Todo empezó el día de Navidad, cuando un avión con 38 pasajeros a bordo cayó derribado en Azerbaiyán. El avión, que volaba desde la capital, Bakú, hasta la ciudad rusa de Grozni, en Chechenia, se estrelló en un campo cerca de Aktau, en Kazajstán, tras desviarse cientos de kilómetros de su ruta prevista. Sobrevivieron 29 personas. Ucrania dijo que fue obra de Rusia. Estados Unidos apoyó la declaración.
Y Azerbaiyán quiere su propia versión, y acusa también al Kremlin de lo que ocurrió ese día, mientras disminuye la influencia de Rusia en la región. Y el enfrentamiento ha subido de tono. El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, acusó a Rusia de derribar accidentalmente el avión con su sistema de defensa aérea.
Criticó a Moscú por intentar “silenciar” el asunto durante días, lo que, según él, causó “sorpresa, pesar e indignación justificada” en Bakú. Vladimir Putin, el presidente ruso, emitió rápidamente una inusual disculpa por el “trágico incidente”, pero no llegó a admitir que Rusia fuera responsable.
Ahora la causa puede llegar a los tribunales. Bakú se está preparando para apelar ante “un tribunal internacional” por el presunto derribo del avión por parte de Rusia. “Se están recopilando hechos y pruebas, y se están haciendo preparativos para apelar ante un tribunal internacional”, escribió la agencia local APA en un artículo con duras acusaciones sobre los intentos de Moscú de evadir su supuesta responsabilidad.
“La identidad de quienes dieron la orden de disparar y de quienes abrieron fuego es conocida por el lado azerbaiyano… El lado ruso pretende crear una situación ‘Boeing-2 de Malasia’”, continuó el artículo, haciendo referencia a los esfuerzos de Rusia para negar la responsabilidad por el derribo en 2014 del vuelo MH17 de Malaysia Airlines, que los investigadores concluyeron que fue derribado sobre el este de Ucrania por milicias prorrusas.
El problema no es sólo lo que pasó sino la respuesta. O la no respuesta en este caso. “Rusia simplemente ignora el accidente, con la esperanza de que desaparezca. Es condescendiente, nos miran con desprecio”, ha contado una fuente conocedora del caso.
En otros movimientos de presión en torno a este caso, Azerbaiyán ha ordenado a Moscú que cerrara el centro cultural Casa Rusa en Bakú; y ha enviado un ‘inusual’ cargamento de ayuda no militar para apoyar a Ucrania en un momento especial, cuando se cumplen casi ya los 3 años de la invasión de Rusia en otro país de su influencia directa.
Azerbaiyán es un centro de tránsito vital para Moscú, facilitando el envío de mercancías hacia y desde los puertos de Irán y el Golfo Pérsico. Unidos histórica, política y económicamente, que la UE haya recurrido a Azerbaiyán para ayudar a reducir su dependencia de los combustibles fósiles de Moscú no ha gustado demasiado. Ni el acercamiento a Armenia, ni la situación en Georgia. Ni tampoco el deseo de ‘volar’ lejos de las alas protectoras de Putin.
Mikhail Zvinchuk, un analista militar ruso que gestiona el canal de Telegram Rybar (y al que Rusia quiere capturar/eliminar por 10 millones de dólares), ha afirmado que “el accidente del avión Azal sólo ha servido como pretexto para reforzar agravios previamente ocultos. Es evidente que Bakú seguirá buscando razones para aumentar las tensiones con Rusia”.
Con información de: AS