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Cultura

Ver para Pensar: Series Inglesas (Downton Abbey)

Federico Anaya Gallardo

En nuestro repaso sobre series inglesas no hay modo de evitar Downton Abbey, creada por Julian Fellowes en 2010 y recibida en México en 2012. Pero con este culebrón de seis temporadas, 52 episodios y dos películas hay que tener las mismas precauciones que con The Crown. De otro modo, lectora, podrías quedar encerrada por siempre jamás en un delirante ensueño burgués wannabe. Por eso ilustro esta kino-reseña con la primera imagen del primer capítulo: un aparato de telégrafo.

Fellowes (n.1949) es un tipo interesante. Hijo de un diplomático orientalista y bisnieto de un pionero de las escuelas de agricultura, parecería que representa bien el ideal británico de aristocracia progresista. Tiene incluso un toque de feminismo chic, pues ha criticado acremente que su mujer, Emma Joy Kitchener (n.1963), no haya podido heredar el ducado de Kitchener que su tío bisabuelo recibió por servicios militares (incluyendo los campos de concentración para civiles Boers en Sudáfrica). Como sea, si Fellowes no se convirtió en “duque consorte”, en 2011 la corona lo ennobleció nombrándole barón Fellowes de Stafford Oeste.

Regreso al telégrafo. La escena introductoria de la serie muestra una mano transmitiendo a través el aparato. Luego seguimos los cables a través de la campiña inglesa. Nuestra vista salta a un ferrocarril que avanza presto. Un hombre mira expectante por la ventana de uno de los vagones de pasajeros. Luego sabremos que se trata del nuevo valet del Duque de Grantham –quien vive en su palacio en la campiña de Yorkshire. La música, los cables y la ruta nos depositan en la oficina de telégrafos adonde una mujer recibe el mensaje. Se trata de malas nuevas… es el 15 de Abril de 1912 y el Titanic acaba de hundirse en el Atlántico Norte. Allí se ahogó el prometido de la hija mayor del duque –quien a su vez era su primo segundo. (La audiencia se entera aquí de que los grandes títulos británicos no se pueden heredar por línea femenina, un mensaje de Fellowes a favor de su mujer, la no-duquesa Kitchener.)

¿Qué interés puede tener una serie como ésta, aparte de documentar el modo en que un par del reino inglés presenta su alegato a favor del ducado de su mujer? Por supuesto, la factura es bella y las actuaciones buenas. Así que si decides verla, lectora, no te sentirás decepcionada. Me parece que el melodrama está bien estructurado y a través del mismo, a veces, se tocan algunos asuntos de interés social. Fue prometedor que en la primera temporada una de las sirvientas decidiese, en su escasos momentos libres, aprender mecanografía en un curso por correo (con reconocimiento oficial). Fellowes deja ver que a principios del siglo XX la sociedad inglesa estaba cambiando…

…Aunque no tanto. El mismo Fellowes reporta, como narrador en el par de documentales titulados Great Houses (Casas con Historia, PBS, 2013) que hace cien años un porcentaje relevante de la población británica (acaso hasta 25%) declaraba ocuparse como servidumbre. Aunque ese par de documentales se promocionó señalando que Fellowes buscaba en los grandes palacios a los “verdaderos” duques de Grantham de su ficticio Downton Abbey, lo cierto es que el guionista nos presenta en ellos el lado oscuro de la élite y la infranqueable barrera de clase entre aristócratas y comunes.

Paradojas británicas. Una familia de nobleza más antigua que los Kitchener y los Fellowes-Kitchener habría sido mejor ejemplo de modernidad democrática para nuestro autor. Los Trevelyan eran barones de Nettlecombe desde mediados del siglo XVII. Fueron Whigs y Liberales. En los 1920s el heredero al título, Charles, abandonó el partido Liberal y se unió a los Laboristas. Fue ministro de educación del primer gabinete de Izquierdas de (MacDonald, 1924-1931). En 1942 el barón Charles donó su casa señorial (Wallington Hall, en Northumberland) al National Trust para que el palacete, la biblioteca, los jardines, y la tierra que los circunda estuviesen a disposición de todo el Pueblo. Al parecer, la única condición es que el viejo barón pudiese seguir residiendo en el lugar hasta su muerte (1958). No era mala idea, pues en las primeras décadas como parque nacional, Wallington se convirtió en un centro de entrenamiento para obreras y obreros.

Creo que es obvio por qué los Trevelyan no fueron recordados por Fellowes. Don Julián se sienta orondo y elegante con la bancada conservadora (tory) de la House of Lords … Don Carlos era rojo y sentaba con los Comunes. La modernidad del telégrafo de Downton Abbey no llega a mucho.

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