Federico Anaya Gallardo
Ya he mencionado antes que Roberto Rossellini (1906-1977), el director italiano neorrealista, famoso por Roma, ciudad abierta (1945), Viaje a Italia (1954) ó General della Rovere (1959), dirigió en 1966 una película histórica llamada La prise du pouvoir par Louis XIV (Luis XIV toma el poder sería una mejor traducción que la usual La toma del poder por Luis XIV). Al platicarte de esta última, lectora, déjame contarte algunos rumores cinematográficos –que de una manera chismosa ubican a este venerable director en el grupo de pelis histórico-políticas que he estado reseñando en las últimas semanas.
La prise du pouvoir es la primera película histórico-didáctica de Rossellini. El screenplay no había sido escrito originalmente para él, pero el guionista Jean Gruault (1924-2015) lo conocía. Como en ese instante el italiano estaba disponible y necesitado de proyectos una simple llamada telefónica bastó para que el director viajase a París y empezara a filmar. Luego de La prise du pouvoir vendrían películas biográficas como Blaise Pascal (1972) y Cartesius (1974), así como la serie La Edad de Cósimo de Médicis (1972). Aurore Renaut, de la Universidad de Lorena, nos explica que Rossellini deseaba realizar una Enciclopedia de Historia de la Humanidad y de las Ideas. (Liga 1.) Sólo La prise de pouvoir se ha proyectado en salas de cine. La enciclopedia histórica de Rossellini se diseñó para la TV.
La película es muy pesada. Sus noventa minutos son puntillosos con los detalles históricos, al punto que pese a ser “una de las más impresionantes recreaciones de cualquier periodo de la Historia, también es uno de los filmes más aburridos que se hayan filmado”. (Así opina Buttz [@Uterjelf911] en su canal de YouTube, Liga 2.) En su reseña de 2014, este youtubero estadounidense se admira de la precisión histórica y del efecto soporífero que tiene. Duro, pero justo, nos dice que en esta película de Rossellini “los personajes son interpretados por el vestuario; no por las actrices, no por los actores”.
Todo eso es verdad, pero si recordamos la intención de Rossellini de enseñar Historia, acaso ese pesado formato haya sido necesario. En Febrero de 1990, el crítico Gilbert Adair filmó una videocápsula para el Film Club del canal BBC2. (La puedes ver en la Liga 3.) Adair afirma allí que “la verdadera originalidad de [este] film reside en el modo brillante en que nos muestra, paso a paso, y sólo a través del medio visual cómo maniobró Luis XIV los medios de comunicación de su tiempo –es decir, la Corte– para lograr la capitulación total” de sus oponentes.
Ya te he hablado de Norbert Elias y su libro La sociedad cortesana –cuya primera versión data de los años 1930s. El guión de Gruault y la dirección de Rossellini son una ilustración perfecta del mundo cortesano descrito por Elias. Cuando en 2014 el youtubero Buttz se quejaba de la aburrición, sólo estaba subrayando lo ajena que es ese tipo de organización social a la nuestra. Sólo por marcar ese contraste, el ejercicio de Rossellini es exitoso. Aparte, si se usa esta película (y las demás del corpus didáctico rosselliniano) no como entretenimiento sino como apoyo al estudio de la Historia, se disfrutará aún más. Tristemente, la versión completa es difícil de localizar en YouTube desde México.
Para entender mejor las intenciones pedagógicas de Rossellini acaso sea mejor ir a ver una de sus películas, realizada en una etapa previa.
Viaje a Italia (1954) fue estelarizada por Ingrid Bergman (1915-1982) una actriz sueca que tuvo gran éxito en EUA durante los años de la guerra contra el fascismo. (Ella es Ilsa, la novia casada de Rick en Casablanca de Curtiz, 1942.) Ingrid estaba impresionada por las películas de posguerra de Rossellini y le escribió pidiéndole la considerase en alguno de sus proyectos. Desde 1949 Bergman empezó a colaborar con Rossellini en el rodaje de Stromboli (1950). Al mismo tiempo iniciaron un romance que las audiencias estadounidenses consideraron inaceptable por estar ambos casados con otras personas. El senador por Colorado Edwin C. Johnson la denunció en el pleno de la cámara alta estadounidense. Art Buchwald, el humorista de The Washington Post tuvo oportunidad de leer el correo del fandom de Ingrid en esa época… y denunció la hipocresía de la gente que, llamándose cristiana, atacaba con bajeza a la actriz.
Ingrid declaró que ella entendía que su público la identificase con sus roles. La veían como una virgen santa por su interpretación de Juana de Arco (Fleming, 1948). Y la declararon beata a ella misma. Ella les aclaró: “—No lo soy. Sólo soy una mujer, otro ser humano” como ellos. De su relación con Rossellini nacieron tres personas: Renato y las gemelas Ingrid é Isabella Rossellini. Esta última ha sido –entre mil otras cosas excelentes– una maravillosa Nimue en el Merlín de Barron (1998) y –en mi opinión– la mejor Josefina Beauhamais en el Napoleón de Simoneau (2002).
Pero regresemos a Rossellini padre é Ingrid en Viaje a Italia de 1954. (Liga 4.) La historia (narración) parece no tener nada que ver con la Historia (esa que escribe Clío). Para aclararnos el asunto tenemos una entrevista muy interesante con Martin Scorsese, quien ha dicho que el argumento del filme parecía una imitación de los melodramas de moda en los EUA de esos tiempos –escrito para complacer a la estrella y “nueva mujer” del director. (Liga 5.) Pero no. Rossellini seguía siendo parte del movimiento neorrealista en Italia y sus películas con Ingrid seguían teniendo fuertes elementos histórico-documentales.
La narración nos muestra a un matrimonio inglés que viaja en auto a Italia para vender una casa en Nápoles que perteneció a su excéntrico Tío Homero. (Primer guiño de la musa más vieja.) Ella, Katherine Joyce y él, Alex (interpretado por George Sanders), descubren en el largo trayecto que no saben si se aman. Ni siquiera están seguros de que se conocen realmente. (Melodrama.) Kat y Alex visitarán cada uno por su cuenta Nápoles. Y allí, el director aprovecha para mostrarnos lo que ellos ven.
En su camino a un museo, por ejemplo, Kat se topa en la calle con marines estadounidenses, boleros y monjas. Y poco antes de llegar a su destino, vemos a un sacerdote ensotanado que camina con un bastón y que cruza una calle justo enfrente de un cartel del Partido Comunista de Italia llamando a votar. (Segundo guiño de Clío, que siempre hace historia del tiempo presente.)
(Nota, lectora, la zonzera del conservadurismo religioso yanqui: se preocupaban por la santidad de los matrimonios previos de los creadores artísticos, y al parecer, nada dijeron del elemento comunista militante en esta cinta…)
Eventualmente, Kat y Alex se reencontrarán. Scorsese nos explica que una de las escenas que más le impactó de Viaje a Italia fue cuando los protagonistas visitan juntos Pompeya y observan los restos de una pareja que murió abrazada durante la catástrofe del año 79: “Recuerdo que sentí que yo no estaba tan separado del mundo antiguo ó de otras culturas; que era yo parte de 250 mil años de Humanidad”.
Esto es lo relevante: el arte cinematográfico, al retratar sentimientos, permite mostrar cómo mujeres y hombres concretos van hilando sus biografías dentro de colectivos muy complejos y siempre cambiantes. El cine permite capturar los ambientes en que lo hacen (documental del tiempo presente) ó recrearlos cuando ya han desaparecido (cine de época). El cine hace retratos de la realidad histórica que permanentemente estamos construyendo. (Como nos enseña la dialéctica intramundana de aquél jesuita revolucionario que fue Ignacio Ellacuría en El Salvador de los 1970s.)
Así pues, el Rossellini de los 1950s seguía haciendo Historia mientras el público creía que dirigía melodramas. Cuando Ingrid Bergman abandonó Hollywood lo hizo para ser parte de un proyecto fílmico que le impresionaba. Tuvo éxito.
Ahora bien. A mediados de los 1960s, Rossellini y Bergman ya se habían separado y el primero intuyó que la TV tenía un potencial educativo mucho mayor que el cine. Así que dedicó la última parte de su vida a producir películas directamente históricas.
Y aquí es donde debemos ubicar La prise du pouvoir. En ella se aborda la crisis política que siguió a la muerte del cardenal Mazarino –el último de los ministros omnipotentes de la monarquía borbona en Francia. Es necesariamente aburrida porque guionista y director nos muestran un retrato quisquillosamente detallado de la sociedad francesa como se organizaba en ese lugar (la Corte) y en ese momento (1661).
Con un poco de paciencia, sin embargo, podremos ver al humano concreto develarse ante nuestros ojos. El mismo Luis XIV que organiza con todo detalle el modo en que deben vestirse los cortesanos ó el protocolo de las ceremonias en Versalles aparece de pronto en su oficina, solo. En 1990 Adair nos dijo en su reseña de La prise du pouvoir que era impresionante ver al Rey Sol “desabotonarse las muchas capas de tela absolutista” que formaban su manto, casaca, chaleco y camisa. Eso era “en sí mismo una metáfora del poder hipnótico del espectáculo puro” que el Rey había creado a su alrededor para controlar y atrapar a sus cortesanos. Apenas el monarca se ha librado algo de su pesado ropaje, abre un volumen de uno de esos cortesanos, Francisco de La Rochefoucauld (1613-1680) y lee para nosotros (la audiencia): Le soleil ni la mort ne se peuvent regarder fixement (ni el sol ni la muerte pueden mirarse fijamente). Adair nos dice: “tal vez entonces se dio cuenta él [Luis XIV] de la inmensa soledad de la situación en la que él se puso. Y sólo entonces cayó en cuenta que … en lo que concierne al monarca absoluto sólo hay apariencias”.
Ligas usadas en este texto:
Liga 1:
Liga 2:
Liga 3:
Liga 4:
Liga 5: https://www.youtube.com/watch?v=NFEt_EqqUqA