Federico Anaya Gallardo
Estamos tan acostumbrados, en esta Era del Cinematógrafo, a confundir fantasía y realidad que no es extraño que en Australia se busque registrar una congregación religiosa llamada Los Caballeros Jedí. Realitas rem simulat phantasiae: la realidad imita los delirios de nuestra imaginación. Pero esta última –¡no lo olvidemos!– se alimenta a su vez de la realidad. Es un círculo. Un ciclo bien representado por la cinta que se envuelve a sí misma en el rollo de la vieja película cinematográfica. La semana pasada conté a la lectora sobre Birth of a Nation de Griffith. Espero haya tenido chance de verla junto con el mini documental de Jack Tucker. Hoy quiero hablar de los ejercicios cinemáticos que inspiraron a Griffith.
En el documental Los rollos perdidos de Pancho Villa (UdG, 2003) Gregorio Rocha nos regala la odisea de su investigación buscando la cinta perdida de la Mutual (The Life of General Villa, 1915) pero lo más impresionante es descubrir al propio Villa como contraparte de los productores de la Mutual (entre ellos, Griffith). (Liga 1.) En contrato escrito el general aseguró que su División del Norte recibiese 20% del ingreso por exhibición. No era poco pues la Mutual tenía un mecanismo de distribución muy robusto como explica el experto Kevin Brownlow a Rocha. Para asegurar el interés de sus audiencias, la Mutual presumió el contrato, al grado que un periódico estadounidense en Castellano criticó que se especulaba con la sangre de los mexicanos. (Véase Margarita de Orellana, La Mirada Circular: El cine norteamericano de la Revolución Mexicana, Artes de México, 1999.)
Sí: la Mutual, liderada por Griffith, especulaba con sangre. Ese es el stock de las guerras. Y Villa debía ganar la suya. Necesitaba dinero y algo más: legitimidad. Lo fascinante (y aleccionador) es que entendiese tan clarito el impacto de las “vistas” cinematográficas en el avituallamiento de su tropa. Jorge Aguilar Mora señaló cómo los rancheros armados del Norte mexicano vivían en una cultura en permanente hibridación. (Una Muerte Sencilla, Justa, Eterna, Era, 1991.) Eran combatientes efectivos porque mezclaban tácticas suyas y de sus enemigos (españoles, apaches, comanches, gringos). Absorbían fácilmente nuevas tecnologías. El aporte villista al contrato fue convertir el cine en arma de propaganda revolucionaria. Los personajes-caracteres creados por nuestra sociedad norteña eran atractivos para las audiencias del cine –desesperadas a un mismo tiempo por tener romance y realidad. Por eso The Life of General Villa hacía recreación de juventud (el triste romance de los Arango) y luego informaba periodísticamente sobre las batallas contra la dictadura. Villa era sólo el primero entre sus compañeros (Pedro Salmerón dixit) pero por eso devino de inmediato en símbolo. Y así ha perdurado, complejizándose con el paso del tiempo. Sabina Berman e Isabelle Tardán lo convirtieron en una extraña conciencia de la sicología mexicana en Entre Pancho Villa y una Mujer Desnuda en 1995 y en 2003 Bruce Beresford cerró el bucleescenificando su aventura con la Mutual en And Starring Pancho Villa as Himself. (Liga 2.) Villa-símbolo –pese a Griffith– sigue revolucionando.
Imágenes, tomadas de www (International Movie Data Base IMDB & Filmaffinity):