Asia. Para 1942, el frente de guerra estaba precisamente en la frontera birmana –al tiempo que los nazis atacaban Stalingrado. Por ello, todos los episodios de El Escorpión de Oro se filmaron en Los Ángeles.
La guerra mundial se cuela en este serial porque lo que encontraron los arqueólogos es un artefacto antiguo en forma de escorpión que, combinando cinco lentes de aumento, produce rayos destructores y cambia cualquier materia en oro. Arma de destrucción masiva y al mismo tiempo piedra filosofal. El mago Shazam encarga a Billy Batson la capa del Capitán Marvel para asegurarse de que el artefacto no sea usado para el mal. Es interesante que los guionistas hayan escrito que el escorpión podía destruir átomos (“smash atoms”) y que el malo de la historia advirtiese, amenazante: ahora verán qué puede hacerle a un cuerpo humano (“you will see what it does to a human body”). Era apenas 1941, pero estas expresiones nos muestran que la teoría científica respecto de la fisión nuclear se había trasminado incluso a la cultura popular. La humanidad nunca ha avanzado ciega hacia su destino.
Nota final de abogado, lectora: En esta película-serial, los guionistas alteraron suficientemente la historia de Batson/Capitán Marvel como para que no fuese engullida en el pleito judicial que te he contado antes (Kent vs. Batson). El muchacho y el superhéroe existieron sólo para resolver el reto del artefacto-escorpión y la historia se cierra. Otra realidad paralela para los multiversos de DC Comics y Marvel Comics de nuestros días.
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