Para un caracol de mar, el apareamiento siempre es mejor en grupo.
De hecho, es la única forma en que funciona. Estas lentas babosas marinas del caribe cargan unas pesadas conchas de color rosa y naranja que dificultan la tarea de conseguir pareja. Para que el apareamiento resulte exitoso, debe haber 50 caracoles o más desovando al mismo tiempo.
Pero los caracoles de las Bahamas, protagonistas de la cultura y la economía del país, hoy están teniendo problemas para reproducirse. Según indican estudios científicos recientes, la sobrepesca y la liviandad de las reglamentaciones han ocasionado una pérdida de caracoles al punto de que las comunidades no alcanzan el número mínimo necesario para el apareamiento. Eso significa que los caracoles en esas regiones pueden morir sin llegar a reproducirse, lo que lleva a la desaparición de la pesquería de esta especie. Un artículo publicado recientemente estima que la sobrepesca podría acabar con los caracoles de las Bahamas en tan solo 10 años.
Utilizado en todos los platos, desde ensaladas hasta frituras, el caracol es uno de los alimentos básicos de la nación isleña y es un emblema cultural. Existen desfiles y festivales anuales de caracoles, en los que se realizan concursos para ver quién puede comer la mayor cantidad de caracoles, cocinar los mejores platos con caracoles, y partir y limpiar los caracoles más rápido. Si la pesquería de estos moluscos colapsa, podría dejar sin trabajo a más de 9.000 pescadores de las Bahamas, el dos por ciento de la pequeña población del país.
El 13 de enero, el Departamento de Recursos Marinos de Bahamas afirmó que anunciaría ciertas medidas oficiales para proteger al caracol, como la eliminación de las exportaciones y el aumento del personal de control. Estas medidas aguardan la aprobación del primer ministro.
Un cuento con moraleja
El territorio de los caracoles se extiende por todo el caribe. Los moluscos viven, principalmente, en lechos de vegetación marina (amplio suelo arenoso con pastos altos y ondulantes), que ellos mismos mantienen en buenas condiciones al comerse la vegetación muerta. También son una importante fuente de alimento para grandes depredadores como los tiburones y las tortugas.
Los caracoles solían ser prolíficos en los Cayos de Florida, pero en 1975, la sobreexplotación y la captura comercial derivaron en el ocaso de la pesquería. En Aruba, Bermudas, Costa Rica y Haití, entre otros lugares, las pesquerías de caracol también se han visto perjudicadas debido a la sobreexplotación.
Bahamas es uno de los lugares del Caribe con las normas más laxas con respecto a la pesca de caracoles. Si bien está prohibido bucear para pescar caracoles, y hay cupos de exportación y una red de áreas marinas protegidas en las que se prohíbe pescar, los conservacionistas sostienen que los entes reguladores carecen del personal y los fondos necesarios para hacer cumplir estas reglas -las cuales, según dicen, son demasiado débiles.
En 1970, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, se pescaban casi 100 toneladas métricas de caracol por año. Ese número llegó a más de 800 en 2006 y se redujo a 400 en 2014.
En 2015, se capturaron alrededor de 400 toneladas métricas de caracoles en las Bahamas, y cerca de la mitad de ellas se exportaron a un valor estimado de $ 2.3 millones. El resto se destinó al comercio nacional. Según un informe de la Organización nacional oceánica y atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) casi toda la carne de caracol exportada se envía a los EE. UU.
Hacer un balance
En 2011, los científicos han comenzado a preocuparse por el número de caracoles en las Bahamas, según indica Allan Stoner, uno de los autores del reciente artículo que predice el fin de la pesquería de aquí a 10 años. Stoner es biólogo del grupo conservacionista Community Conch y ha estado estudiando los moluscos durante tres décadas. Comenta que, tras observar los números de poblaciones en la última década, quedaron asombrados por la tasa de disminución. “Comparamos los censos de poblaciones en los años 90. Y luego, el de 2011 fue un shock”, afirma.
Un censo más reciente no hizo más que aumentar las preocupaciones.
Un día cálido y soleado del pasado abril, dos investigadores del acuario Shedd Aquarium de Chicago se propusieron contar los caracoles en Exuma Cays. Históricamente, en estos cayos, que pertenecen a un área marina protegida, se han encontrado las poblaciones de caracoles más saludables de las Bahamas.
Flotando sobre el lecho de algas marinas en aguas cristalinas y turquesas, el biólogo Andy Kough y la coordinadora del programa de buceo Amanda Weiler extendieron una cinta métrica para determinar el espacio exacto que planeaban medir. Esperaban encontrar muchos caracoles bebés.
Pero en el tramo de cinta métrica, Kough encontró solamente unos pocos adultos y contó una sola población con pocos ejemplares jóvenes, necesarios para asegurar el sostenimiento de las comunidades de caracoles. Las aguas, anteriormente pobladas con números que clasificaban el área como centro de cría, ya no eran lo mismo.
“Podría tratarse simplemente de un mal año”, comenta, y agrega que los científicos no pueden determinar el estado de la pesquería en general a partir de un solo criadero vacío. Pero sí preocupa que haya cada vez más años malos.
Seis meses después, Kough trabajó en conjunto con Stoner y Martha Davis, la directora de Community Conch, para publicar sus hallazgos en la revista Fisheries Science & Aquaculture. En opinión de ellos, si no se toman medidas, los caracoles no podrán reproducirse al ritmo que exige la intensa demanda de los pescadores en las Bahamas.
“Todavía no creo que hayamos llegado al punto de inflexión”, comenta Stoner, exponiendo los resultados como una llamada de atención.
Soluciones científicas
En su artículo, Kough y Stoner proponen una serie de recomendaciones para salvar la pesquería de caracoles.
Una de ellas consiste en exigir que se pesquen los caracoles sin extraerles la concha. Las conchas, especialmente las más viejas, suelen ser pesadas, y la mayoría de los pescadores en las Bahamas pescan, básicamente, sumergiéndose en las profundidades y conteniendo la respiración para bucear sin equipos. Se sumergen en los lechos de vegetación marina, parten las conchas, sacan las babosas y descartan la concha antes de subir a la superficie.
Pero las conchas son importantes porque son el único indicador de la edad de un caracol: cuanto más grueso es el “labio” de la concha, más viejo es el caracol. Las leyes solamente permiten pescar conchas adultas. El sentido de esto es que el caracol logre llegar a reproducirse antes de que se lo elimine del ecosistema, y que se pueda garantizar una población estable. El Departamento de Recursos Marinos de Bahamas se propone establecer un grosor de labio mínimo obligatorio, sujeto a la aprobación del primer ministro. Si bien aún se desconoce el grosor que determinará oficialmente el departamento, el Fondo Nacional de las Bahamas, la organización sin fines de lucro que administra los parques nacionales del país, sugiere que sea de 15 milímetros.
Kough es optimista con respecto al cambio. “Las recomendaciones demuestran que el departamento es consciente de la problemática situación que enfrenta la población de caracoles en las Bahamas”, explica.
Otra propuesta es prohibir la exportación de caracoles, algo que respalda Shelly Cant-Woodside, directora de ciencia y política de Bahamas National Trust. “Es lo que podemos hacer en lo inmediato”, sostiene, y de hecho está entre la serie de recomendaciones que el primer ministro evaluará este mes.
Cant-Woodside también está de acuerdo en restringir la pesca de caracoles a solo unos pocos meses del año.
Además, se baraja la posibilidad de prohibir la pesca por cinco años. “Esa es la opción más drástica, hay muchas otras cosas que pueden hacerse para evitar una medida tan extrema”, explica Kough.
Encontrar voluntad política
Cant-Woodside anticipa que habrá una reacción negativa para todas estas implementaciones. “No estamos acostumbrados a las regulaciones ni a cumplir normas”, expresa, describiendo un sentido nacional de individualismo moldeado por la era de piratería de la región. Según ella, cualquier medida que restrinja lo que, para muchas personas, es su única fuente de ingresos encontrará oposición.
Algunos, sin embargo, se oponen menos que otros. “En mi negocio, yo puedo recurrir a varias alternativas, pero para algunas personas es un poco atemorizante”, comenta Stephen Dean, nativo de las Bahamas y propietario de un restaurante que sirve caracoles capturados por pescadores locales. Dean explica que, si no hay caracoles, se dedicará a cocinar otros platos, pero entiende que los pescadores de caracoles sí están preocupados por el futuro de la pesquería.
Según Dean, muchos de los buceadores que pescan caracoles culpan a los seis millones de turistas que visitan las Bahamas cada año y que suelen llevarse conchas de recuerdo, o a sus vecinos, los dominicanos, que pescan ilegalmente en las aguas de las Bahamas.
El Fondo Nacional de las Bahamas, junto con otras organizaciones locales, está creando fuentes de empleo para los lugareños que estén interesados. La apicultura, por ejemplo, es una de ellas. La gran industria turística de las Bahamas permite que también haya otras opciones de trabajo como la de guía, pero es cierto que tanto la tradición como la escala de la industria caracolera se perderán si se derrumba la pesquería.
Aunque la evaluación científica de la pesquería realizada por Stoner y Kough pinta un cuadro terrible, los científicos afirman que no es demasiado tarde para salvar los caracoles de las Bahamas.
“Es una oportunidad para hacer visible lo que está sucediendo antes de que sea demasiado tarde”, expresa Kough.
Con información de National Geographic.