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Opinión

Ver para pensar: Soplo al corazón

Federico Anaya Gallardo

Terminé mi kino-reseña anterior, lectora, con la regla que Louis Malle sacó luego de registrar una Danza del Tigre en Mysore, India, en 1968: Ils dansent, je les filme. C’est tout. Ellos bailan, yo filmo. Es todo. Cuando el cineasta llegó a París en Mayo de ese año, el país entero estaba reborujado –expresión chihuahuense que a mí me parece perfecta para traducir être bouleversé, ó estar conmocionado, desordenado, transformado. Sus negativos estuvieron parados en el laboratorio un mes por una huelga y Malle editó a la carrera la versión francesa de La India Fantasma. Tres años más tarde, como te conté hace una semana, el director aplicó su regla a su propia sociedad.

En 1971 se estrenó Le Souffle au Coeur (Un soplo en el corazón) del que te regalo una imagen fija de las primeras escenas. Estamos en 1954. Allí puedes ver al protagonista, un adolescente de unos 15 años llamado Laurent Chevalier (interpretado por Benoît Ferreux). El chico porta el uniforme de un colegio privado católico y lleva en la mano un bote-alcancía tricolor. Él y un amigo vagan, luego de salir de clases, por su ciudad. Se trata de Dijón, una ciudad del área borgoñona, como la Lille de los Béghin-Malle (primer guiño autobiográfico de Malle). Los jesuitas les han dado el pretexto perfecto: botear para los heridos de la Guerra de Indochina (que es como los franceses llamaban a la Guerra de Vietnam). Escogí este momento porque allí puedes ver al muchacho entre dos autos negros, uno más moderno que el otro. Está parado en el arroyo frente a una lavandería estilo americano (Lavaexpress), abierta. Al lado de esta, hay una tienda cerrada, llamada Au faisan doré… una charcutería tradicional francesa. La otra persona es un hombre que se aleja caminando junto al auto más antiguo. Ese hombre se aprecia mayor, más bien obeso, lleva un elegante sombrero de fieltro gris. ¿Cooperó para los heridos? No. ¿Había en Francia quién creyese en esa guerra? De hecho… muchos y por las peores razones. Malle nos los irá mostrando durante el filme.

Regresemos un momento a la India. La regla “ils dansent, je les filme: c’est tout” de Malle nació de un occidental con cámara (es decir, doblemente occidental) que se aventuraba en la Otredad de la república múltiple de Gandhi-Nehru. La toma fue realizada el Martes 9 de Abril de 1968 y probablemente fue de las últimas en aquélla expedición cinemática. Malle-narrador nos dijo que se trataba de musulmanes en la fiesta de Muharram y que lo que vemos es la Danza del Tigre. Tal vez en aquésto haya un error: en Mysore hay una danza de tigres, sí. Pero es hindi y forma parte de las fiestas a Ganesh (el dios elefante de la prosperidad). Otro posible error: Malle dice que el niño lleva pintados huesos como esqueleto sobre su cuerpo. Acaso sean más bien las rayas del tigre. Puede ser que parte de los errores provenga de que el par de danzantes de Malle son pobres, terriblemente pobres. En imágenes disponibles de nuestro tiempo (te dejo un vídeo de 2018, Liga 1) vemos cómo los jóvenes se pintan el cuerpo de amarillo ó naranja con bombas neumáticas y sobre ese fondo pintan círculos (motas) ó rayas negras. Leopardos y tigres. Bolomes y ocelotes diríamos acá.

Los performances de la Mysore de nuestro tiempo son diversos de los que Malle vió a fines de los 1960s porque la sociedad india ha cambiado. Hoy hay más medios aunque la desigualdad social perdure en su estructura. En Chiapas tenemos algo así. Hoy todos se maravillan de lo coloridos que son los chujes (sarapes, ponchos) zinacantecos, adornados con flores multicolores. Pero tan cerca como en los años 1950s eran de un blanco sucio… porque no había dinero para tintes (que eran raros y muy caros).

Pero aún si Malle ha equivocado algunas cosas en La India Fantasma, permaneció leal al propósito que nos declaró. Él reconoció desde el primer episodio que nada entendía de la India y que era completamente ajeno a la sociedad a la que pretendía acercarse. Esto lo recalcó a Philip French en las entrevistas que llevaron al libro Malle on Malle (Faber & Faber, 1992): After those two months I realized that although India was impossible to understand for a foreigner –it was so opaque– yet I was so completely fascinated by it (Luego de esos [primeros] dos meses entendí que aunque la India era imposible de entener para un extranjero –era tan opaca– yo seguía completamente fascinado con ella). (Liga 2.) Pero en el caso de su Francia la cuestión es diametralmente opuesta. Él sí conoce la realidad y también la historia profunda de su sociedad. Y por ello es que llena sus vistas cinematográficas de símbolos que nos explican los procesos sociales heredados y los que están en curso.

Laurent Chevalier 1954 es un adolescente en una Francia nueva, parida en medio de una guerra desgarradora. Ese país se moderniza a trompicones. Por un lado, imitando a los americains y por el otro rechazando –siempre a medias– sus tradiciones. La charcutería de la imagen que te pongo aquí, ¿está cerrada para siempre ó sólo por la tarde? El viejo del sombrero gris se aleja junto al carro de los 1940s. El chico está junto al auto de los 1950s.

Sigamos a Laurent. Él y su amigo botean un rato con mediano entusiasmo. Algunas personas aportan con agrado, otros se rehúsan señalando que esa guerra es injusta. Al final, los chicos se meten a una tienda de discos –adonde Laurent se robará un LP del jazzista Charlie Parker. Saliendo, le explica a su amigo que ese disco es formidable, con una sección rítmica de Parker, quien no había tocado tan bien como ahora –que Charlie acaba de salir del manicomio. (Segundo guiño autobiográfico: Malle era un conocedor/amante del Jazz.)

Mientras Laurent explica eso, agregando que Parker sufría de depresión nerviosa (como todos los jazzmen) los dos chicos llegan a la residencia de los Chevalier. Se trata de una mansión urbana de tres pisoscon un gran jardín y una elegante barda-reja semicubierta con una enredadera… como las que un día adornaron la Colonia Roma porfiriana en nuestra vieja ciudad de México. Muy parecida, por cierto, a un chateau rural que Louis Malle heredó en su natal Thumeries (tercer guiño, Liga 3).

El Soplo al corazón del título es un juego de palabras. Durante la película, nos enteraremos de que Laurent tiene una ligera deficiencia cardiaca, nada grave. En la trama sirve para justificar una “cura de baños” en un elegante hotel junto a su madre. El título insinúa varias subtramas y una, la más “escandalosa”, es la relación incestuosa del chico con su madre. En una de las planas de publicidad para los EUA se anunciaba: A soufflé of a movie … Who would have thought a film about incest could be so warm, so fresh and so funny? (Un suflé de película … ¿Quién se imaginaría que una película sobre incesto pudiese ser tan cálida, fresca y graciosa?) Y, sin embargo, aunque la atracción entre Laurent y su madre se va haciendo evidente desde el principio; la actriz que interpretó a la madre (Lea Massari) nos ha reportado que la ruptura carnal del tabú sólo quedó en la película por azar: que si la toma no hubiese salido bien, Malle no la habría incluido.

Para mí, es más interesante que Malle nos presente a la madre (Clara Chevalier) como una hija de un luchador antifascista italiano, que se exilió en Francia antes de la guerra pero que regresó a luchar a su tierra. Esto explica que en la Casa Chevalier se lean libros de todas las tendencias: El mito de Sísifo del comunista Albert Camus ó Las chicas del conservador Henry de Montherlant. ¿Notas, lectora, que el apellido de la familia protagonista es “Caballero”? Gentleman,nobles, que leen… cosa extraña. (Cuarto guiño autobiográfico.)

En contraste a la madre “hija de revolucionario”, tenemos al padre ginecólogo (Charles, interpretado por Daniel Gélin). Este es lejano, metido en su profesión y en la vida de la alta sociedad provincial –adonde es uno de los “prohombres”. El progenitor es, pese a todo, tolerante con el modo liberal con el que crían a sus tres hijos su mujer y la nana italiana que ella ha traído consigo (Augusta, interpretada por Ave Ninchi). Eso sí, a los tres los ha puesto en colegio jesuita. Y esta escuela, por supuesto, incluye un cura pederasta que impone una penitencia excesiva a Laurent no por haber leído a Montherlant sino por no haber correspondido a sus caricias.

Laurent es el pretexto para que Malle recorra la sociedad francesa y nos muestre muchos caracteres. Más importante que el incesto es la figura de un muchachito de no más de 17 años que madre e hijo se encuentran en el hotel de la “cura de baños”. Es un aristócrata menor y miserable que justifica la guerra en Indochina porque si queremos seguir siendo respetables, Francia debe tener colonias. Este petimetre se agarra a moquetes con un empleado postal ebrio durante las celebraciones del Día de La Bastilla.

Malle no enjuicia, sólo nos muestra. A nosotras –las audiencias– nos corresponde sentenciar.  El director nos muestra que en Francia (y en el mundo todo) seguimos tan desgarrados como cuando tomamos La Bastilla en 1789…

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:

Liga 2:

Liga 3:

http://www.thierryprouvost.com/Beghin.html

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