Nadie se salva, lo mismo una joven de 22, que un adulto de 50 años, o aquella mujer de avanzada edad, a todos nos puede demoler de un día a otro. Llega silenciosa y penetra en nuestras vidas en los momentos de quiebre y se instala en lo más profundo del cerebro.
Tiemblan las piernas, el cuerpo comienza a conocer impulsos inconscientes que se repiten cada vez con más frecuencia y cada amanecer es un delirio de tensión.
La ansiedad, acompañada de depresión y soledad, pega a miles de mexicanos sin que mucho puedan hacer, aunque herramientas hay.
Es vivir en un infierno, coinciden quienes la padecen. Las historias alrededor de este padecimiento mental de principios del siglo XXI son aterradoras. Hurguemos en un par.
En tu primer día de trabajo, Arturo, en una cafetería, no logras concentrarte. A pesar de que clamabas por obtener un empleo que te alejara de la soledad de tu apartamento y de los pensamientos que ahí te acosan, tu reintegración a la vida laboral no resulta del todo bien.
Estás nervioso, distante. Sabes que debes hacer las cosas, y las haces, pero tu mente está en otro lado.
No lograste dejar fuera del trabajo a la ansiedad con la que despiertas desde el pasado 15 de septiembre, al otro día de que ella se fue. Ya tiraste un café y en este momento se te resbala y rompes una taza.
—¿Todo bien, Arturo? —te preguntan— y mientes. Todo bien.
Nada está bien dentro de tu cerebro y crees que las jóvenes que te dieron el empleo, lo notan. Y la temblorina en las manos, músculos o tendones, terminales nerviosas de las piernas, brincando subrepticiamente, a voluntad, no se quita, incrementa.
Las ideas dan vueltas incansables, revolviéndose con los recuerdos.
Cada vez son más las personas que reportan estar padeciendo insomnio, estrés, ansiedad y otros síntomas asociados.
Detectar y atender estos síntomas tiene hoy suma importancia, pues la depresión es una enfermedad más común de lo que puede creerse.
La OMS la define como un trastorno mental común y estima que en todo el mundo, 5% de los adultos la padecen, lo que representa alrededor de 280 millones de personas.
Cada uno de los órganos de nuestro cuerpo tiene su propio ritmo.
El hígado, por ejemplo, trabaja a partir de aproximadamente las ocho de la noche, cuando empieza la obscuridad nocturna, y hasta las tres de la mañana. Durante ese tiempo, desecha toxinas y produce una serie de sustancias como vitamina E, D y hormona del crecimiento, además absorbe triptófano, la materia prima de la serotonina que estimula la producción de melatonina, generada en la glándula pineal y es la llamada hormona del sueño, que regula el ciclo sueño-vigilia.
Cuando la ansiedad nos pega y no estamos dormidos durante las horas de más oscuridad el trabajo del hígado se ve afectado, por lo que la producción de la hormona de crecimiento y de melatonina no es la óptima y el sueño empezará a alterarse. Al no dormir no se segrega melatonina y al no segregarse melatonina, no dormimos.
Inicia así un ciclo vicioso que tendrá como resultado varias noches de insomnio.
El problema de no dormir no es sólo el evidente cansancio y posible mal humor, es que nuestro cuerpo no se regenera adecuadamente. Al no producirse la cantidad adecuada de hormona del crecimiento, nuestras células no se regeneran. Esto puede generar una verdadera sensación de malestar física y anímica.
Pero, ¿qué genera estos estados de ansiedad, soledad y depresión?
Historia uno
No lo puedes creer, Arturo, pero en el segundo día de trabajo en la cafetería, las dos mujeres que trabajan contigo se dieron cuenta de tu incontrolable movimiento en la pierna derecha, a manera de tic. Lo notas y te apenas. Hasta una de ellas te pregunta.
¿Sufres ansiedad?
—Sí, respondes, esperando una reprimenda. Apenas te conocen y podría significar una mala nota en tu hoja de vida, piensas.
Pero no.
“Sé de qué se trata, lo noté por el temblor en las piernas. Yo también padezco ansiedad”, revela.
Te sorprendes: ¿cómo?, si apenas tienes 22 años. “¿Cómo que sufres ansiedad?” Y en unas cuantas palabras te resume los porqués.
Surgió desde que una mañana hablaron a su casa por teléfono, una persona de la calle dijo haber encontrado el número de “esposa” en el celular de un señor que se desplomó en la calle. Su mamá, quien contestó la llamada, colgó y dijo: “se equivocaron”.
Esto es falso, esta notificación no nos pertenece. “Hasta que le dije: mamá, vamos a ver”. Y sí, su padre sufrió un ataque cardiaco de manera natural, en plena banqueta, al sur de la ciudad. La negación de su madre y la sorpresa de perder a quien para ella era todo, la llevó a un intento de suicidio, de ahí a la soledad, a la depresión… a medicarse.
Te entienden, Arturo. En tu nuevo trabajo hay empatía.
Lo que tú no entiendes es: ¿por qué a ti te tocó vivir este infierno invisible?, la ansiedad con su poder demoledor.
Una vez contraída la ansiedad, hay varias recomendaciones. Tratar de acostarse y levantarse temprano, eliminar la ingesta de carbohidratos procesados y almidones, llevar una alimentación a base de proteínas, consumir miel de abeja como fuente de glucosa, no cenar después de las 20:00 horas para que el hígado pueda hacer su función: desintoxicación y regeneración celular.
Es recomendable realizar actividades de relajación como meditación o técnicas de respiración pránica sencillas, que se pueden encontrar en internet.
Con la ansiedad, el sentimiento suele ser de nerviosismo o vulnerabilidad; hay necesidad de moverse, respiración acelerada, hasta taquicardia. Hay una baja en los niveles de triptófano y serotonina. La gente se siente nerviosa o vulnerable. La recomendación es tomar vitamina D3 y triptófano, así como Flores de Bach.
La terapia floral es recomendable para tratar la depresión, pero definitivamente es importante la intervención de un especialista o psicoterapia.
Caso dos
No olvidas la mirada de aquella señora, familiar lejana, a quien de cuando en cuando veías. Ojos inquisidores, profundos, casi lacerantes. Pedías quitar los cuchillos de la mesa que compartían. Imperturbable cuanto te miraba, tanto que, en algunas ocasiones, preguntaste a su esposo: ¿Oiga, ya le dieron su medicina? Y ellos, sus familiares, tan desapegados, dejaban en la mujer la responsabilidad de los antidepresivos, y por supuesto, los engañaba. No se los había tomado.
Pero, ¿qué le sucedió a esta mujer? Cuentan que comenzó a sufrir cuadros de ansiedad cuando su padre murió en un accidente automovilístico: chocó contra un tráiler y terminó degollado.
Ella cayó en depresión, pero nunca la atendieron. A sus familiares se les hacían naturales sus temblorinas, decían que exageraba y vivieron creídos de que un día sola esa ansiedad se le iba a quitar. Nunca le pusieron atención.
Hasta que aquella noche que la perdieron. Se les salió de casa y nadie la vio. Les avisaron que estaba en una colonia cercana, de la mano de su sobrino, al que llevaba desnudo, y que le iba diciendo a la gente con la que se cruzaba: “¡Miren al niño Dios!, ¡él es el niño Dios, salúdenlo!”
Esquizofrenia. Vive medicada.
Perfecto monstruo es la ansiedad, que puede insertarse en la mente de cualquiera. Monstruo agazapado a la espera de un momento de quiebre.
Métodos para liberar la ansiedad hay muchos, desde ansiolíticos hasta terapias.
Llevas varios meses, Arturo, sin poder conciliar el sueño, con las extremidades en permanente agitación. También la señora, de avanzada edad, con quien charlas de cuando en cuando, te lo confió hace poco: sufre ansiedad y toma medicamentos todos los días.
Ella te enseñó los fármacos que actúan sobre el sistema nervioso central, con propiedades ansiolíticas, anticonvulsionantes, miorrelajantes, sedantes, hipnóticas y estabilizadoras del estado de ánimo. Pero son insuficientes.
Piensas en atacarla con terapias de regresión; ya no sabes qué hacer.
Nadie se salva. Lo mismo una joven de 22 que un adulto de 50 años. ¿Dónde está la puerta para salir de este infierno?
Con información de Excélsior