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OpiniónPORTADA

Vasco de Quiroga, purépecha para siempre

Jorge Ramírez Pardo

Hace 20 años estuvo de visita en la capital potosina el doctor en historia Francisco Miranda Godínez, profesor e investigador de El Colegio de Michoacán, especialista en el estudio de la vida y obra del humanista/humanitario Vasco de Quiroga (1470-1565).


• ¿Qué le da dimensión histórica a este personaje?, le pregunté entonces.
• Lo más importante de Vasco de Quiroga fue lograr que un pueblo maltrecho por las crueldades del conquistador Nuño de Guzmán y sus soldados, recobrara la confianza en sí mismo y su crecimiento en humanidad.
• Llega a México en 1531 como oidor (hoy sería un visitador de derechos humanos) ¿Por qué se nos muestra como obispo?
• Su ingreso en el clero fue sin pensarlo, él era abogado. Luego de su primer viaje a Nueva España y Nueva Galicia informó en España de la crueldad de la conquista; en su reporte anotó que los naturales eran considerados y peor tratados que animales irracionales; cuando ya había empezado a desarrollar su tarea de diálogo y apoyo a sus semejantes, para ello, fundo los hospitales de Santa Fe, uno en la capital del país (hoy zona comercial y residencial) y el otro en Michoacán, junto al lago de Pátzcuaro. Ahí llevó a la práctica la experiencia social de la Utopía del canciller Tomás Moro.

¿Qué y cómo es la Utopía de Moro en versión purépecha?

El pensador británico escribió en latín su Utopía en 1516. Utopía es una parábola orientada a convertirse en un hacer auténtico. Ese término, “utopía”, fue inventado por Moro, quien consciente de los males sociales y políticos de su época -inflación, corrupción, malos tratos a los pobres, guerras sin finalidad alguna, ostentación de la corte, abuso del poder…- describe un mundo ideal, localizado en una isla con una sociedad organizada racionalmente.

Utopía es una comunidad que establece la propiedad común de los bienes, el trabajo compartido, los espacios dedicados a la lectura y el arte, la búsqueda de la igualdad disolviendo las diferencias sociales y atisbando elementos democráticos.

El texto Utopía fue revolucionario en su época, y su lectura sigue abriendo, en las entidades y personas más dispares, nuevos cauces de futuro y de camino hacia él.

Así lo percibió Vasco de Quiroga y emprendió uno de los más visionarios y ambiciosos cometidos de hacer de la comunidades indígenas de la Sierra Tarasca y la región lacustre de allá mismo un ensayo socio/económico de producción y concordia en equidad.

El hospital como eje

En las dos Santa Fe, la de ciudad de México y la del Lago de Pátzcuaro, Vasco fundó establecimientos denominados hospitales, con un sentido más ancho y menos médico que las actuales entidades de igual nombre.

El hospital era el antecedente de las actuales escuelas de artes y oficios, con el agregado de elementos de auxilio emocional y orientación comunitaria; ahí acudían las familias, lo mismo a aprender oficios que a “curar el cuerpo y el alma” y reflexionar sobre el ser y deber ser en colectivo.

Para trascender la intención romántica, Vasco de Quiroga, indagó en España y otros confines las mejoras técnicas para la forja de productos de uso, y encomendó oficios a distintas comunidades, mismos, en su mayoría existentes hasta la fecha y, combinados con labores agrícolas, han dado sustento a distintos poblados. Estos son, desde entonces las tareas y punto de producción:

• Pantamban produce alfarería con barro rojo
• Tzintzuntzan variantes de barro con policromado color crema con líneas en negro
• Paracho a través de la laudería o producción de de instrumentos musicales de cuerda se convirtió en el primer fabricante de guitarras de diversas calidades en el país, con extensión de su mercado a Canadá, Estados Unidos, Francia, Bélgica y Suecia. Le acompañan los poblados de Ahuirán, Aranza y en Nurio en la producción de instrumentos musicales y esculturas en madera de pequeño formato.
• Quiroga produce juguetes de madera.
• Santa Clara del cobre, en su nombre lleva la encomienda de hacer casos y vasijas de cobre que con el tiempo han combinado el objeto de uso con la obra de arte.
• Uruapan forja charolas y bateas de madera de finos acabados en laca con técnica de origen chino.
• Ocumichu hace piezas decorativas de barro policromado; con el paso de los días sus conjuntos escultóricos de diablillos asediando a Cristo de camino del Calvario son piezas de colección.
• Pátzcuaro produce mobiliario con madera de pino labrada: mesas, sillas, libreros, camas, baúles, roperos
• Pátzcuaro y las islas Janitzio y Yunuén se han dedicado a la pesca.
• En diversos poblados de la zona lacustre se producen objetos de uso y adornos de Tule, Chuspata, Ixtle / henequén, carrizo, palma, paja, popotería y huinumo (manojos vegetales que produce el pino).
• Además, en diversos poblados de la Sierra y Meseta tarascas se producen rebozos y vestuario femenino para las guares o mujeres purépechas que ya han tenido un hijo.
• Asunto adicional es el ancestral ejercicio musical con bandas de alientos y cantos pirekuas o canciones en lengua purépechas, y danzas canacuas o de canastas (en realidad son charolas de madera policromada) con ofrendas.

Parábola utopista hacia el tiempo presente

Sólo queda agregar que de este universo indígena tarasco/purépecha se puede desprender un aprendizaje a contrapunto. Es conveniente, a partir de ese modelo, cuestionar la actual administración de los bienes y recursos para el ejercicio artístico potosino; con la denominación de Secretaría de Cultura, acaparada y encapsulada hace 25 años por una camarilla sobre-asalariada encabezada por el nepotismo de Eudoro Fonseca y Armando Herrera Silva, sobrinos de ex gobernadores.

En el actual momento de introspección grupal, bien vale meditar y demandar su refundación.

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