Javier Padrón/
El dirigente de la COPARMEX Julio César Galindo Pérez fue ejecutado a las dos de la tarde en presencia de su hija y en una zona transitada.
En los últimos meses se registra en promedio una ejecución diaria y ninguna, por lo general, es resuelta con la detención de los responsables, se impone el olvido, la impunidad.
A manera de justificación de este horror, el exsecretario Alejandro Leal declaraba sin excepción que eran resultado de la disputa entre narcotraficantes, que se arreglen entre ellos daba entender y que la autoridad no movería un dedo.
El caso de Julio César es diferente por su condición de figura pública y la condena de todos los sectores que ha generado su asesinato a mansalva, la Fiscalía General del Estado ahora sí se ve obligada a hacer un esfuerzo extraordinario con una investigación científica para echarles el guante a los sicarios, y mantener el equilibrio en la relación con este poderoso estamento que es la iniciativa privada.
No se tiene memoria en San Luis Potosí del asesinato de un líder empresarial. El gobernador Juan Manuel Carreras ya comprometió al fiscal Federico Garza a detener a los responsables “a fin de que se les aplique todo el peso de la Ley”, el cliché inevitable que no se cumple y queda en retórica, como fue el caso de la ejecución del fotoperiodista Daniel Esqueda Castro que expuso, bajo presión, la infiltración del crimen organizado en varias casas editoriales.
Las especulaciones se han desatado, las autoridades no han dado a conocer ninguna pista, en los corrillos policiacos se habla de un primer móvil que apunta a su entorno de actividades empresariales, la venta de autos. Familiares, empleados y amistades cercanas dan información a los ministeriales sobre las actividades de Julio César en las últimas semanas. Garza ha sido cauto en las entrevistas que ha dado a medios nacionales y locales, se limitó a narrar los hechos.
Solo cuando el crimen alcanza a un miembro de la cúpula empresarial, las presiones de ese sector hacia el gobierno estatal por la inseguridad se hacen sentir, es lamentable que haya ocurrido este condenable asesinato para que las cámaras despierten de su letargo que han tenido en este tema que afecta a todos, a lo largo del sexenio carrerista que fenece. Ni una crítica, solo apapacho y ahí están las consecuencias.
Monreal y Ebrard
Como el protagonismo de Alejandro Rojas en los asuntos de Morena en San Luis Potosí ya cayó en lo bufonesco y sin ostentar una representación partidista oficial, es necesario que aclare ¿quién lo manda?, ¿quién le paga el traslado, hospedaje y alimentos?
Su jefe político es el senador Ricardo Monreal, uno de los brazos políticos del Presidente AMLO; décadas atrás, Rojas hacia equipo con los camachistas, ahora sirve de engrane de Monreal y del canciller Marcelo Ebrard, el mejor evaluado del gabinete: en medios nacionales se ha publicado que ambos tienen una alianza, a través del dirigente nacional Mario Delgado, con miras a la sucesión presidencial.
Una primera muestra de esa alianza, fue cuando le cerraron el paso a Porfirio Muñoz Ledo en la contienda por la dirigencia de Morena; son políticos profesionales con una larga experiencia y en algún momento Monreal y Ebrard serán adversarios.
Monreal tiene aquí a José Antonio Lorca Valle, el primer sobrino de la entidad, como parte de su avanzada desde el 2018, por error o broma ya lo mencionaron como dirigente estatal de Morena. Es claro que Monreal no es ajeno a las imposiciones de Mónica Rangel y Xavier Nava como los nuevos y auténticos rostros locales de la cuatroté.
Los nexos de Ebrard con SLP son más añejos, es cercano a los exgobernadores Horacio Sánchez y Fernando Silva. El historiador Enrique Márquez que fungía de asesor del gobernador Carreras, le dio las gracias y se fue a la cancillería a hacerse cargo de la diplomacia cultural de su gran amigo Ebrard, quien podría estar detrás de las cuestionadas candidaturas que terminaron de desdibujar el ideario morenista.