“Hornos crematorios móviles”, dice un letrero colgado sobre un gran aparato que es jalado por un camión en las céntricas calles de La Paz, Bolivia, llamando la atención de los transeúntes.
La singular publicidad está dirigida a las autoridades de ciudades que carecen de estos equipos y que se han visto desbordadas por la creciente demanda de familias de fallecidos por el nuevo coronavirus.
El acelerado incremento de los muertos por COVID-19 en Bolivia ha motivado a un grupo de empresarios mineros a incursionar en la fabricación de estos hornos que pueden ser trasladados a la ciudad que más los necesite.
“Pensar que en ocasiones ha habido 30 muertos, 50 muertos apilados o que los cadáveres amanecen botados en las calles. Es porque las familias no tienen los recursos o no están encontrando dónde llevarlos a enterrar o a cremar y acaban en las calles para no contaminarse”, dijo el ingeniero Carlos Ayo, miembro de la empresa.
Según el Ministerio de Salud, en la última semana de julio hubo más de 80 decesos diarios llegando a un acumulado de tres mil 153.
Los primeros días de agostó hubo un récord de 89 decesos en un día.
Ayo contó que la iniciativa surgió en marzo cuando la pandemia se expandía y comenzaron a verse cuerpos en las calles en otros países. Poco después esas escenas se repitieron en Latinoamérica.
El nuevo coronavirus ha golpeado al precario sistema de salud y los servicios fúnebres de Bolivia, uno de los países más pobres de Sudamérica. Sólo sus ciudades principales tienen hornos crematorios.
Una de las más castigadas ha sido Cochabamba, en el centro del país, donde los ataúdes permanecían en los domicilios a veces por más de seis días y los fallecidos se acumulaban en las calles ante el colapso de los servicios fúnebres, ya que el principal cementerio sólo tiene un obsoleto horno crematorio.
Ante la emergencia, el Ministerio de Salud activó un protocolo que establece que los cuerpos de los fallecidos por coronavirus pueden ser enterrados en tierra, nichos o fosas comunes y que la cremación es necesaria en los municipios que tengan ese servicio.
La pandemia dio un giro a fines de julio afectando al occidente del país incluida La Paz, sede del gobierno nacional. Incluso la policía advirtió su preocupación por el fallecimiento de 420 efectivos en sólo cinco días en las principales ciudades del país.
Bolivia registraba el lunes 80 mil 153 casos de COVID-19 y tres mil 153 decesos.
Martín Fabri, director de Empresas de la Alcaldía de La Paz, explicó a AP que sólo en julio el principal cementerio de la ciudad realizó 2.000 servicios funerarios -incluidas cremaciones-, mientras que antes de la pandemia no superaban los 500. La falta de capacidad para hacer frente a la demanda obligó a emitir una disposición que establece que yo no se recibirían fallecidos de otras ciudades.
“No todos los fallecidos tienen la confirmación de la enfermedad, pero nosotros tomamos los recaudos”, agregó.
Según Fabri el horno crematorio móvil es una buena opción, siempre que cumpla los parámetros ambientales.
Agregó que el municipio ha realizado dos inspecciones e hizo observaciones, la cuales han sido subsanadas. “Nosotros tenemos una próxima reunión y ahí veremos”, agregó.
El horno tiene un costo de 45 mil dólares y crema entre 12 y 15 cuerpos usando un balón de gas por cada uno. El proceso cuesta una cuarta parte de lo que ofrecen los servicios fúnebres públicos y privados, explicó Ayo.
Aseguró que ya se ha negociado la venta de los hornos en varias ciudades y tienen pedidos desde el sur de Perú, en la frontera con Bolivia.
“Nosotros fabricamos los hornos”, aclaró Ayo, ya que en varios lugares se interpretó que ellos también realizaban la cremación.
“En un día hemos recibido 200 llamadas buscando cremaciones, esa es la necesidad”, agregó.
Fuente: AP