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Opinión

Mononoke & los Kami

Federico Anaya Gallardo

Leo en La vía de los kami (神道), un texto de 1960 por el religioso japonés Sokyo Ono (祖教-小野, 1904-1990) que kami (神) se puede traducir como dios/dioses y que “todos los seres pueden ser … considerados kami en potencia”. El experto en sintoísmo nos dice que kami pueden ser fenómenos atmosféricos como el viento ó el trueno; elementos naturales como ríos, árboles ó rocas; pero también espíritus ancestrales y –por supuesto– los antepasados y los héroes.

Esa concepción es algo así como la que explica los lab de tzotziles y tzeltales que le describieron los informantes de Cancuc a Pedro Pitarch Ramón cuando escribía su Ch’ulel: Una etnografía de las almas tzeltales (FCE, 1996). También nos recuerda al nahualli de los nahuas. El lab tzeltal y el nahual náhuatl es un espíritu compañero que existe junto a nosotros en la naturaleza. Nota, querida lectora, esta coincidencia en las palabras del antiguo idioma Mexicano: nahuatia es mandar, mientras que nahualli es hechicero y nahuatl es el nombre de la lengua de quienes fueron los últimos grandes conquistadores de Mesoamérica. En Chiapas, las mujeres ú hombres “completos” –quienes conocen tanto su ch’ulel (alma, diríamos en la tradición cristiana) como sus trece labs-nahuales, son gente importante que pueden sanar y traer enfermedad, que tienen mando político y reconocimiento social.

Todo lo anterior lo digo para mostrarte, querida lectora, la pertinencia de ver el mundo que nos rodea con nuestros ojos mesoamericanos; y no sólo con nuestros ojos occidentales. (Que tenemos los dos pares.) Con nuestros ojos más viejos apreciaremos mejor la producción fílmica que viene de esas regiones que nuestros ojos más jóvenes reconocen como “Lejano Oriente”.

Hace tiempo ví La Princesa Mononoke (Mononoke-hime, もののけ姫) dirigida en 1997 por Hayao Miyazaki (駿-宮崎) y en ella me sorprendió que los bosques estuviesen poblados de muchos espíritus. (Tú puedes verla en la plataforma de Netflix.) En la película esos espíritus se llaman kodama  y se representan como unos pequeños seres blanquecinos que surgen de los bosques. Unos como aluxes. Hay muchísimos y son la señal de que el bosque está sano, lleno de vida. Regresemos al sabio Ono: “Cuando [es] necesario expresar conceptos colectivos, se [emplean] expresiones como kami-gami (神) o yaoyorozu no kami (八百万 の 髪), literalmente, «ocho miríadas de kami»”.

La trama de esta película cuenta la odisea de Ashitaka, príncipe de los Emishi. Se trata de un carácter ficticio, pero al que Miyazaki provée de fuertes raíces históricas.

Los Emishi fueron una etnia realmente existente. Su nombre, en ideogramas kanji, es 蝦夷 (Ezo/Ebisu/Emishi) se traduciría literalmente como “Bárbaros-camarón” ó “Bárbaros-barbudos”. Este pueblo habitó el extremo norte de la isla principal del archipiélago japonés (Honshu). Su economía giraba alrededor de la caza-recolección complementada por cultivos (mijo y cebada). Montaban a caballo y eran buenos arqueros. Para los japoneses Yamato (cultivadores de arroz) un rasgo de la “barbarie” Emishi eran sus relaciones sociales demasiado horizontales: “sin respeto” por la autoridad… ¿masculina, paterna, del primogénito, del tenno-emperador? Los Yamato inicaron su conquista en el siglo VIII (nuestros años 700’s). Tardaron siglo y medio en subyugar a los Emishi. Luego del año 850 algunos feudos del norte de Honshu fueron dominados por nobles de origen Emishi.

El príncipe Ashitaka de los Emishi, en la visión de Miyazako, es reconocido por su valor y destreza como cazador. No es un “hijo-de-rey” sino “el-primero-entre-sus-pares”. En el primer cuarto del filme le veremos luchar-con y vencer-a un dios-jabalí-monstruo. La bestia gigantesca avanzaba en contra de la aldea de Ashitaka envuelto en una masa informe de gusanos negros. Su furia era evidente é incontenible. Pero pese a esto Ashitaka trata de detenerlo con palabras respetuosas, rogándole que perdone a su aldea. Ante la negativa del dios-monstruo, el humano le mata. (Notarás, lectora, que en aquéstas religiones orientales los dioses no son ni omnipotentes ni invencibles.)

Pero la victoria del humano llega con un precio. El dios-monstruo le ha infectado el brazo derecho, que empieza a desarrollar la asquerosa gusanera negra… y a impregnar de furia y odio el corazón del joven héroe. La chamana de la aldea le atiende, pero ante la infección, manda al joven al exilio. Le dice que acaso haya una cura en el Oeste –en el bosque que protege el gran dios-ciervo. La única pista que tienen los Emishi es una piedra negra durísima, de forma redondeada, que encontraron en el esqueleto del dios-jabalí.

La chamana aconseja al joven ir al Oeste y mirar con ojos despejados. Hace una década, esta expresión la tradujo un reseñista para El Siglo de Torreón como “ver con claridad, sin odio” (Eduardo Anaya Camargo, revista catorcenal Siglo Nuevo, 20 de Diciembre de 2014, Liga 1). De nada sirve viajar mucho si nuestra mente y corazón no salen de casa. Ver con ojos despejados la Otredad es la primera regla del buen viajero.

El segundo cuarto del filme nos muestra las jornadas de Ashitaka camino del Oeste. En ellas recibe el consejo de un viejo monje-errante (ジコ-坊, Jiko-bo) y ayuda a unos hombres atacados por tres grandes lobos blancos. La loba mayor tiene dos colas. En estas religiones, lectora, eso significa que estamos ante un animal tan viejo que se ha vuelto espíritu protector de su hábitat. Mientras más viejo el animal, más colas y más poder divino. En el caso de los ciervos van acumulando cornamentas, de acuerdo con los dibujos de esta peli. Junto a los tres lobos fantásticos viaja una niña humana –cubierta con una piel de lobo. Así es como Miyazaki nos presenta a la princesa Mononoke-san. En realidad, el personaje se llama sólo “San” (venerada).

Mononoke en kanji se escribe con dos ideogramas separados por la sílaba “no”(の, que es la conjunción “de”): 物の怪. El primer kanji 物 (mono), significa cosa y el segundo 怪 (ke), significa misteriosa. Así que Mono-no-ke se lee “cosa de misterio” ó “cosa misteriosa”. Wikipedia nos dice que en el contexto de la película, debemos leer “espíritu vengador”. Por la manera en que otros protagonistas de la trama la describen a ella y a los lobos que la acompañan, en realidad es un “monstruo”. La idea de venganza nos la presenta Miyazaki al explicar que la gran loba de dos colas, sus hijos y Mononoke están en guerra con la aldea humana que está en medio de su bosque.

Sucede que no es una aldea cualquiera. La dirige una enérgica mujer, llamada Eboshi-Gozen (エボシ-御前). En el Japón medieval (siglos X-XIV de la Era Común), una Gozen era una dama guerrera que comandaba tropas. En la película, Eboshi ha construido un fuerte adonde refina hierro en un gran horno. La materia prima son las arenas ferrosas de la comarca. Para obtener la materia prima y alimentar el poderoso fuego del horno, Eboshi y su colonia derriban grandes cantidades de árboles.

Cuando Ashitaka llega a ese Pueblo del Hierro, la Dama Eboshi ya ha destruido el bosque de los jabalíes y asesinado al dios-jabalí que lo protegía. Este era el dios muerto que se volvió un demonio y quien buscaba vengarse de la humanidad entera. La gran piedra que la chamana Emishi encontró en su cadáver era… una bala. Los lobos blancos y Mononoke son los vengadores de la naturaleza.

Aparte, la dama guerrera cuenta con un taller adonde está perfeccionando mosquetes. El taller lo dirigen hombres enfermos de lepra, a quien nadie daba asilo. La comunidad de los mineros, aparte, es igualitaria. Las mujeres se dedican a la fragua y los varones a llevar alimentos al pueblo. Todas y todos toman las armas para defender lo que juntas construyeron. La Dama Eboshi le muestra todo lo anterior al joven Ashitaka, señalándole que  las armas que está desarrollando son sólo para defenderse de los monstruos feroces que hacen viudas en el pueblo.

Ashitaka fue bien recibido porque ayudó, sin pensar en recompensa, a los hombres atacados por los lobos. Su buena acción le permitió descubrir que el animal-divino que le infectó estaba enfermo de odio por la destrucción de su bosque. Miró con ojos despejados, sin odio. Y aprendió. No sólo eso: guió a los hombres heridos a través del busque del ciervo-divino y curó a uno de ellos con las aguas del manantial sagrado. Mirar sin odio y ser compasivo.

La generosidad del observador imparcial admiró al dios-ciervo y a la Dama Eboshi, sin duda. Pero a quienes, desde la audiencia, vemos la aventura de nuestro protagonista nos asalta de inmediato la duda. ¿De qué lado de pondrá el príncipe Ashitaka? Del “espíritu vengador” que enciende el corazón de Mononoke-san ó de la novedosa aventura civilizatoria que dirige la Dama Eboshi?

Sobre esta alternativa existencial nos habla Carmela Delia Lanza en un ensayo titulado “Whose side is he on?” (¿De qué lado está?) en el que reflexiona cómo enseñar acerca de personalidades complejas a través de novelas y filmes. (En el volumen editado por Sandra Eckard, Yin and Yang in the English Classroom, 2015, Liga 2.)

Cuando la niña-espíritu-vengador ataca el pueblo de Eboshi y es rodeada por los japoneses Yamato, el príncipe Emishi le pide que no se sacrifique en vano. Ashitaka no es inocente en su ruego: necesita a Mononoke para que le conduzca al gran ciervo divino pues entiende que sólo ése guardián del bosque podría curarlo. Aparte, es obvio que le gusta la chica. Y también, el muchacho no ve ningún sentido en morir por morir –aunque parezca ser lo honorable. Nada de esto le importa a la niña-lobo. Mononoke ataca a Eboshi. Podrían matarse entrambas. Poseído por los gusanos negros del dios-demonio-jabalí, que le duelen pero le dan fuerza sobre-humana, Ashitaka las separa y saca a Mononoke del pueblo.

El resto de la película nos contará cómo se enfrentan el bosque lleno de kodamas, lobos de dos colas, jabalíes sagrados y ciervos-divinos de veinte astas (Natura) contra la Dama Eboshi y sus mineros armados de arcabuces (Cultura). Reaparecerá Jiko-bo y nos mostrará que no sólo es monje, sino agente secreto del Emperador. (Ah, sí… lectora. Aparte de dos modos de relación con la Naturaleza, también aparece el Estado y lo político.)

Aprovechando el fin del invierno, lectora, disfruta de esta bella ventana a los sentimientos religiosos de la civilización oriental –tan lejana pero también tan cercana a nuestras raíces mesoamericanas. No encontrarás allí a nuestra divinidad uni-personal (más bien aburrida) sino a ocho miríadas de espíritus (la mayor parte de ellos enojados por la destrucción que causamos los humanos). Tampoco encontrarás allí buenos ni malos (esa polaridad que tanto gusta en Occidente) sino una travesía en la que Ashitaka descubre que todos los combatientes tienen algo de razón, todos sufren al derramar su sangre y la sangre de sus contrincantes. Y verás que, en ese peregrinar paradójico (y violento), las luchas de todos construyen sentido.

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

https://www.elsiglodetorreon.com.mx/sup/siglon/07/222/20siglon60.pdf

Liga 2:

https://www.google.com.mx/books/edition/Yin_and_Yang_in_the_English_Classroom/kCEJBgAAQBAJ?hl=es-419&gbpv=1&dq=Ashitaka&pg=PA56&printsec=frontcover

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