Vemos en el pasado lo que deseamos en el futuro. A principios de Octubre próximo pasado, a santo de mi reseña sobre El poderoso (Chelsom, 1998, Liga 1) un tuitero tlalpeño, Alejandro Schmidt (@tales0de0mileto) me recordaba las aportaciones de Bernard Cornwell (n.1944) en materia de novelas históricas. Ya reseñé en este espacio la adaptación que BBC2 y Netflix hicieron de las Historias de Sajones (Saxon Stories) de Cornwell (2004-2020) en The Last Kingdom. (Liga 2.) Hoy quiero recomendarte, querida lectora, la saga que hicieron Celtic Films y Picture Palace Films para la ITV británica de sus 24 novelas de aventuras sobre Richard Sharpe (1981-2007).
La serie salió al aire entre 1993 y 1997 y consta de catorce entregas de más o menos 100 minutos cada una. Sharpe es interpretado por Sean Bean –Boromir en El Señor de los Anillos de Jackson. Aquí lo veremos interpretar los lances de un fusilero británico en España durante la guerra contra Napoleón. Entre 2006 y 2008 se produjeron dos episodios más, ambientados en la India, en los días en que se construía el Raj Británico. Hoy me concentraré en los primeros episodios.
Por ahora las catorce entregas están a disposición de todas y todos en YouTube gracias a “Crusher” (Liga 3) en versiones completas, en Inglés con subtítulos en Castellano. (Suscríbete y apóyalo.) El primer episodio (Los rifleros de Sharpe/Sharpe’s Rifles) inicia en 1809, tierra adentro de Oporto, Portugal, adonde Sir Arthur Wellesley (luego conocido como Lord Wellington) ha iniciado su campaña peninsular contra Napoleón (y los españoles afrancesados que apoyaban las nuevas ideas). El sargento Sharpe salva al general Wellesley de una emboscada.
Las palabras del general son reveladoras:
Wellesley: “—Estoy en deuda con Usted. Me ha hecho un grande y buen servicio, y ahora le voy a hacer a Usted un servicio grande y malo: Lo promuevo en campaña, Sharpe. ¡Desde este momento, es Ud teniente en el 95 batallón de fusileros!”
¿Por qué es un “mal servicio” promover a un sargento? Sargentos y cabos son apenas más que soldados. (En México los llamamos “clases” para distinguirlos de la “tropa” hacia abajo y de los “oficiales” hacia arriba.) Un sargento está encargado de un pelotón, pero siempre bajo el mando de un oficial –que, en la Europa monárquica de circa 1800, debe ser de sangre noble (un gentleman, gentilhomme ó caballero). Durante todo este primer episodio de la saga cinemática de Sharpe, veremos cómo el nuevo teniente es denostado (“snobbed by snobs”) tanto por los oficiales nobles como por la tropa que le ha tocado mandar… Estos últimos se le amotinan varias veces por que “he is not a proper officer” (no es realmente un oficial).
Al principio, Sharpe tratará de reducir a obediencia a sus soldados golpeándolos. Sabe pelear como ellos. Aprendió en los mismos barrios bajos de Londres. Para su suerte, todo esto ocurre en las sierras infestadas de guerrillas españolas. En medio de la aventura, la Comandanta Teresa le dará a Sharpe el entrenamiento esencial de un verdadero oficial: “—Un jefe militar tiene dos orejas y sólo una boca. Esto quiere decir que debe gritar una vez y escuchar el doble.” (La característica de un oficial cívico-militar en un movimiento social armado… no en un ejército profesional.)
Es de suyo evidente que este tipo de narración es propia del siglo XX y no de los inicios del siglo XIX. (Incluida la fiera jefa militar de la guerrilla española.) Cornwell interpola en las guerras napoleónicas (1798-1815) diálogos y caracteres que quedarían mejor en la Guerra Civil española (1936-1939). Te recomiendo, lectora, que al ver este episodio, imagines que Sharpe y sus fusileros son brigadistas internacionales y que los campesinos con los que colaboran son republicanos luchando contra Franco. Esa impresión deja el romanticismo popular conque Cornwell é ITV presentan a sus personajes.
Una vez que hagas ese ejercicio, lectora, revisa con más atención los diálogos entre Sharpe y sus fusileros. Cornwell correctamente nos cuenta que todos esos soldados provenían de las clases más pobres de Inglaterra. Uno de ellos había sido condenado a enrolarse en el Ejército por un juez. El más joven era un niño de la calle llevado de leva por el batallón. Hay que decir que le fue bien, pues la mayoría de esos niños eran capturados (pressed) para servir como grumetes en la Royal Navy. El más difícil es un irlandés católico que para escapar del hambre debió enrolarse bajo los estandartes de los herejes anglicanos que masacraban a su gente. El más extraño es un intelectual que habla varios idiomas y… sabe leer. (¿Un reo político con pena conmutada?)
No sólo el campo inglés es complejo. Entre los españoles tenemos dos nobles rurales, uno liberal-racionalista (pero afrancesado) y otro servil-tradicionalista (pero guerrillero nacionalista). Los ingleses apoyan a éste último. La aventura termina con el hermano nacionalista matando al afrancesado justo frente al altar de una iglesia consagrada a Santiago Apóstol.
Y lo anterior nos gusta. Después de todo, los franceses invadieron España y Napoleón era un tirano… ¿no?
Recuerda, lectora, que esa es la narración de la Europa monárquica y conservadora que, al derrotar a Napoleón, destruyó la primera oleada de constitucionalismo liberal en Occidente. No nos engañemos: Wellesley-Wellington, Fernando VII y los curas-guerrilleros de la Península estaban del lado oscuro de la Fuerza. Esto lo saben Cornwell y la ITV por ello es que su Wellesley es antipático. Por ello es que se preocupan de mostrarnos cómo la tropa estaba obligada a bajar la cabeza cuando su comandante pasaba a caballo frente a ellos (los siervos no deben ver a la cara a los nobles). Por ello es que el general le hace un servicio “grande y malo” a Sharpe al volverlo oficial. El hijo de una puta pobre, nacido en un burdel miserable de Londres, no había nacido para mandar sino para ser humillado.
Por eso dije al principio que vemos en el pasado lo que deseamos en el futuro. Cornwell y la ITV retratan como héroes a los proletarios porque las novelas de aquél y la serie de ésta se concibieron en los días en que Thatcher imponía de nueva cuenta la opresión de los privilegiados sobre las masas británicas.
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