Federico Anaya Gallardo
Querida lectora, la semana pasada te recomendé ver en Netflix la más reciente película de Cristina Comencini (n.1956), Il treno dei bambini (El tren de los niños). Hoy quiero sugerirte regresar ocho décadas para re-visitar la Italia de 1945. El caso italiano de la posguerra es complejo. En la reseña de Marta Sierra sobre Il treno para Infobae España (Liga 1) se explica que “Italia había participado fervientemente en la Segunda Guerra Mundial junto con Alemania y Japón, formando las tres naciones el bando de las Potencias del Eje. Tras la victoria de los Aliados, que lucharon contra el nazismo alemán, el fascismo italiano y el estatismo japonés, estos países se enfrentaron a una posguerra marcada por la destrucción y la devastación.”
Aunque en lo general esa descripción es correcta, hay mucho más que decir. Primero, que los bandos opuestos en aquélla conflagración no estaban tan unificados. Recordemos que, en el campo Aliado –que se autodenominaba Naciones Unidas– había un abismo social y político que separaba a Estados Unidos de América (EUA), Inglaterra (y Francia) de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Tan tarde como el invierno 1942-1943, cuando se peleaba la Batalla de Stalingrado en la entrada del Cáucaso, las potencias capitalistas ponderaban la posibilidad de abandonar a su suerte a los soviéticos. Stalin sospechaba que, en una jugada de más largo plazo, las potencias capitalistas no tendrían problema en permitir que la URSS sucumbiera para asegurar que el modelo socialista de organización Estatal desapareciera de la faz de la tierra. En ese escenario, los angloamericanos podrían seguir combatiendo desde las Américas y desde las colonias británicas (sin Londres) al hegemón nazifascista. Ese escenario incluso ha inspirado una versión cinematográfica. La puedes ver en la película para TV llamada Fatherland (Christopher Menaul, HBO, 1994) basada en una novela de Robert Harris. (Una versión en Inglés sin subtítulos la puedes ver en la Liga 2; en alguna otra ocasión haré una kino-reseña sobre ella.)
La imaginación de Harris-Menaul tiene sentido si introducimos en nuestro análisis la dimensión de lucha de clases que tuvieron los acontecimientos europeos del siglo XX. Aquélla guerra fue también una confrontación social. Si introducimos esa dimensión al otro bando de la guerra mundial (las potencias de El Eje) empezarán a saltar –también de aquél lado– profundas contradicciones. No me detengo en el Japón imperial, al que Sierra é Infobae llaman sólo “estatista”. El régimen socio-político de la primera Era Showa (昭和) era mucho más complejo, como te comenté en una kino-reseña sobre Nobunaga en Abril de 2024 en este espacio. (Liga 3.) Pero es en Italia adonde más complejidad sociopolítica había.
Los regímenes fascistas europeos no eran iguales. El régimen de Mussolini era más viejo que el de Hitler, pero también más contradictorio. En Alemania no había monarca desde 1918 y luego de 1934 se anuló la constitución republicana y se abolieron los partidos. El partido nazi y su líder estaban al frente de un completamente Estado “nuevo”. Italia seguía siendo una monarquía: Il Duce gobernaba el Estado a nombre del Rey Víctor Manuel III Saboya. Esto permitió a los aliados capitalistas (EUA é Inglaterra) negociar con el rey un armisticio separado en 1943. Como parte de las negociaciones, el monarca depuso a Mussolini y lo mandó arrestar en Julio de ese año. Pero el Reino de Italia seguía siendo fascista encabezado por el mariscal Pietro Badoglio como presidente del gobierno. Badoglio y el Rey huyeron de Roma ante la posibilidad de que un ataque de parte de su ex-aliado alemán. Cuando el armisticio se dio a conocer públicamente, hubo gran confusión. El ejército italiano (que se llamaba Regia Esercito) se disolvió en desorden y los fascistas perdieron de facto el poder en muchas regiones.
Y efectivamente, laWehrmacht invadió el norte de Italia y ocupó Roma. Rescataron al Duce y con él al frente crearon un régimen títere en la ciudad de Saló (a medio camino entre Milán y Venecia). En 1975 Pier Paolo Pasolini dirigió una película sobre ese episodio: Salò o le 120 giornate di Sodoma (Saló ó los 120 días de Sodoma). Otro ejemplo del impacto del derrumbe fascista en la cinematografía italiana.
En sus memorias sobre la guerra, Churchill recuerda que las Naciones Unidas eliminaron la idea de Rendición Incondicional para Italia (Tomo 4, “La Bisagra del Destino”, 1942-1943). Se trataba de ahorrarle batallas y sufrimientos a los Aliados. Pero también era obligar a los alemanes a substituir la tropa italiana debilitando la resistencia nazi frente a los soviéticos en los Balcanes. Había más: al abrir negociaciones con los fascistas italianos se podía salvar políticamente a la monarquía Saboya. En el Tomo 6 (“Triunfo y Tragedia”, 1944-1945), al final del capítulo 7 (“Roma: el problema griego”) el premier británico reporta haber tenido tres encuentros en Roma en Agosto de 1944. Uno, con Humberto Saboya, el príncipe heredero: “Ciertamente, yo esperaba que él jugase su papel en la construcción de una monarquía constitucional en una Italia libre, unida y fuerte” (p.116). Otro, con Pío XII (el Papa de Hitler) con quien Churchill discutió el peligro comunista (pp.115-116). El tercer encuentro fue con “los escombros de la política italiana producidos por veinte años de dictadura, una guerra desastrosa, revolución, invasión, ocupación, control Aliado y otros males”. Winston se burla de los partidos sobrevivientes al fascismo: “Ninguno tenía un mandato electoral y sus nombres tomados del pasado tenían intención de futuro”. Un grupo de izquierda le explicó que eran “comunistas cristianos” y el británico, con sorna, les comentó que le parecía muy adecuado el nombre dada la cercanía de las Catacumbas. A sus lectores, Winston nos explica que, antes de la Liberación de Roma en Junio de 1944, los nazis habían realizado masacres en esos “antiguos sepulcros”.
Este es el contexto de la película Roma, Ciudad Abierta (Roma, Città Aperta) de Roberto Rossellini, estrenada en 1945. La puedes ver en YouTube en la Liga 4, gracias a “Alberto Ballesteros” (@ballesterosaguado).
Nacido en 1906, Rossellini tenía 38 años. El guion lo escribió con un Federico Fellini de 25 años. La acción se ubica en la Roma ocupada por los alemanes (i tedeschi) con apoyo de los fascistas (i fascisti). No hay cruces gamadas (signo prohibido por las triunfantes Naciones Unidas) pero el jefe de la Gestapo, Fritz Bergman (interpretado por Harry Feist) expone con toda claridad la ideología racista del nazifascismo mientras tortura a un militante comunista que acaba de arrestar.
El director no necesitaba explicar mucho. Su audiencia estaba perfectamente enterada de lo que acababa de ocurrir en su ciudad y en su país. Todo lo habían vivido en carne propia. La escena central de la tragedia ocurre cuando Pina (interpretada por Anna Magnani) es ejecutada por los alemanes mientras corre hacia el camión en que se llevan arrestado a su prometido Francesco, un tipógrafo antifascista. Esta escena se inspiró en el asesinato real de Teresa Gullace, madre de cinco y embarazada de su sexto, quien había sido asesinada a tiros frente a un cuartel en 1944. Ella protestaba por el arresto de su marido Girolamo. Uno de sus hijos recordaba que ella creyó que no le dispararían por estar encinta.
De acuerdo a una memoria fotográfica publicada por Corriere della Sera en 2015 (Liga 5), al celebrarse los 70 años del filme, Rossellini recordaba que al rodar la ejecución de Pina, la actriz Magnani se cayó “y toda herida” siguió adelante, pues “perdió toda prudencia”. El hijo de Pina, Marcello (interpretado por el niño Vito Annicchiarico), alcanza a ver la muerte de su madre y se abalanza llorando sobre el cadáver. La escena es tensísima. El espectador imagina que los alemanes podrían matar también al chico. Un sacerdote, don Pietro (interpretado por Aldo Fabrizi), lo rescata. El cura será capturado por la Gestapo más adelante. Bergman/Feist lo obligará a presenciar la tortura de un militante comunista antes de fusilarlo.
Don Pietro también está inspirado en la realidad. Retrata a Giuseppe Morosini, nacido en 1913 y ejecutado en Roma por la Gestapo en Abril de 1944. Morosini estaba a cargo, desde 1941, de atender a niños y adolescentes desplazados por la guerra. Haciendo eso se comprometió con la Resistencia y se volvió partisano. En el retrato de Rossellini el sacerdote no es torturado. En la realidad, Morosini sí sufrió la tortura. Esta prudencia del director nos indica la importancia sacramental que aun tenían los curas en la sociedad italiana de esos años. En ese 1945 italiano, las sensibilidades estaban a flor de piel. En 2015, el Corriere della Sera nos recordaba que en la escena en que fusilan a Don Pietro/Fabrizi, el oficial que le da el tiro de gracia es alemán. A Morosini le dio el tiro de gracia un oficial italiano. El cambio en la película fue pedido directamente por el presidente del gobierno provisional italiano, el socialista-reformista Ivanoe Bonomi. Esta historia de curas partisanos nos acerca a Nuestra América, adonde los curas libertadores tienen una larga y continua presencia, de Hidalgo a Camilo Torres.
Es evidente que Rossellini estaba al tanto del trabajo de Giuseppe Morosini con jóvenes. La película relata actividades de adultos, unos en la Resistencia otros colaboracionistas. Pero detrás de esa narración ocurre otra. Marcello, el hijo de Pina, es el contacto usual con don Pietro. Pero, una vez que ha llevado al cura a su casa, el chico se escabulle a la azotea del edificio. Silba una clave y se abre la puerta. Otro niño, a quien le falta una pierna y anda con muletas, lo recibe. Se trata de Ramoletto. El muchacho cojo está juntando armas y explosivos. Es él y su banda de amigos quienes una noche vuelan una pipa de gasolina. La Resistencia tenía colaboradores inesperados. Los adultos no se dan cuenta. Luego del atentado, los niños son regañados por sus padres creyendo que andaban de vagos.
Por eso la escena final de Roma, Ciudad Abierta es el grupo de niños alejándose del campo adonde fusilaron al padre Pietro. El camino los lleva a la Ciudad Eterna. En la foto icónica de ese cierre no se le alcanza a ver, pero los encabeza Ramoletto. Rossellini pizcó a Vito Annicchiarico para el papel del niño Marcello en la calle; pues prefería trabajar con los sentimientos reales de personas no-actoras. ¿Ramoletto era un mutilado de la guerra? ¿Qué historia personal tenía?
En la película, poco antes de la muerte de Pina, don Pietro y Marcello se escabullen entre los alemanes que allanaron el edificio para rescatar a Ramoletto y deshacerse de las armas y explosivos. El chico cojo les recibe en la azotea con una granada en la mano. Está al borde de aventarla a los fascistas. Marcello y el cura lo detienen para evitar una masacre. Esta escena me recordó al chico paralítico de la película de agit-prop estadounidense de 1938, One Third of a Nation, dirigida por Dudley Murphy. (Ve la kino-reseña en la Liga 6.) El muchacho Joey Rogers se suicida al prender fuego al vetusto edificio de departamentos adonde se accidentó. Ramoletto sabía que moriría él mismo si aventaba la granada. La sed venganza contra quienes nos han dañado también es un sentimiento verdadero y los verdaderos realistas lo retratan en sus filmes.
Ligas usadas en este texto:
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https://www.youtube.com/watch?v=PxzBKEAAYQo
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