Tras haber transformado en novela gráfica “El diario de Ana Frank”, el premiado cineasta israelí Ari Folman lleva ahora la historia de la adolescente a la gran pantalla con una cinta de animación de la que este miércoles presentó oficialmente las primeras imágenes.
En la inauguración del foro Cartoon Movie de Burdeos, el proyecto acaparó los focos tanto por la reputación del director, Globo de Oro a la mejor película extranjera por “Vals con Bashir” (2008), como por la trascendencia de su relato, con el que se asocia de nuevo al ilustrador ucraniano David Polonsky.
Folman quiere presentar “Where is Anne Frank?” en el Festival de Venecia de 2020, pero, inmerso de momento en la fase de producción, se muestra ya satisfecho con un largometraje que se ha tomado como una misión personal.
“Los jóvenes ya no leen. Un diario de 360 páginas es demasiado largo. Necesitas inventar materiales más accesibles para ellos porque la memoria del Holocausto desaparecerá cuando mueran sus supervivientes. Suena como un cliché, pero para mí es realmente un proyecto muy importante”, explica.
Los padres del cineasta llegaron a las puertas del campo de exterminio de Auschwitz el mismo día que la familia Frank, en septiembre de 1944, y para él su vinculación con la historia fue determinante: “De no ser así no hubiera aceptado nunca. Son muchos años de trabajo, un desafío”.
La película, al igual que la novela gráfica, cuenta con el beneplácito de la Fundación Ana Frank, que gestiona el legado de la célebre adolescente que retrató en un diario los dos años que entre 1942 y 1944 pasó escondida de los nazis en su apartamento de Ámsterdam hasta que fue descubierta y deportada.
La fundación le dio total libertad artística y Folman la aprovechó para dar protagonismo a Kitty, la amiga imaginaria a la que Ana se dirigía en su diario, que cobra vida milagrosamente en un Ámsterdam actual y, sin saber dónde está su “alter ego”, se lanza en su búsqueda.
El director mezcla realidad y ficción; a través de Kitty cuenta qué fue de Ana en sus últimos siete meses de vida, algo que en su novela gráfica no sucedía porque esta acababa cuando la joven dejó de escribir.
Con información de Excélsior.