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Dirección de Estudios Históricos del INAH conmemora 60 años de revisar el devenir de México

Como sólo los historiadores pueden hacerlo, la conmemoración del 60 aniversario de la Dirección de Estudios Históricos del INAH se definió por el escrutinio de su propio pasado y el debate de lo que el presente reclama de este centro de investigación. Siete de sus extitulares y su actual responsable, la maestra María Eugenia Del Valle Prieto, hicieron una revisión de las contribuciones de este espacio a la historiografía de México y sus desafíos en un futuro cada vez más cercano.

En representación de Diego Prieto Hernández, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la doctora Aída Castilleja, secretaria técnica de la institución, expresó que es en la Dirección de Estudios Históricos (DEH) donde “recae el peso de la H de nuestro instituto”, la historia en mayúscula y “minúscula” que fue definiendo el rostro caleidoscópico de la nación contemporánea.

Aída Castilleja comentó que sería abrumador hacer un recuento de las investigaciones que, sumado a un cúmulo de seminarios, talleres y diplomados, han ido revelando pasajes desconocidos y esclarecedores de episodios de la Conquista, la Colonia, de los siglos XIX y XX, y lo que corre de este nuevo milenio. Esto bajo líneas de investigación que incluyen historia de la cultura, de la formación de grupos y clases sociales, historiografía política y social, historia de las mentalidades, desarrollo económico, historia urbana e historia del arte, entre otras perspectivas.

“La Dirección de Estudios Históricos es una institución madura y con un prestigio bien ganado dentro de los centros dedicados a la investigación histórica del país. Tiene presencia y participa con una comunidad constituida por más de 80 investigadores y un equipo administrativo, técnico y manual comprometido, sin contar el servicio que ofrece a través de la Biblioteca Manuel Orozco y Berra, especializada en historiografía de México con 70 mil unidades en diversos soportes”, destacó la secretaria técnica del INAH.

Teresa Franco, Luis Barjau, Inés Herrera, Francisco Pérez Arce, Antonio Saborit, Salvador Rueda y Ruth Arboleyda, quienes tuvieron la oportunidad de dirigir la DEH en distintos periodos, abordaron los tres momentos clave de la DEH: la fundación del Departamento de Investigaciones Históricas en 1959, por el profesor Wigberto Jiménez Moreno; la refundación del mismo (ya como dirección) en 1971, por el doctor Enrique Florescano; y su “nueva era” a partir de su traslado desde la “casita” bajo el Castillo de Chapultepec, a su sede permanente, la Casa del Marqués de Rivas Cacho, en el centro de la alcaldía Tlalpan.

Esa primera época con Wigberto Jiménez Moreno se caracterizó por investigaciones enfocadas al pasado prehispánico a partir de la etnohistoria. Manuel Arellano, Beatriz Braniff, Josefina González, María Antonieta Cervantes, María Teresa Huerta, Celia Maldonado, Eugenia Meyer, Patricia Olivera y María de la Luz Parcero se encuentran entre los especialistas pioneros del entonces departamento.

La exdirectora del INAH, y también extitular de la DEH, Teresa Franco, enfatizó el dinamismo y la “alegría militante” que enriqueció este centro de trabajo bajo la dirección de Enrique Florescano. Una impronta basada en la seriedad de la discusión, el trabajo colectivo, la orientación de izquierda de la mayoría de sus integrantes y la modificación de lecturas sobre la realidad mexicana.

El doctor Luis Barjau destacó que Enrique Florescano otorgó originalidad a los estudios emanados de la DEH, al conformar un equipo multidisciplinario que incluyó a economistas, antropólogos, literatos, historiadores del arte y, obviamente, a historiadores, generando novedosas metodologías de investigación. En esa época participaron personalidades como Héctor Aguilar Camín, Gastón García Cantú, Alejandra Moreno Toscano, Raúl Olmedo y Enrique Semo, así como los escritores José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis.

En el recuento de esos días, el doctor Francisco Pérez Arce señaló que a inicios de los 80, los investigadores de la DEH eran jóvenes en la veintena y la treintena, formados en la disidencia de la década anterior, “venidos de la historia de la radicalidad, de un periodo de gran politización”. Una época que —a su parecer— tiene muchas coincidencias con el presente, momentos de “emergencia” cuando las decisiones de los gobiernos se debaten y discuten, y es ahí que historia vuelve a tomar su lugar, “vuelve a ser protagonista”.

“Es en esos periodos de urgencia que la gente necesita saber de sus raíces, qué fue lo que pasó, en qué se equivocó la sociedad y en qué no, cuándo llegó al momento en que está ahora. Esa es la historia que se necesita contar”, apuntó el historiador como una señal en el camino que debe guiar a la DEH, un parteaguas que debe aprovechar para acercar sus investigaciones a la ciudadanía, de viva voz y de una forma clara y sencilla que le ayude a entender dónde está parada.

Por su parte, Inés Herrera Canales advirtió de la necesidad de renovar la planta de investigadores sin desdeñar la experiencia acumulada; de volver a los proyectos de largo aliento sin el afán de la “productividad” impuesta por los sistemas de escalafón; así como la manera en que las nuevas tecnologías están incidiendo en la indagación historiográfica.

“Se nos abre un mundo amplísimo en la web que debemos enfrentar con nuestras propias armas de académicos y experiencia como historiadores. Este alud de información nos obliga a hacer una escrupulosa crítica de las fuentes, delimitar claramente el tema y ser capaces de parar cuando ya nos abruma”, conminó a sus colegas.

Salvador Rueda, Antonio Saborit y Ruth Arboleyda también llamaron a abrir nuevos espacios porque “hay un enorme capital humano dentro del INAH que necesita mayor certeza laboral”. Entre las propuestas dadas está la revisión de libros que han tenido alta demanda, emanados de los estudios de la DEH; buscar otras formas de distribución de las obras para llegar incluso a la comunidad mexicana en el extranjero, caso particular de Estados Unidos; generar antologías de textos; y hacer una mayor difusión de los estudios históricos generados en los Centros INAH estatales, además de aterrizar las investigaciones en los discursos de museos y zonas arqueológicas.

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