Brasil tiene un liderazgo ambiental que va en la dirección equivocada, advirtió Marina Silva, exministra de Ambiente del país sudamericano, quien advirtió que se trata de una situación letal.
“Hay un liderazgo casi paradójico del Ministerio de Ambiente que opera en contra del medio ambiente” dijo la responsable de esa cartera de 2003 a 2008 bajo la presidencia de Inacio Lula da Silva, además de senadora de 2008 a 2011.
Su nombramiento obedeció a que en 2003 la Amazonia enfrentaba la deforestación más intensa desde los años noventa del siglo pasado, y logro reducirla en 60 por ciento.
Describe que al menos son tres las causas de los casi 80 mil incendios que ahora asolan al considerado “pulmón del mundo”.
Cita al debilitamiento de los tres órganos de control ambiental brasileños: el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales (Ibama); el Instituto Chico Méndes, que gestiona los bosques exclusivos para conservación, y en uno de los puntos claves para comprender lo que está sucediendo: el Servicio Forestal Brasileño.
En este punto precisa que existen intereses que entran en conflicto con la conservación como lo muestra que el Servicio Forestal haya sido readscrito del ministerio de Ambiente al de Agricultura por decisión del presidente Jair Bolsonaro.
Pone de ejemplo que el hijo del mandatario y senador Eduardo Bolsonaro presentó un proyecto de ley que modifica el Código Forestal y acaba con las zonas de reserva, lo que de ser aprobado, amenazaría a 15 millones de hectáreas amazónicas.
Explica que los terrenos privados de la Amazonia sólo pueden ser usados en 20 por ciento de su superficie y el resto debe seguir tal cual. Con la reforma propuesta esa restricción terminaría, amenazando las 15 millones de hectáreas equivalentes a más de 40 por ciento de deforestación.
En segundo lugar cita la negligencia ambiental del actual gobierno Bolsonaro con la deforestación, donde los encargados de vigilar que no ocurran ya no pueden “molestar” a los agricultores con multas.
La negligencia con la deforestación que muestra el mandatario desde que era candidato presidencial, ha creado y dispersado la idea de que se estaba “liberando” con fines productivos la tierra de la Amazonía.
Silva, ex candidata presidencial en 2010, 2014 y 2018, recibió en 1996 el Premio Goldmann de Medio Ambiente para América Latina y el Caribe, y se encuentra en la capital colombiana invitada por el Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ocasión en que fue entrevistada por el diario El Espectador.
También, como tercera causa, agrega las quemas ilegales que realiza un gran número de personas en la temporada de secas.
El mandatario brasileño, como su par estadunidense Donald Trump, ha puesto en duda la existencia del calentamiento global, y minimizado los incendios forestales, que afectan a 20 mil hectáreas amazónicas, “porque ocurren todos los años”.
Esa posición forma parte de su política bosquejada desde su campaña electoral, en la cual señaló que era vital para el mundo abrir a la exploración la Amazonía que, además, no es de los brasileños, según recuerda el diario El País.
Esa política va adelante de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), que analiza la deforestación desde 1988, y que concluyó que ese proceso ha aumentado en el actual gobierno, lo que valió el desmentido oficial y cese de su director, el científico Ricardo Galvao.
Pero la erosión de la lucha contra la pérdida de la selva parece quedar demostrada con la cancelación de las aportaciones noruegas y alemanas al Fondo del Amazonas ocurrida a mediados de mes.
Brasil suspendió la junta y el comité técnico del Fondo sin consultar a los dos países europeos, lo que muestra que “Brasil ya no quiere detener la deforestación”, dijo al diario noruego Dagens Naeringsliv el ministro de Clima y Medio Ambiente noruego Ola Elvestuen.
La exministra Silva recuerda que en su gestión fueron 13 los ministerios que se coordinaron contra la deforestación, el combate a las prácticas ilegales y apoyo al desarrollo sostenible.
Se creó también un sistema de detección en tiempo real, 24 millones de hectáreas se declararon de conservación en el frente agrícola y con 725 funcionarios adicionales, se levantaron cuatro millones de multas, lo que salvó 638 mil hectáreas de la tala.
Refuta también que la apertura de la Amazonia genere crecimiento económico, pues señala que durante su gestión, el PIB brasileño aumentó tres por ciento anual con periodos de hasta cinco por ciento, mientras los agronegocios lo hicieron en dos por ciento, pero la tala “cayó de manera vertiginosa”.
Afirma que la agricultura baja en carbono tiene un retorno mayor que las actividades predatorias, las cuales están destruyendo árboles de más de 600 años, 35 metros de altura y dos de diámetro, poniendo en su lugar pastizales que no duran más allá de diez años.
Tras el fin de la vida útil de los pastizales siguen quemas, que generan un suelo que en poco tiempo deja de ser fértil y entonces se sigue deforestando para mantener el proceso.
“En este momento tenemos dos grandes polos de deforestación: Brasil y Bolivia, en función de proyectos de soya de Morales o de las políticas de Bolsonaro”, agrega.
“Esto confirma que la falta de compromiso es una cuestión tanto de derecha como de izquierda. En la ultraderecha tienes a Bolsonaro y en la ultraizquierda tienes a Nicolás Maduro, en Venezuela. Ambos tienen políticas muy irrespetuosas del medio ambiente”, dice a El Espectador.
“La protección de los recursos naturales no es negociable”, afirma por último.
Con información de Notimex