Federico Anaya Gallardo
La historia del cinematógrafo ubica como primer hito del cine moderno a Birth of a Nation de Griffith (1915). En su inicio se anunciaba como una adaptación de la obra de un Thomas Dixon Jr, quien había escrito una trilogía de novelas: The Leopard’s Spots: A Romance of the White Man’s Burden, 1865-1900 (1902); The Clansman, a historical romance of the Ku Klux Klan (1905); y The Traitor: A Story of the Fall of the Invisible Empire (1907). La lectora imaginará correctamente que Griffith prometía hacer: apología del racismo; defensa de los “sacrificios” de los “arios” para imponer la civilización a razas inferiores; y denuncia contra un “imperio invisible” que acechaba las “buenas obras” de la “raza blanca”. Al estrenarse la película, la trama ya se conocía pues se había adaptado al teatro en Broadway (1906, guión de Dixon, escenificación de Frank Hatch). Hubo al menos 51 funciones en Nueva York y luego se presentó en varias ciudades (grandes audiencias). Griffith sólo llevó el éxito del escenario a la pantalla. Business.
Lo que hacía innovadora la película de Griffith no era sólo su larguísima duración (impresionante aún para nuestra época), sino la oferta de presentar al público no una pantomima –una imitación de la realidad– sino la realidad misma. Griffith podía hacer esto porque su compañía (la Mutual Film Corporation) llevaba años presentando al público estadounidense filmes de noticias sobre la Revolución Mexicana y una película de casi dos horas titulada The Life of General Villa (1915). Desde 1914 la Mutual había firmado un contrato de exclusividad con el general revolucionario Francisco Villa para que sus camarógrafos filmasen sus campañas. Uno de los anuncios de la compañía decía que “los periódicos de todo el mundo imprimen página tras página sobre esta guerra” añadiendo que “el público reclama ver las imágenes –que son las más excitantes y sensacionales que se hayan mostrado sobre los acontecimientos reales”.
El cinematógrafo se montaba en la ya veterana fascinación social con la fotografía. Igual que esta celebraba la realidad de sus escenas contrastándolas con la siempre posible afectación de la pintura, el cine ofrecía “vistas” a lo que efectivamente había ocurrido. De hecho, las audiencias no estaban seguras de dónde terminaba la realidad y cuándo estaban ante fantasías. (¿Lo sabemos hoy?) Cuando en 1914 se exhibió para los delegados de la Soberana Convención Revolucionaria en Aguascalientes una película mostrando a Carranza, varios villistas descargaron sus revólveres contra la pantalla. Un año más tarde, en las funciones de Birth of a Nation en EUA hubo quien disparó contra la pantalla para salvar a la jovencita sureña Cameron perseguida por un lascivo soldado unionista negro. El cine engaña con su apariencia de verdad. Es sólo verosimilitud, un símil de lo que realmente ha ocurrido. Y todo engaño conlleva una intención. La película sobre Carranza pretendía defender su versión autoritaria de la Revolución –¡por eso la/lo balearon! Birth of a Nation defendía la supremacía blanca y fue una de las causas del violento renacimiento del Klan. Sobre esto último, oh lectora, si ya viste la película de Griffith, te recomiendo el pequeño documental de Jack Tucker (16 minutos) en YouTube. (Liga 1.)
Ligas usadas en este texto:
Liga 1:
Imagen (tomada de Wikipedia)