Potosinoticias.com
Opinión

Ver para pensar: Giamatti como John Adams (orígenes)

Federico Anaya Gallardo

Comencemos con el actor estelar de esta kino-reseña. Paul Giamatti (n.1967) es bien conocido por las audiencias gracias a papeles como el del archivista-escritor de cómics Harvey Pekar (1939-2010) en la película American Splendor(Bermanen-Pulcini, 2003): un odioso pero genial burócrata de Ohio quien bien podría haber sido un perfecto genio artístico si no hubiese nacido y vivido en la Cleveland de finales del siglo XX. Yo, en lo personal, ubico a Giamatti por su rol como un miserable y explotador productor hollywoodense en Big Fat Liar (Gordo mentiroso, 2002), dirigida por Shawn Levy adonde interpreta al enemigo mortal del entonces exitoso niño-actor de Malcom in the Middle, Frankie Muniz. Agrego una foto de esta última película que menciono para que me entiendas, lectora, el tipo de “aura” que me evoca la cara y el físico de Giamatti. ¿Odioso (obnoxious), verdad? En su último filme, Los que se quedan (The Holdovers, Payne, 2023), el personaje de Giamatti parte del mismo cartabón: el profesor autoritario y tradicionalista en un internado de élite, quien debe apechugar el invierno como niñero de estudiantes que no salieron de vacaciones de navidad.

Precisamente por todo lo que acabo de decir, Giamatti era perfecto para interpretar a John Adams (1735-1826) en la serie de HBO dirigida por Tom Hooper en 2008. Este político nacido en Quincy, Massachusetts, en 1735, era una persona engreída, autoritaria y socialmente conservadora. Su participación en la guerra de independencia de los EUA fue empujada más por las circunstancias que por su carácter personal. Los siete capítulos de la serie –que hoy en día está disponible en streaming gracias a AmazonTV– son una maravilla porque cuidadosamente nos van mostrando todas estas contradicciones (y otras de aquélla sociedad y aquéllos tiempos).

Cuando las trece colonias que hoy forman parte de EUA se rebelaron contra Inglaterra, John Adams tenía casi cuarenta años. Ya era un hombre casado con una hija y tres hijos. (Otros pequeños habían muerto en el parto ó infantes.)Adams había estudiado leyes en Boston –en la Universidad de Harvard– y litigaba tanto en la ciudad-puerto como en la comarca rural masachusetana. En el primer capítulo de la serie (“Unirse ó morir”) vemos a ese abogado barrigón llegar, una tarde ya muy oscura, a la ciudad. Viene a caballo desde un pueblo adonde ha defendido –sin éxito– a un granjero que alegaba que el caballo de un vecino se había comido parte de su milpa. Su mujer, Abigail Smith (1744-1818), lo recibe en el establo de la casa, le ayuda adesensillar y a cepillar a la bestia. En su sencillo diálogo, el público percibe que la historia que va a contarse no es la de John, sino la de John y Abigail.

Aquélla era una noche de invierno. De pronto se oyen gritos en las calles: “¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego!” Adams sale con un cubo para ayudar a controlar el incendio, igual que otros habitantes. Pero no hay tal. Los gritos de “¡Fuego!” los dieron muchachos que retaban a un pelotón de soldados británicos que resguardaban la Aduana. Los chicos les aventaban ostras cubiertas de nieve y amenazaban a los soldados con los pequeños bates con que tensaban las cuerdas de los barcos. En la confusión, un soldado disparó y sus compañeros lo imitaron. Era la noche del 5 de Marzo de 1770. Cinco bostonianos murieron y cuatro quedaron heridos. Paul Revere (el cartero a caballo del folklore patriótico yanqui avisando de la llegada de los casacas rojas) publicó en su imprenta, el 28 de Marzo siguiente, una ilustración titulada The Fruits of Arbitrary Power, or the Bloody Massacre (“Los resultados del poder arbitrario ó la sangrienta masacre”) –que te agrego aquí.

Cosa extraña para ese tiempo (tres años antes, en 1767, el Virreinato mexicano había ejecutado a cientos de potosinos, guanajuatenses y michoacanos por rebelarse contra la Corona) y aún para los nuestros (en 2024 seguimos esperando justicia en los Casos Acteal y Ayotzinapa), el gobierno colonial en Boston entregó al pelotón y a su capitán (Thomas Preston) a las cortes penales de la colonia masachusetana. Fueron juzgados por un jurado de doce colonos bostonianos. El capitán Preston y seis soldados fueron absueltos. Dos soldados fueron condenados por homicidio culposo –con penas pequeñas. Se entendía que la muchedumbre había retado y provocado a las autoridades. John Adams fue uno de los defensores de los soldados.

La serie de HBO aprovecha este incidente para mostrarnos cómo los Adams se balanceaban, a principios de los 1770s, entre el bando realista y los patriotas. Un primo mayor de John, Samuel Adams (1722-1802) era un activista radical que llevaba varios años luchando en contra de los nuevos impuestos y la presencia de tropas. Samuel aprovechó el juicio abierto y la defensa que hizo su primo John, para mostrar que los masachusetanos eran más civilizados que los británicos. Por su parte, las autoridades coloniales invitaron a John a ser funcionario de la Corona. Y John pensó seriamente en aceptar. (Abigail no estaba tan de acuerdo.)

El director Hooper contrasta a un John moderado, preocupado de triunfar en la sociedad colonial y escalar en la burocracia monárquica, frente a un Samuel que desea una pronta rebelión general contra la monarquía. Ambos serán electos como diputados al primer Congreso continental convocado en Filadelfia en 1774. John era amigo del último procurador de justicia monárquico de Massachusetts, Jonathan Sewall, quien trató de convencerle de permanecer leal al Rey. Al tiempo que ambos Adams vajaban a Filadelfia, los masachusetanos patriotas armaban milicias ciudadanas y organizaban una legislatura propia, separadas del ejército realista y de la asamblea colonial. Poder dual, dirían Lenin y Trotsky 150 años más tarde.

En la serie de HBO, Samuel Adams (interpretado por Danny Huston, n.1962) desaparecerá poco a poco de la serie una vez que los diputados lleguen a Filadelfia. Dos de los representantes de Virginia (entonces la colonia más rica) se robarán las cámaras. Uno es un intelectual, Thomas Jefferson (interpretado por Stephen Dillane, n.1957) y el otro un coronel de milicias llamado George Washington (interpretado por David Morse, n.1953). Ambos están dispuestos a pagar por un ejército de ciudadanos que defienda Massachussets –que ha sido atacada por los británicos. Esta “desaparición” de Samuel Adams nos avisa que la serie no profundizará demasiado en las versiones más radicales del movimiento de independencia estadounidense; pero la pérdida es más que compensada por el cuidado del director, Tom Hooper, para mostrarnos la multitud de intereses presentes en el naciente espacio público estadounidense.

Si bien todas las colonias tenían problemas con Londres, no todas deseaban la Independencia. Muchos de los diputados aún creían que se podría llegar a un arreglo con Su Graciosa Majestad Británica. De hecho, Georgia, la colonia más sureña, no envió delegados a las primeras sesiones del Congreso continental. Durante las primeras sesiones el consenso era ofrecer a Londres una propuesta de auto-gobierno colectivo: con un “Gran Consejo” de representantes electos y un “Presidente General” nombrado por el Rey. Más tarde, esta sería la forma de gobierno democrática en muchos de los dominios británicos, como Canadá y Australia. Pero en Londres el Parlamento ignoró la propuesta y el Rey declaró a los masachusetanos rebeldes y traidores –ordenando a la marina atacar Boston.

John Dickinson (interpretado por Zeljko Ivanek, n.1957) era el diputado que hacía cabeza de la delegación pensilvana y era uno de los propietarios más ricos de la América británica. Pese a la agresión realista, Dickinson insistió en ofrecer una rama de olivo al monarca y al Parlamento –retrasando la declaración de independencia que los más radicales exigían.

En el capítulo dos de la serie (“Independencia”), cuando la decisión del rey llegó a Filadelfia y el presidente del Congreso la leyó, cerró con el ritual “¡Dios salve al Rey!”. Samuel Adams gritó “¡Dios maldiga al Rey!”… y Benjamín Franklin (interpretado por Tom Wilkinson, 1948-2023) comentó mientras salía de la sala de asamblea: “Dios salve al Rey. ¿Quién más podría haber traído este espíritu de unidad a nuestro Congreso?” La seguridad de ser colgados hizo preferir a los diputados angloamericanos ir a la horca juntos y no separados.

La serie es magnífica, pues muestra los momentos en que las cosas pudieron discurrir de un modo alterno. La creación de un parlamento regional en América liderado por un gobernador-general nombrado por la Corona habría evitado la guerra y el ejemplo estadounidense –que incendiaría más tarde a la Francia y a la América española no habría existido.

Notas Relacionadas

Ver para Pensar:

Edición PotosíNoticias

Cabos Sueltos. Los coqueteos de Galindo hasta el desaire de la foto sospechosa

Edición PotosíNoticias

Ver para pensar: Si hicimos La Sombra del Caudillo… ¿por qué no otras?

Potosinoticias .com