Javier Padrón
El Acuerdo Nacional por la Democracia, convocado por el Presidente AMLO, el Jesucristo de Attoloni, tiene mucho del viejo régimen, es una ritualización del poder y sin ningún beneficio para el país. Su objetivo ya está garantizado —en teoría— por el sistema legal: elecciones limpias y la no injerencia de las autoridades estatales.
El pasado 23 de febrero el Ejecutivo federal envió una carta a todos los gobernadores, a la gobernadora de Sonora y a la jefa de Gobierno de la CDMX para invitarlos a suscribir el acuerdo, la fecha recuerda el asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez en 1913.
Este martes en Palacio Nacional el acuerdo fue firmado por AMLO y la gobernadora Claudia Pavlovich como presidenta de la CONAGO. Fue tan irrelevante que la noticia (en este sexenio no hay boletines de prensa) publicada en el portal presidencial se redujo a dos párrafos y a cinco fotografías, en una de ellas se ve apenas el gobernador Juan Manuel Carreras en la segunda fila, tapado por el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco.
El titular de la FEPADE, José Agustín Ortiz Pinchetti, fue un invitado secundario y resulta inútil el dichoso acuerdo porque el mismo AMLO y todos los gobernadores tienen las manos metidas en el proceso electoral, no permanecen al margen. En el caso que nos atañe, el gobernador Carreras es un actor político, no una autoridad neutral, con mucha influencia y juega con dos cartas para reducir el riesgo de perder: Octavio Pedroza y Mónica Rangel; no hay equidad en la contienda.
Los delitos electorales ya se están cometiendo y se aparenta que todo marcha con apego a la ley. A la salida del evento de Palacio Nacional, el gobernador Carreras fue abordado por la prensa y defendió el acuerdo, “me parece que no sobra y que en este caso, ayuda”, inteligentes palabras.
COLOSIO Y EL PRIAN
El panista Octavio Pedroza fue el orador principal en la memoria del magnicidio de Luis Donaldo Colosio en la sede del PRI estatal, y aseguró que la coalición partidista que encabeza como candidato a la gubernatura concretiza el sueño del político sonorense, el de la unidad de los mexicanos; el panismo así se suma, al menos en esta coyuntura, a los golpes de pecho del priismo.
El PRIAN en pleno en la pequeña explanada que sirve de estacionamiento, ante el busto del mártir priista, al que se le sigue sacando lucro, cada año se le vuelve a traicionar y no se exige verdadera justicia para él y su familia.
Apareció el exgobernador Horacio Sánchez Unzueta, con lo que se intuye su adhesión a la campaña de Pedroza; no se vio a Fernando Silva Nieto ni a Teófilo Torres Corzo, menos al doctor Toranzo, éste sí que tiene un voto de silencio.
ESQUINCA EN RSP
El biólogo chiapaneco José Jerónimo Esquinca Cano es uno de los camachistas y excolaboradores de Fernando Silva que ha sobrevivido a las purgas del partido Redes Sociales Progresistas (RSP), franquicia de la maestra Elba Esther Gordillo. Esquinca es el secretario técnico de RSP y está en los primeros lugares de la lista de candidatos a diputados federales de representación proporcional; mientras que el controvertido Juan Iván Peña Neder, fue echado desde hace tiempo.
A Esquinca y Peña se les recuerda como causantes de conflictos en el gobierno de Silva Nieto, que fue tan malo que propició la llegada de uno peor: el del panista Marcelo de los Santos. Por cierto, falta que Silva Nieto defina si se suma a la candidatura de Octavio Pedroza o a la de Mónica Rangel. Por su vinculación al canciller Marcelo Ebrard, debería estar con la candidata morenista.
La maestra Gordillo tuvo un arrebato místico al hacer a un lado de la dirigencia estatal de RSP, a Jean Castilla Jonguitud, nieto de Carlos Jonguitud Barrios, para entregarle el partido a José Luis Romero Calzada, la candidatura al gobierno estatal y a su esposa la primera diputación plurinominal y al hijo como candidato a la alcaldía de Salinas.