Federico Anaya Gallardo
Te propongo regresar, querida lectora, a la serie The Crown (disponible en Netflix). En el capítulo 4 de la primera temporada (“Act of God” / “Fuerza Mayor”) que salió al aire en Noviembre de 2016, se relata la tragedia ambiental de la gran niebla londinense de 1952 (London Great Smog). El evento de cinco días (viernes 5 a martes 9 de Diciembre de 1952) mató entre 4mil y 12mil personas. La causa: el uso irresponsable de carbón en la generación de electricidad en plantas situadas dentro del área metropolitana de Londres. El problema se agravó por el uso de carbón barato con alto contenido de azufre mientras que el carbón de mejor calidad se reservaba para la exportación. El gobierno conservador de Churchill (1951-1955) ignoró las advertencias de los meteorólogos expertos pero la decisión de usar carbón para producir electricidad era una decisión bipartisana.
El director de este capítulo, Julián Jarrold, claramente indica que el gobierno conservador recibió advertencias de sus expertos en clima y decidió ignorarlas. En una serie de escenas bien armadas igualmente indica que Clement Attlee, el líder laborista, decidió mantener una postura moderada frente a la irresponsabilidad del gabinete conservador. Por otra parte, Jarrold y sus guionistas (Peter Morgan, Duncan Macmillan y Edward Hemming) nos ofrecen un buen retrato de la irrelevancia práctica de la monarquía Windsor, al escoger como una de las historias paralelas del episodio la decisión del duque de Edimburgo de aprender a pilotear un avión.
Así, en la primera audiencia en que Churchill e Isabel II discuten el problema de la gran niebla, la soberana correctamente pide a su ministro más información, le reprocha que no esté debidamente preocupado por el evento y le recuerda que su padre Jorge VI había manifestado a los gobiernos conservadores de los 1930s su preocupación por instalar termoeléctricas de carbón en Londres. Pero casi de inmediato, la reina comenta que ojalá la niebla se disperse pronto “porque, aparte, el humor de mi marido está insoportable. Porque encerrado como está, no puede volar”. Tal para cual, un primer ministro que se niega a entender la gravedad del desastre ambiental y una monarca bien intencionada pero superficial.
El episodio evoluciona y fantasea con la idea de que la reina habría pensado en intervenir pidiendo a Churchill su renuncia pero justo entonces la niebla se dispersa, el sol reaparece y el viejo político salva el pellejo. Las últimas escenas nos muestran dos conversaciones. En la primera, Isabel Windsor reflexiona con su abuela qué habría pasado si el smog no escampa y Churchill se aferrase al poder. La reina-abuela (María de Teck viuda de Windsor) le señala que aún en ese escenario, ella, la soberana, debería haber callado, no hacer nada, puesto que manifestarse a favor o en contra del jefe de gobierno sería “impropio”. En la segunda, Winnie conversa con Clemencia, su mujer, relatándole que, en audiencia de emergencia, la reina había estado al borde de pedirle su renuncia pero “¡entonces la niebla se levanta! y ella tiene que cambiar lo que va a decirme…” El viejo lobo ríe mientras fuma su puro y bebe su whiskey.
Churchill debió retirarse en 1955, pero los conservadores se aferrarían al poder otros diez años, hasta que el laborista Harold Wilson ganó la elección de 1964. El gobierno Wilson emprendió reformas que profundizaron el Estado de bienestar creado por los laboristas de Attlee de 1945 a 1951. Su política económica redistribuyó la riqueza. Mientras el ingreso disponible luego de impuestos de los más ricos se redujo en 33%, el de los más pobres se elevó 104% … aparte, abolió la pena de muerte, despenalizó la homosexualidad masculina, facilitó la interrupción libre del embarazo, flexibilizó el divorcio y eliminó la censura teatral. The Crown no cuenta nada de esto, por cierto.
La serie sí nos contará, en el episodio 5 (“Coup” / “Golpe de Estado”) de su tercera temporada, cómo reaccionó la élite británica a los avances del laborismo wilsoniano. Nos la presentan histérica por la devaluación de la libra esterlina, lamentándose de los recortes al gasto militar y propagando teorías de la conspiración en las que el primer ministro Wilson sería un agente soviético. (Mira lectora, cómo los fifís hacen lo mismo en todas partes.) En resumen: los capitalistas británicos tramaron un golpe de Estado en el que soñaron disolver el parlamento y poner como primer ministro emergente a Lord Mountbatten, el último virrey de la India y tío del consorte real, el duque de Edimburgo. Igual que en el capítulo sobre la niebla de 1952, la reina aparece como una inocente e ingenua mujer. En esta ocasión, el director Christian Schwochow nos la muestra escapándose de sus funciones políticas visitando establos de caballos pura sangre en Francia y Kentucky. Mientras, Mountbatten se reúne en Londres con Cecil King, director del Daily Mirror y miembro de la directiva del Banco de Inglaterra para preparar un golpe de Estado. La reunión fue real. El conservadurismo de Mountbatten también. En The Crown el primer ministro Wilson denuncia la conspiración a la reina y le exige detenerla –amenazando apoyar a los elementos republicanos de su partido. Todo esto sonaría exagerado, pero… debemos recordar que en Francia, 1961, la derecha y los militares efectivamente orquestaron un golpe de Estado contra De Gaulle, molestos por la descolonización de Argelia.
El capítulo sobre el London Great Smog (1952) se tituló “Acto de Dios” porque Churchill cínicamente decía que la niebla y el cielo despejado eran obra del Altísimo y no competencia del gabinete. Ese capítulo cierra con la reina-abuela y la reina-nieta reflexionando cómo el monarca inglés debe callar y no hacer nada… El capítulo sobre el Golpe contra Wilson (1968) retoma este tema. Ahora es Isabel Windsor quien debe regañar a su tío Mountbatten y recordarle que los “royals” deben callar y no hacer nada… aunque sus amistades fifís les inviten a interferir en la política. El director Schwochow pone en boca de la reina un discurso democrático radical: no es necesario un golpe de Estado porque el mismo pueblo que eligió a ese primer ministro puede retirarlo. Eso, en la serie. En la realidad Wilson perdería la elección de 1970 de una manera absolutamente inesperada para luego regresar al poder en 1974. Es probable que Isabel Windsor haya tenido aún menos influencia en los hechos que lo presentado en esta serie. Lo que es real es la risa cínica de Churchill luego de la audiencia en que la reina trató de regañarlo en 1952 y el intento de los capitalistas británicos de deponer a Harold Wilson en 1968. Insisto, lectora, hay que ver The Crown en clave republicana.