Federico Anaya Gallardo
ando la vuelta por mi muro Facebook encuentro de vez en cuando buenos video-clips realizados en la plataforma TikTok. Hoy quiero contarte de dos de ellos, lectora. Primero tropecé con uno posteado por “Allison_Sa” (@allisonsa66, Liga 1) tomando una escena de la serie inglesa Good Omens (Buenos Presagios, 2019-2023, creada por Neil Gaiman). Aparece David Tennant (n. 1971), interpretando al demonio Antony J. Crawley. Viene llegando a una gran reunión en medio de un semi-desierto. Lleva una larga cabellera pelirroja y va vestido con una larga túnica negra. Hay mucha gente a su alrededor: hombres y mujeres; niños, niñas y adolescentes. Por sus túnicas largas y turbantes imaginamos algún lugar en lo que nosotros, los occidentales, llamamos Medio Oriente. Crawley se acerca a una de las personas, un hombre blanco y regordete, de pelo rubio clarísimo. Se trata de Azirafel, un ángel interpretado por Michael Sheen (n.1969) y a quien los creadores del personaje llaman gayer than a treeful of monkeys on nitrous oxide (“más alegre que un árbol lleno de monos usando gas de la risa”).
El demonio Crawley inicia la plática llamando al ángel Azirafel “colega”. Inmediatamente le pregunta cómo le fue cuando el Cielo se enteró que le había dejado la espada de fuego a Adán y Eva el día que los sacó del Paraíso. (Crawley es un juego con el verbo inglés to crawl, arrastrarse, porque este personaje es la serpiente que tentó a la primera madre y al primer padre…) Azirafel le comenta que el Todopoderoso no ha vuelto a mencionar el asunto. (Luego nos enteraremos de que el Todopoderoso no suele ocuparse de nada, ni en lo Alto ni en lo bajo.) Azirafel es apenas un “Principado”, un espíritu celestial de menor rango que un ángel ó arcángel –y le han encargado “dar seguimiento” a la Humanidad aquí en la tierra.
Muy pronto caemos en cuenta que estamos viendo el embarque de las parejas de animalitos en el Arca de Noé –que Crawley describe jocoso como a big boat filled with a traveling zoo. Azirafel le explica que se trata de algo más serio… pues Dios está un poco molesto con la Humanidad y ha decidido eliminarlos a todos con un diluvio. El demonio, espantado, le pregunta: “—¡¿A todos?!” (Unos niños pasan corriendo con sus cabras frente a ellos.) El ángel, flemático (he is an English Principality, you know…) le explica que sólo a los locales: “—No creo que el Todopoderoso esté enojado con los chinos, ó con los indios americanos ó con los australianos… aún”.
Ante el plan divino, Crawley sólo atina a comentar que matar niñas y niños es propio de un diablo. Molesto, Azirafel le recuerda que nadie debe cuestionar el Plan de Dios, que es “inefable”, es decir “que no puede explicarse con palabras, ni narrarse, ni expresarse”. En ese momento, uno de los dos unicornios se le escapa a Noé… Crawley trata de advertirle, pero empieza a chispear… el diluvio ha comenzado. Y por eso es que ya no hay unicornios. (Para planes inefables, este es caótico: ya ves lectora, que Silvio aún anda buscando el unicornio perdido.)
Si todo lo que hasta ahora te cuento, querida lectora, te parece extraño, enredado y alucinado, tienes razón. La serie Good Omens está inspirada en una novela escrita al alimón por Neil Gaiman (n.1960) el autor de Sandman y por Terry Pratchett (1948-2012) el autor de Mundodisco. Pero si esta combinación no fuera suficientemente potente, gracias a otro TikTok me he enterado de qué inspiró originalmente la novela.
Se trata de un post de “Tom Ayling” (@tomwayling, Liga 2) quien se especializa en presentar ediciones raras para Jonkers Books. El librero tiktokero nos llama la atención acerca de una escena que a todos nos pasó de largo en el último capítulo de la primera temporada de Good Omens. Luego de que el ángel y el demonio han ayudado al Anticristo-niño a detener el Armagedón, Azirafel regresa triste a su librería de viejo. (¿Qué otro oficio podría tener un ángel que viviese entre nosotros?) La librería se quemó el día del Juicio Final… así que todo se ha perdido. Pero no: abortado el Fin del Mundo, todas las cosas se han restaurado. La librería de Azirafel sigue allí. Y sobre el escritorio del ángel, se encuentran trece de las 39 novelas infantiles que la escritora británica Richmal Crompton (1890-1969) publicó desde Just William (1922) hasta William the Lawless (1970).
El protagonista de esa serie es un niño de once años llamado William Brown. Crompton describió a partir de él la suburbia que la sociedad británica de la primera posguerra trataba de construir. Originalmente, Crompton escribía para adultos, “con la intención de ofrecer una imagen (entre afectuosa, irónica y asombrada) del estupendo e incomprensible mundo infantil visto por una afable tía soltera” –según nos explican Tomás Fernández y Elena Tamaro en la Liga 3. Pero su descripción enamoró no sólo a los adultos, sino a los niños que le leyeron. Just William es una especie de Tintin inglés. La autora siguió escribiendo aventuras del niño por medio siglo –quien nunca creció. Muchas de las secuelas llevaban títulos como William the Gangster (1934), William the Detective (1935), William the Explorer (1960).
Tom Ayling nos explica en su TikTok que un día a Neil Gaiman se le ocurrió que la novela 40 de Just William podría llamarse William the Antichrist. Escribió la idea esencial y se la envió a Terry Pratchett quien, entusiasmado, le dijo que ó le compraba la idea ó juntos escribían la novela… porque “quiero saber en qué termina”. El resultado fue Good Omens.
De hecho, la explicación de Ayling nos permite entender mejor el mensaje que Gaiman/Pratchett deseaban transmitir. El centro de la novela no son el ángel Azirafel y el demonio Crawley, sino el niño de once años que no se llama William, sino Adam Young, “Adán el Joven”. Este Adán es una versión sublimada de William. Tiene, como el niño de 1922, una pandilla de chicos que le acompaña. Vive, como el niño de 1922, en un suburbio semi-rural de Londres. Se pelea, como el niño de 1922, con las personas adultas que le rodean.
En los comentarios al TikTok de Ayling, “HerbertBrooks” comentó que Adán también está moldeado a partir del hijo del embajador estadounidense en Inglaterra en la película La Profecía (The Omen) dirigida por Richard Donner en 1976. Efectivamente, Gaiman/Pratchett juegan con esa historia –pero con el mejor humor se burlan de la desastrosa implementación del inefable plan divino para el Armagedón. Resulta que el hijo de Satanás es confundido en el orfanato y se entrega a los Young del suburbio inglés, mientras que el embajador recibe a un niño normal.
El detalle es relevante. En Good Omens el hijo del diablo no es criado entre la élite (como en la película de Donner) sino entre la gente más común y más corriente. Pero es esto lo que le permitirá a Adán Young interrumpir el Fin del Mundo y reorganizar la realidad. Gaiman/Pratchett, en la mejor tradición angloamericana, proclaman la sabiduría del hombre y la mujer común. El tan extraño sentido común y la actitud no-nonsense que permite restaurar las relaciones humanas. El ángel y el demonio son sólo acompañantes de los humanos.
En la idea de que sea un niño quien reorganice la realidad también encuentro un eco (acaso no tan lejano) del Bastián Baltasar Bux de Miguel Ende. El Adán de Gaiman/Pratchett, igual que el Bastián de Ende, perderá la razón imaginando cosas alucinantes pero divertidas. En su locura Adán humillará a sus amigos y se aislará de todos –como Bastián Emperador Infantil de Fantasía. Pero, igual que Bastián en La Historia Interminable, Adán retornará a la realidad recordando la humanidad sencilla de su padre.
En resumen, lectora, estemos atentos a TikTok y disfrutemos de Good Omens cuya segunda temporada ya está disponible en el servicio streaming de Amazon Prime.
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