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Ciencia y Tecnología

Una nave espacial lanzada por la NASA buscará comprender los orígenes del Sistema Solar

Este sábado 16 de octubre, en punto de las 5:34 de la mañana, tiempo del este de Estados Unidos, el cohete Atlas V, y desde Cabo Cañaveral, puso en órbita a la nave “Lucy” de la NASA. Su nombre hace honor al famoso fósil de un homínido encontrado en 1974 en Etiopía, un Australopithecus afarensis, el cual data de hace unos tres mil doscientos millones de años.

Con esta misión la Agencia Espacial estadounidense pretende estudiar durante doce años los llamados asteroides Troyanos, los cuales se encuentran en la misma órbita que sigue el planeta Júpiter, el más grande del Sistema Solar.

A los asteroides troyanos se les denomina así porque se encuentran atrapados en una órbita fija con respecto a un planeta, en este caso Júpiter. El primero en teorizar sobre su existencia fue el matemático y físico italiano Joseph-Louis Lagrange, quien en 1772 predijo acertadamente que un cuerpo pequeño que se encuentre sesenta grados por delante o por detrás, en la misma órbita, quedaría atrapado entre esos dos puntos.

Evidentemente, para que la regla se cumpliese, tenía que existir un cuerpo más grande, en este caso un planeta, que provocase –gracias a la atracción gravitatoria­– que los cuerpos menores quedasen eternamente varados.

A la brillante propuesta del matemático italiano hoy se le conoce como “puntos de Lagrange” y la idea fue confirmada un siglo después, a finales del siglo XIX, por el astrónomo estadounidense Edward Emerson Barnard a quien, por cierto, también se le atribuye el descubrimiento de la estrella de Barnard en 1916.

Con la misión Lucy, la cual le costó a la NASA 981 millones de dólares, los científicos pretender realizar fotografías y determinar la composición de los troyanos ya que, creen, éstos revelarán información fundamental respecto a la formación y evolución del Sistema Solar.

A principios de los años noventa del siglo pasado, la nave espacial Galileo hizo un viaje sin retorno a Júpiter y, en aquella travesía, pasó muy cerca del asteroide Gaspra, además de estudiar con detenimiento el “cinturón de asteroides”, situado entre las órbitas de Marte y Júpiter. Sin embargo, Galileo no pudo acercarse a los troyanos, por lo que ésta será la primera vez que una nave se aproxime a ellos.

Al respecto, considero que aquí habría que hacerse dos preguntas clave: ¿los asteroides troyanos están compuestos del mismo material que los asteroides que conforman el cinturón de asteroides o se formaron en otro momento? ¿Cómo es que llegaron ahí? Evidentemente, dichas interrogantes no pueden ser respondidas aún hasta que la nave Lucy no comience a enviar información a la Tierra sobre lo que está observando. Ello sucederá a mediados de 2023.

Lo que sí se sabe con certeza es que más de siete mil asteroides troyanos viajan cerca de Júpiter y lo hacen en dos inmensos enjambres que están separados por el propio planeta. El cinturón de asteroides, por su parte, se formó de la misma nebulosa que le dio origen al sistema solar. Se cree que del material mediante el cual se formó dicho cinturón, pudo haberse creado un nuevo planeta, pero la presencia de Júpiter ­–su tremenda fuerza de gravedad– provocó el no agrupamiento debido a que también se movían a muy alta velocidad. Fue aquel un mundo fallido.

La teoría dominante sobre la formación planetaria en el sistema solar afirma que, hace unos 4,500 millones de años, los planetas estaban mucho más cerca del Sol con respecto a lo que están hoy. Y las interacciones gravitatorias las cuales tenían lugar entre ellos, hicieron que muchos emigraran. Así, Saturno, Urano y Neptuno se movieron hacia afuera del Sol, alejándose, mientras que Júpiter se movió ligeramente hacia adentro.

Además, los cuerpos helados de los confines del sistema solar, donde se encuentra Plutón y otros objetos como el Cinturón de Kuiper, también quedaron en la posición actual gracias a la fuerza de atracción ejercida por Júpiter. Si no fuese por este planeta, seguramente no los tendríamos y hubiesen escapado ya del sistema solar.

Por otra parte, respecto a por qué se les denomina Troyanos, habría que remontarnos a 1906 cuando el astrógrafo alemán Max Wolf (quien descubrió su primer cometa a los veintiún años), se interesó también por estudiar asteroides y encontró uno de ellos en una órbita inusual porque, curiosamente, cuando Júpiter se movía, el asteroide que observaba se mantenía por delante de Júpiter, como si estuviese atrapado por la órbita de dicho planeta.

Tiempo después, el astrónomo alemán Adolf Berberich observó que el mismo asteroide visto por Wolf se encontraba a casi sesenta grados frente a Júpiter. Y fue el astrónomo sueco, Carl Charlier, quien finalmente resolvió el problema al relacionar la distancia de sesenta grados con aquello planteado un siglo antes por Joseph-Louis Lagrange, cuya historia ya he mencionado aquí.

En aquella época, a la mayoría de los asteroides se les bautizaba con nombres de mujeres relacionados con la mitología griega y romana. Pero los asteroides Troyanos eran tan peculiares y “extraños” que un astrónomo austriaco de nombre Johann Palisa, decidió ponerles nombres relacionados con los personajes de La Iliada de Homero: Aquiles, Patricio y Héctor, quienes participaron en la Guerra de Troya.

Sobre lo que estudiará la nave espacial Lucy en los próximos doce años, se espera que visite seis Troyanos en un esfuerzo por determinar por qué son tan diversos, de tal suerte que los objetivos de la nave incluyen al asteroide Eurybates que mide unos 64 kilómetros. También visitará la pequeña luna Queta, descubierta el año pasado por el Telescopio Espacial Hubble; a Leucus, que mide 20 kilómetros de largo y que se asemeja a un balón de fútbol; y a Patroclus y Menoetius, los cuales tienen orbitas muy próximas y miden, cada uno, 100 kilómetros.

Toda la información que la nave pueda recabar, procesar y enviar a la Tierra, servirá para que los seres humanos nos demos una idea no solamente respecto a cómo se formó el sistema solar, sino también para comprender cómo nacen otros sistemas planetarios tanto en nuestra galaxia como en otras regiones del universo. Algo que resulta de suma importancia si además buscamos respuestas sobre el origen de la vida de en la Tierra y en otras partes del cosmos, si es que la hay.

Con información de: Aristegui Noticias

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