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¿Ya tuviste COVID-19? Puedes contagiarte de nuevo

Se puede contraer COVID-19 dos veces. Ese es el consenso creciente entre los expertos sanitarios que están descubriendo la posibilidad de que aquellos que se recuperaron de coronavirus puedan infectarse nuevamente. Hasta ahora, el fenómeno no parece ser generalizado —hay unas cientos de reinfecciones informadas en el mundo. Sin embargo, es probable que dichos números aumenten a medida que la pandemia continúe.

Identificar las reinfecciones es complicado: no solo los episodios posteriores tardan en aparecer, sino que los departamentos sanitarios deben asegurarse también de que los presuntos casos sean verdaderamente reinfecciones porque los restos de coronavirus pueden permanecer por semanas. Por ejemplo, el entrenador de fútbol de la Universidad de Alabama, Nick Saban, acaparó todos los titulares después de Acción de Gracias cuando dio positivo por segunda vez. Pero no es claro si realmente se había infectado dado una zona ciega que se dio por cómo los oficiales verificaban los casos durante el primer episodio que tuvo en octubre.

Como las reinfecciones por COVID-19 siguen siendo relativamente inusuales, no se las puede culpar por la oleada en curso. No obstante, estos incidentes podrían convertirse en novedades indeseables para los veteranos de coronavirus que esperaban que su experiencia les haya dado lo que se denomina el pasaporte de inmunidad. Estas consideraciones demuestran que haberse recuperado del coronavirus SARS-CoV-2 no es excusa para dejar de usar mascarillas y desobedecer las normas de distanciamiento social cuando la pandemia está en plena marcha. En octubre, una mujer holandesa de 89 años se convirtió en la primera muerte documentada de alguien que contrajo el coronavirus por segunda vez.

La inmunidad podría disminuir con el tiempo —tal como sucede con otros tipos de coronavirus— y enfermarse podría predisponer a las personas a sufrir síntomas peores si contraen el virus una segunda vez.

Tomemos como ejemplo este caso publicado en octubre en The Lancet: a principios de abril, un hombre de 25 años residente de Nevada llegó a un centro de examen comunitario quejándose de dolor de garganta, tos, dolor de cabeza y náuseas. Efectivamente, dio positivo de COVID-19 y fue a su casa a aislarse. En las semanas siguientes, dos pruebas más confirmaron que se había recuperado completamente. Sin embargo, a finales de mayo, el coronavirus lo afectó de nuevo. Esta vez, llegó con un caso aún peor que estuvo marcado por falta de aire y lo obligó a internarse en la sala de urgencia y requerir oxígeno.

Otros países también han informado tasas de reinfección que sugieren que la cifra global total es desconocida, pero potencialmente peligrosa. El mes pasado, Suecia lanzó una investigación de 150 casos. En Brasil, los científicos están monitoreando 95 casos. Y México afirmó tener 258 reinfecciones a mediados de octubre —casi el 15 por ciento fueron graves y el 4 por ciento fatales. Las bases de datos nacionales muestran que es más probable que quienes sufrieron primeros casos graves sean hospitalizados en infecciones posteriores.

“La conclusión es que la reinfección es indudablemente posible”, señala Richard Tillett, bioestadístico del Instituto de medicina personalizada de la Universidad de Nevada, Las Vegas, y autor principal del estudio. “Parece poco común y hasta inusual. Pero es real y puede suceder”.

Por qué detectar una reinfección es más difícil

Las reinfecciones son difíciles de documentar porque los investigadores no pueden simplemente confiar en los relatos de los pacientes a los que les reaparecen síntomas o en las pruebas de rutina de COVID-19 que utilizan el método de reacción en cadena de la polimerasa (PCR, por su sigla en inglés). Necesitan pruebas genéticas más sólidas que requieren diferentes tecnologías.

En promedio, una nueva mutación del SARS-CoV-2 aparece cada 15 días. Hasta ahora, dichos cambios naturales no son tan amplios como para alterar la naturaleza o la potencia del coronavirus; también se podría decir que no implican una nueva cepa. Pero sí pueden brindar pruebas de que un segundo episodio no es lo mismo que la infección original.

“No es que los pacientes se reinfectan con una nueva cepa”, señala Nathan Grubaugh, profesor adjunto de epidemiología de la Facultad de medicina pública de Yale en New Haven, Connecticut. E indica que dicha información posterior simplemente ofrece una “firma genética” que muestra si la recurrencia de la enfermedad surge de una nueva infección.

Así es como el equipo de Nevada estaba convencido de que su paciente no padeció simplemente una infección persistente y clandestina que se complicó de la noche a la mañana. “Nuestro argumento es que lo contrajo de una segunda fuente porque observamos seis mutaciones diferentes”, afirma Tillett.
 
La combinación de historias clínicas de pacientes con secuenciación genética es la manera legítima de registrar reinfecciones; no se pueden establecer por los aumentos medidos con los métodos de prueba estándar. Para hacer esto de aquí en adelante, los laboratorios sanitarios necesitarán unificar las prácticas y almacenar muestras para el largo plazo. Una encuesta reciente en Qatar identificó 243 posibles reinfecciones en base a la historia clínica, pero solo cuatro tenían suficiente material genético para ser confirmados.

Esta necesidad llevó a que, a finales de octubre, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos establecieran una nueva guía “estándar GOLD” (por su sigla en inglés). 

Ahora, se alienta a los oficiales sanitarios locales que descubren los presuntos casos repetidos a que envíen las muestras a un laboratorio equipado con análisis de secuencia genética, así como también a que documenten con cuidado los síntomas y el intervalo entre la infección inicial y la supuesta reinfección.

Ese intervalo de tiempo es especialmente crucial porque podría ayudar a responder la pregunta: ¿cuánto durará nuestra inmunidad contra el SARS-CoV-2?

¿Una infección por COVID-19 más leve la segunda vez?

Gran parte del regreso a la normalidad de la sociedad depende de la duración y la resistencia de nuestra inmunidad al COVID-19. Junto con determinar cómo las personas se recuperan de la enfermedad, impondrá cuán seguido habrá que vacunarse para controlar la pandemia y si se tolerará el distanciamiento social.

Pero se necesita tiempo para probar si es duradera la inmunidad a cualquier enfermedad. Al principio, en busca de algún indicio sobre cómo podría comportarse el COVID-19, los expertos sanitarios intentaron adivinar el riesgo de reinfección observando otros coronavirus humanos. Por ejemplo, un estudio de cuatro coronavirus estacionales publicado en septiembre en Nature Medicine halló que las reinfecciones podían suceder hasta seis y nueves meses después, pero son más probables a los 12 meses. Sin embargo, una respuesta del cuerpo al SARS-CoV-2 es diferente a la de los virus estacionales porque los seres humanos y aquellos últimos gérmenes han tenido tiempo para adaptarse entre sí.

Grubaugh generalmente atribuye el fenómeno de la disminución de la inmunidad a la falta de anticuerpos de los pacientes a un virus particular. Dichas proteínas se producen en el sistema inmune como respuesta a una infección. Ayudan a reprimir el germen a medida que invade y se cree que previenen futuros ataques.

La evidencia sugiere que el 95 por ciento de las personas producen anticuerpos dos semanas después de la aparición del coronavirus. Grubaugh señala que es posible que los anticuerpos de SARS-CoV-2 disminuyan con el tiempo y te vuelvas susceptible nuevamente, pero no se espera que suceda en años o en décadas. Indica que es más probable que algunas personas no desarrollen una repuesta de anticuerpos infalible en primer lugar.

Esto último parece ser lo que le sucedió a un hombre de 33 años de Hong Kong que se infectó en marzo por primera vez y luego desarrolló un caso asintomático en agosto. 

Aunque no manifestó la clásica tos, fiebre o dolor de cabeza la segunda vez, se convirtió en un potencial propagador. Grubaugh sospecha que la mayoría de las reinfecciones se deben a que el sistema inmune de la persona se ha visto afectado.

Lo que hace que la historia de la reinfección sea aún más misteriosa es el hecho de que dichas historias llegan en un momento en que la investigación emergente sugiere que la inmunidad al COVID-19 podría ser resistente. Algunos estudios preliminares demuestran que los niveles de anticuerpos caen dentro de los meses siguientes a la infección de SARS-CoV-2, pero otros argumentan que esto no implica una pérdida de protección.

La sinfonía inmunitaria

De hecho, los anticuerpos en disminución podrían ser señal de una respuesta inmune normal y saludable. En noviembre, un estudio británico publicado como prepublicación (no fue revisado por pares) informó que un flujo inicial de anticuerpos poco después de la infección corresponde a una protección por seis meses —aun cuando los niveles de anticuerpos hayan desaparecido con el tiempo. El estudio documentó solo tres reinfecciones asintomáticas entre 1246 trabajadores de la salud que tuvieron anticuerpos detectables antes.

Esto es así porque los niveles de anticuerpos no revelan la historia completa sobre la capacidad de una persona de luchar contra infecciones futuras, señala S. Vincent Rajkumar, oncólogo y profesor de medicina de Mayo Clinic en Rochester, Minnesota, que estudia la inmunidad.

Pensemos en el sistema inmune del ser humano como una orquesta y, entre sus polifacéticos intérpretes, están las células B y las células T. Cuando el SARS-CoV-2 invade, el movimiento de apertura del cuerpo es frenético. Algunas células B aceleran rápidamente y producen esa primera explosión de anticuerpos en una semana o dos. 

Al mismo tiempo, un grupo de células T, conocidas como asesinas, persiguen otras células infectadas por el coronavirus y las obligan a autodestruirse. Otro tipo de células T, las ayudantes, guían estas dos respuestas de crisis. Si alguna parte pierde la armonía, puede impedir la producción entera y provocar un daño mayor.

Mientras sucede todo esto, el sistema inmune también está aprendiendo. Una fracción de estas células B y células T se almacena como células de memoria. Luego de la recuperación, las células de memoria continúan trabajando detrás de escena para prevenir reinfecciones.

“Las células que crearon dichos anticuerpos seguirán dando vueltas. Será difícil que una nueva infección provoque el mismo daño que la primera. El cuerpo ya conoce cómo responder”, indica Rajkumar.

Esta es la razón por la que, en julio, los científicos se entusiasmaron cuando un informe de investigación mostró que las células de memoria T seguían detectándose en personas recuperadas del coronavirus SARS de 2002-2003, un primo cercano de la plaga de este año.

Hoy, la última evidencia sugiere que es probable que tanto las células B como las T generadas por las infecciones de COVID-19 sigan en el cuerpo en el largo plazo. Una prepublicación del 16 de noviembre comenzó a esbozar la vida útil de estos componentes críticos del sistema inmune en 185 pacientes de coronavirus. Y mostró que las células de memoria B seguían siendo ampliamente abundantes luego de seis meses, mientras que las células de memoria T se habían reducido, pero solo a la mitad. Otro estudio de noviembre halló que cien trabajadores sanitarios que contrajeron coronavirus en primavera y mostraron síntomas moderados o pocos síntomas —y tampoco produjeron muchos anticuerpos— seguían teniendo células T resistentes seis meses después.

Lo que se desconoce es cómo estas células B y T actuarán si el cuerpo es expuesto nuevamente al coronavirus. ¿Producirán una respuesta inflamatoria que, de algún modo, provocará un caso peor con síntomas más graves? ¿O mitigarán el efecto y producirán las infecciones moderadas que se vieron en los primeros informes?

Según Rajkumar, si las trayectorias de los coronavirus que causan resfriados dan algún tipo de consuelo, contraer COVID-19 la segunda vez no será tan desdichado para la mayoría de las personas. Eso implica que el caso de Hong Kong sería la norma, mientras que el de Nevada que desarrolló un caso más grave luego de reinfectarse no sería lo típico.

Por ahora, no hay suficiente investigación a largo plazo para saber si las células B y T activadas por las vanguardistas vacunas mRNA al borde de la aprobación ofrecerán protección duradera, aunque un estudio reciente de dos meses en ratones sugiere que la respuesta podría ser positiva.

Mientras tanto, aun cuando los pacientes recuperados de COVID-19 cuenten con un segundo episodio menos doloroso, no deberían descartar sus mascarillas. Podrían contraer el virus y pasárselo a otros que podrían enfermarse.

“Podrías reinfectarte y no darte cuenta por tener síntomas demasiado moderados”, señala Rajkumar, y agrega que el uso de mascarillas debería continuar hasta que el mundo logre la inmunidad colectiva. “Es sabio usar mascarilla aún si has tenido COVID-19 como signo de preocupación por el resto”.

Con información de National Geographic.

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