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Opinión

Ver para pensar: Lacombe, Lucien

Federico Anaya Gallardo

La semana pasada dejamos al adolescente Laurent Chevalier –el personaje ficticio de Louis Malle– dudoso entre amar carnalmente a su madre, vestirse como ella (como hacía uno de sus hermanos mayores), ó disputar a otro joven petimetre la cama de dos chicas en un lujoso hotel. Pero las dudas de Laurent no eran sólo sexuales. En lo político tampoco se decidía entre exigir a los transeúntes ser patrióticos y donar un céntimo para los heridos de Indochina ó sumarse a las manifestaciones contra la guerra imperialista en Vietnam (para ambas cosas tenía una frase brillante y un tono convincente). Y tampoco se había decidido entre las lecturas cultas del comunista Camus ó del degenerado Montherlant. (Del conservadurismo perverso de este último ya te he contado, lectora, en otras kino-reseñas: Ligas 1 y 2.) El retrato del chico está datado en 1954, pero la ambigüedad de la burguesía intelectual francesa seguía siendo la misma en 1971, cuando se estrenó Le Souffle au Coeur. Y acaso sigue siendo igual hoy en día (¿de qué otro modo se puede entender el macronismo?)

Tres años después de las aventuras de aquél adolescente inventado –aunque autobiográfico–, Louis Malle se aventuró un poco más atrás en el tiempo para mostrarnos su sociedad. Escogió 1944 y una pequeña prefectura en el Suroeste de Francia (la Aquitania ocupada por los nazis ó el vecino Mediodía de Vichy). Su protagonista es de nueva cuenta un adolescente en búsqueda de su lugar en el mundo. Pero allí acaban las coincidencias. Malle decidió buscar a un no-actor para interpretar a su personaje. Luego de entrevistar a mil muchachos en la región dio el papel al leñador de 19 años Pierre Blaise (1955-1975). Una de las razones de Malle para buscar autenticidad es que el personaje Lucien Lacombe efectivamente había existido.

En 1944 Lacombe tendría unos 17 ó 18 años y deseaba escapar de la mediocridad rutinaria de su comarca. Buen cazador de liebres, certero al matar pajarillos con su resortera, afanador en un hospicio para ancianos… le pide a su profesor de primaria que lo reclute en la Resistencia. Estamos en las primeras semanas de Junio y el gobierno colaboracionista de Pétain canta a la valentía de los defensores alemanes en Normandía. Detalle relevante: para quienes vemos la película hoy en día es obvio que los nazis y los colaboracionistas estaban a punto de perder la guerra. Pero las personas concretas que vivían en aquélla región no podían saber eso. Aparte: entre 1900 y 1944 habían pasado tantas cosas extraordinarias é inesperadas en el mundo europeo, que bien podría creerse que la Alemania hitleriana terminase ganando la guerra.

Regresemos a la producción de la película. En Souffle, Malle eligió como protagonista a un chico de una familia de la industria del cine, Benoît Ferreux (n.1955), quien era sobrino del ya famoso actor Jean-Louis Trintignant (1930-2022) –el Juez de Instrucción en Z de Costa-Gavras (1969). El hermano mayor de Benoît, Fabien, interpretaría a uno de los hermanos mayores de Laurent. En cambio, en Lacombe, Lucien (1974), Malle prefirió trabajar con un chico leñador. Estamos ante el cineasta que fue primero documentalista. El leñador Pierre Blaise es un rural, bronco y simplón… un retrato razonable de lo que habría sido Lucien Lacombe.

Occidente –especialmente en su versión francesa– suele idealizar lo rural. Desde Rousseau esa corriente afirma que la civilización, la cultura de la civis-urbe, corrompe a los naturalmente buenos seres humanos. Esta cuestión es parte del debate cinematográfico en Francia. Véase, para ejemplo de la idealización, al Monsieur de Saint-Colombe de Tous les matins du monde (Alain Comeau, 1991) que se aferra a su exilio entre los bosques y rechaza la invitación del Rey Sol para ser su músico oficial:. La ciudad es el palacio, el poder, el Estado. En el otro extremo, véanse Jean de Florette y Manon des sources (Claude Berri, 1986) en donde se cuenta la tragedia de un urbanita (Florette, interpretado por Gérard Depardieu) que abandona la ciudad para re-construirse en la comunidad campesina –adonde las intrigas mezquinas y las envidias lo llevarán a la muerte. Lo rural como el espacio de la perpetua discordia, los caciques abusivos, la violencia y la ilegalidad.

En la Francia de la posguerra se construyó un mito acerca de la inmaculada Résistance que se opuso a los malévolos colaboracionistas. Un aspecto de esta confrontación fabulada ubica a los résistants como heroicos guerrilleros rurales y a los collabos como degenerados urbanitas, burócratas é intelectuales. En 1969, cuando Malle estaba estrenando su India Fantasma en Francia é Inglaterra, Marcel Ophüls realizó un documental mayor sobre la colaboración con los nazis: Le Chagrin et la Pitié: Chronique d’une ville francaise sous l’Occupation (Tristeza y piedad: crónica de una ciudad francesa bajo la Ocupación). Se trata de Clermont-Ferrand en el centro de Francia. Louis Malle nos dejó su opinión de ese trabajo de Ophüls: “Es un filme muy ideológico. Ophüls quería demostrar un punto –nuevo en ese tiempo– a través de la experiencia de una ciudad de provincia… Quería exponer y denunciar cosas que habían permanecido ocultas. Deseaba probar algo, exponer la Colaboración francesa. Le importaba hacer un juicio moral. Para mí, lo logró.” Pero allí mismo, Malle nos indica qué deseaba lograr con su Lacombe, Lucien: “Yo quería ir más allá. Más que sentenciar, deseaba escudriñar algunas conductas difíciles de entender y ciertamente despreciables. … si a alguien le cae mal la ambigüedad, no debería ver mis películas.” (Malle on Malle de Philip French, pp.103-104, citado en Liga 3.)

Nadie podría simpatizar con Eichmann. Pero muchas personas se sentirán atraídas por la cara inocente y “auténtica” (wholesome dirían los yanquis) del adolescente Lucien Lacombe/Pierre Blaise. Más, cuando durante la trama, Malle lo viste con pantalones bombachos à-la-Tintín. Pero este muchachote con cara de niño se reclutará voluntariamente en la policía colaboracionista, arrestará résistants, verá sin inmutarse la tortura de su profesor de primaria, participará en la extorsión de un sastre judío refugiado –a quien, aparte, le arrebatará a su hija para hacerla su mujer.

…Ciertamente, Lacombe al final ayudará a escapar a la chica y a su abuela cuando los nazis traten de arrestar a los remanentes de la población judía en la región. Pero, como bien nos dice Tom Conner (Liga 4) en su análisis de este filme, el muchacho no lo hace por altruismo. Al contrario: él había llegado al hogar de su “novia” para ayudar a un soldado alemán en el arresto/deportación de las dos mujeres. Si Lacombe traicionó al alemán es porque éste no lo dejó embolsarse un reloj de bolsillo propiedad de los arrestados. ¿Poca cosa? Efectivamente. La mayor parte del tiempo, el mal es banal.

Pero Malle no juzga directamente. Sólo nos muestra los hechos. Ils dansent. Je les filme. C’est tout.

La decisión del cineasta de dejarle a sus audiencias el duro trabajo de emitir juicio le ganó mucho resentimiento. Malle no es inocente en su ambigüedad. En el guion que escribió con Patrick Modiano, Malle incluyó esto: “—Extraño. Realmente no termino de odiarte.” Es lo que le dice el sastre judío cuando se da cuenta que Lacombe acaso representa la única esperanza de que su hija sobreviva. (Lo publicó Anagrama traducido al Castellano por María Teresa Gallego Urrutia.)

En la vida real hay pocas personas heroicas, porque los héroes suelen morir por sus ideales y la Humanidad debe perdurar. El imperativo de la sobrevivencia implica acomodarse a las circunstancias… incluso cuando estas están dictadas por el más maligno de los regímenes políticos. Acaso por esto es que la gente común no recibió bien esta película de Malle. Acaso muchos vieron a sus padres y abuelas retratados en la inocencia que se vuelve maldad del muchacho rural que se unió a los nazis. El escándalo por Lacombe, Lucien fue tan grande que el director prefirió mudarse a los Estados Unidos de América –adonde filmaría cosas como Atlantic City (1980).

Lacombe, Lucien, fue fusilado por La Resistencia triunfante en 1944. Treinta años más tarde, Louis Malle lo resucitó y lo dejó inmortalizado en celuloide. En los pasillos oscuros de nuestras intranquilas conciencias vagará el espectro de este otro adolescente de pantalones bombachos –¡que no es Tintín!– y que acaba de torturar a un guerrillero. Lleva un fusil bajo el brazo y en una maleta lo que ha robado a los pobres. Se trata de que aprendamos lo fácil que es volverse servidores del mal. (Te lo dejo así, en una última fotografía, querida lectora.)

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

Liga 2:

Liga 3:

Liga 4:

https://citeseerx.ist.psu.edu/document?repid=rep1&type=pdf&doi=e3fe207b24db22b4608f5e14644f139781fa86bb

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