Federico Anaya Gallardo
Hoy quiero contarte, querida lectora, de una película de 1997. Se titula En brazos de la mujer madura. La he visto varias veces desde que salió a la luz y me sigue gustando. La acabo de ver en Одноклассники (Odnoklassniki.ru) gracias a “jose miguel”. (Liga 1.). Fue dirigida en la España democrática por Manuel Lombardero (n.1957) con un guion de Rafael Azcona Fernández (1926-2008) adaptando la novela del húngaro Stephen (Itzván) Vizinczey (1933-2021). Es hasta ahora que he reparado en las trayectorias de los creadores. Déjame te cuento de ellos.
Empecemos por el novelista. Vizinczey fue un escritor húngaro que hizo fama por su narrativa en Inglés. En su natal Hungría fue discípulo de Georg Lukács, primero en 1949 (de 16 años) escribiendo poemas en la revista Forum que editaban el filósofo é historiador comunista y otros notables. Luego, entre 1951 y 1956 estudió con el maestro en la Universidad de Budapest, graduándose en la Academia de Teatro y Ciencias Cinematográficas. Sus primeras obras de teatro fueron prohibidas por el régimen pro-soviético y participó en la Revolución de 1956. A consecuencia de esto, debió partir al exilio. Se asentó en Canadá (adonde aprendió Inglés trabajando como guionista para la National Film Board) y luego vivió en Inglaterra.
Fue en las islas británicas adonde Vizinczey publicó la novela In Praise of Older Women: the amorous recollections of András Vajda –adonde un narrador joven relata sus encuentros sexuales con mujeres mayores en Hungría, Italia y el Canadá. En la reseña que escribió en 1966 Kildare Dobbs para la revista decana del periodismo canadiense, Saturday Night (fundada en 1887 y que cerró sus puertas en 2006), el reseñista se maravillaba frente al magiar rebelde que diez años apenas hablaba la lengua de Shakespeare y que entonces, en 1966 y con apenas de 33 años, se presentaba “entre los maestros de la limpia prosa inglesa…” (Puedes leer una buena traducción al Castellano en la Liga 2.)
Ese es el material que Rafael Azcona Fernández utilizó para el guion de En brazos de la mujer madura tres décadas después. Azcona ha sido llamado el mejor guionista de su generación en España. Empezó a escribir guiones en 1959 y según nos informa la Wikipedia castellana, desde siempre gustó de retratar la realidad de pobreza de las gentes de su país. Igualmente se nos dice que Azcona era escéptico en temas sociales y políticos. De lo primero la película de 1997 sería un buen ejemplo; pero contradice lo segundo.
De los tres creadores que te cuento, lectora, hoy sólo vive el director, Manuel Lombardero. Sólo encontré otro filme de él, de 2007: Tuya siempre, adonde aparte de dirigir escribió el guion junto con Ignacio del Moral –uno de los escritores de la serie española Cuéntame cómo pasó (2001-2023). Esta última obra nos cuenta (en 23 temporadas y 422 episodios) cómo vivió la Transición a la Democracia una familia española del común (bueno, de la clase media común). Me parece interesante que Lombardero también haya sido productor de Belle Epoque, la gran película de 1992 dirigida por Fernando Trueba y cuyo guion también debemos a Azcona. En otras palabras, estamos ante un productor-director-guionista interesado en reflexionar sobre la evolución socio-histórica de los pueblos de las Españas.
Hace años que he soñado con hacer un kino-seminario sobre esa Revolución olvidada que se nos presenta como “Guerra Civil Española” para ocultar el trastocamiento popular del mundo que ocurrió en aquélla pequeña península de Europa entre 1931 y 1939. Ahora caigo en cuenta que el guionista (Azcona) y el director (Lombardero) de esta kino-reseña serían figuras recurrentes en los títulos que he anotado en la lista para esas kino-tertulias.
Azcona y Lombardero aterrizan la bildungsroman (novela de crecimiento y de amistad) de Vizinczey en la Cataluña de 1936, cuando los militares reaccionarios se levantaron en armas y orquestaron un golpe de Estado en contra de la Segunda República Española. Los títulos iniciales –acompañados de una tarantela para violín de Pablo de Sarasate (un virtuoso español del siglo XIX), nos llevan del fondo negro a una oscuridad apenas iluminada por bulbos. Estamos dentro de una radio. La tarantela se disuelve en un reporte radial de los militares insurrectos: “La situación de España es cada día más crítica. La anarquía reina en la mayoría de sus campos y pueblos. Al espíritu revolucionario inconsciente de las masas engañadas por los agentes soviéticos se une la malicia y la negligencia de un gobierno indigno que quiere convertir España en una colonia de Moscú. ¡Españoles! La Patria está en peligro y para salvarla el Ejército se ha hecho cargo de la dirección del país…”

El director nos deja ver, fuera de la radio, en la primera escena, a media docena de hombres maduros, unos más viejos y apergaminados que los otros. Están todos sentados alrededor de una mesa grande. Beben y fuman mientras oyen la radio. Son las noticias de “El Alzamiento Nacional”. Es la noche del 17 al 18 de Julio de 1936. Al poco nos percatamos que todos son sacerdotes y que aunque muchos están alborozados por los triunfos nacionales en Andalucía y Castilla la Vieja, otros tiemblan porque en Madrid, Euzkadi y Cataluña la República resistió a los alzados.
Viendo la escena, me acordaba yo de aquéllo que nuestro general-novelista liberal Vicente Rivapalacio Guerrero escribió en su corridito Adiós Mamá Carlota durante la Guerra de Intervención en México (1861-1867): “¡Agítanse los frailes en fuerza de dolor!” Por cierto que don Vicente se fue a morir a España, como embajador de nuestra República restaurada y tuxtepeca, en el año 1892. Todo está conectado.
Volvamos a la película. Resulta que los curas administraban un colegio internado privado para varones cerca de Gerona. A la vista del fracaso nacional en Cataluña, deciden evacuar a sus alumnos y huir del “Terror Rojo” que ven llegar. En la siguiente escena, vemos al padre-director, ya vestido de paisano, dándole instrucciones a los adolescentes. Uno de ellos se retrasa y explica que su madre está en La Coruña –es decir, al otro lado de España y cruzando dos líneas del frente de la guerra que estaba comenzando. Este chico se llama Andrés y es interpretado por Miguel Ángel García (n.1982). Azcona y Lombardero han preservado el nombre propio del protagonista de la novela original: András Vajda. La educación sentimental y sexual del muchacho, sin embargo, no ocurrirá en la Hungría comunista y la Europa de la Guerra Fría –sino en la Cataluña insurrecta de 1936-1939 y en la Barcelona vencida y humillada por los fascistas de los 1940s.
El guion de Azcona no es escéptico en materia política. Su retrato de la guerra civil es crudo y –por lo mismo– nos muestra límpidamente el egoísmo institucionalizado de la España católica y conservadora. A los curas del colegio en 1936 les importa realmente muy poco qué ocurriría con sus pupilos. Huyen como conejos y dejan ir a los niños sin acompañamiento alguno. De hecho, el padre-director lo había anunciado así la noche del golpe de Estado, al percatarse que en tierras catalanas perduró la autoridad republicana: “¡Los rojos nos van a cazar como conejos!” Cuando Andrés le explica que quiere llegar a La Coruña el cura tan sólo le dice que se vaya a Gerona y busque refugio con “alguien”.
Andrés rompe la puerta del garaje y se lleva una bicicleta. Recorre sólo la carretera a Gerona y le oímos en voz de narrador explicar que estaba feliz porque pasaría el Verano sin vigilancia adulta. El chico no entiende nada y no desea entender nada. Por supuesto, esta no es una versión de Dos Años de Vacaciones de Verne. La casa familiar de Andrés en Gerona ha sido confiscada por el portero y el muchacho está sin un quinto. Unos vecinos le ofrecen posada pero por primera vez, él se niega a quedarse de fijo en alguna parte. (Esta trashumancia es parte de la narración grande.)
Montado en su bicla Andrés llega al frente en la región de Teruel. Allí lo detiene un destacamento anarquista, comandado por Dávalos (interpretado por Imanol Arias, n. 1956). Se hace pasar por defensor de la República y se queda de ayudante de cocina é intérprete de Inglés. Eventualmente, cuando se empezaban a concentrar las tropas para la batalla de Teruel, un oficial lo enviará a su casa en Barcelona para salvarle de la carnicería. En la capital condal el muchacho sobrevivirá traficando en el mercado negro pero, casi sin darse cuenta, cada vez más identificado con las ideas republicanas. La camaradería de la movilización y de la vida en el frente le van ganando el corazón. Eventualmente Barcelona será asediada, bombardeada y capturada por los fascistas. Y Andrés será encarcelado en una plaza de toros con el resto de los “Rojos”.
Allí aparece la madre ausente. Se trata de Irene (interpretada por Carme Elías, n.1951). Ha sobrevivido a la guerra y es ahora la novia de un próspero oficial de la Falange. Este se llama –muy apropiadamente– Víctor y es interpretado por un repulsivo Ángel de Andrés López (1951-2016). Es hasta ese momento en que nos enteraremos del apellido del muchacho, porque un militar fascista lo llama en el ruedo de la prisión: “¡Andrés Vilaflores!” Estamos en 1939-1940 y nuestro protagonista estaba esperando ser ejecutado, como ocurrió a miles de republicanos.
Es en este momento en el que Azcona y Lombardero cambiaron de actor principal. Andrés ha crecido y ahora es interpretado por Juan Diego Botto (n.1975) –quien se parece tanto a García que muchos en la audiencia pensaron que los actores serían parientes. Crecer, sin embargo, no significa madurar. Para ello se requiere que el personaje contraste su experiencia como ciudadano libre y movilizado en la guerra social con el papel que los vencedores le imponen como “buen hijo de una familia católica” que debe estudiar medicina y prosperar en la “nueva sociedad” que el fascismo español empezaba a construir.
Guionista y director nos han mostrado, sin maquillaje heroico, el idealismo alocado y libertario de la Revolución Española. En ese ambiente Andrés avanzó mucho en su búsqueda de satisfacción sexual y sentimental –pero la audiencia puede ver cómo siguió siendo el chico inhibido del internado católico. Ya en la Barcelona ocupada por los franquistas cínicos é hipócritas (esos que vencieron pero no convencieron) el muchacho seguirá buscando algo que no existe. A una de las mujeres maduras que lo recibe libertaria en su cama, Andrés le pregunta: “—¿Me querrás siempre?” Y ella responde sincera: “—Siempre no significa nada. El amor no suele durar.” Él supone que la cama es el tálamo perpetuo del santo matrimonio, ella sabe que es sólo un espacio en el que se encuentran fugazmente personas libres.
La película es fiel a la novela, pero también a la sociedad de la que provenían su director y guionista. Vale la pena.
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