Entre 1895 y 1900, Teobert Maler mapeó, fotografió y describió una cantidad importante de antiguos asentamientos mayas distribuidos en la ribera poniente del Usumacinta. Este minucioso registro hecho por el expedicionario austriaco-alemán hace más de un siglo, ha permitido a Estados Unidos devolver a la nación mexicana, un fragmento de la Estela 2 del sitio arqueológico La Mar, en Chiapas, del que fue sustraído hace décadas.
El acto de entrega-recepción de este bien cultural, ahora bajo custodia del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se efectuó ayer en la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), en la Ciudad de México.
La constancia de su entrega al instituto, fue signada por Alejandro Alday González, consultor jurídico de la SRE; Óscar Macías Betancourt, subdirector de Derecho Internacional III de dicha dependencia; así como por los especialistas del INAH, Alejandro Bautista Valdespino, subdirector de Registro de Monumentos Arqueológicos Muebles, y el investigador Omar Silis García.
En el acto se destacó que la repatriación de esta importante pieza histórica, cuya elaboración ha sido fechada, conforme a estudios epigráficos realizados por especialistas, entre los años 800 y 850 d.C. –periodo Clásico Tardío de la referida cultura–, es un ejemplo notable de cooperación interinstitucional y multinacional para la identificación, protección y restitución del patrimonio cultural de la humanidad.
El arqueólogo Alejandro Bautista explicó que fue en octubre de 2018, cuando el Instituto para la Preservación del Patrimonio Cultural de la Universidad de Yale, informó al Consulado General de México en Nueva York, su deseo de restituir a México un bien arqueológico identificado en dicho instituto como un fragmento de la Estela 2 de La Mar.
De acuerdo con las autoridades de la Universidad de Yale, desde 1966 el fragmento estuvo en posesión de un ciudadano estadounidense, misionero religioso y coleccionista amateur radicado en Indiana, quien lo entregó a esa casa de estudios para que fuera devuelto a nuestro país.
La Consultoría Jurídica de la SRE informó de lo anterior al INAH, para la adopción de medidas conducentes para su regreso a territorio nacional, en el marco de las acciones que lleva a cabo el grupo de trabajo para procurar la recuperación de bienes culturales; integrado por la Fiscalía General de la República y las secretarías de Relaciones Exteriores y de Cultura (SC), esta última a través de los institutos nacionales de Antropología e Historia, y de Bellas Artes y Literatura (INBAL).
Bautista anotó que la Estela 2 de La Mar fue publicada por Teobert Maler, en su obra Investigaciones en la porción central del Valle del Usumatsíntla (sic). En una fotografía capturada por el explorador en 1900, se observa dicho monumento fragmentado en cinco partes, y en su conjunto aparecen cinco personajes mayas de alto rango y una serie de cartuchos jeroglíficos.
El fragmento repatriado corresponde a la esquina superior derecha de la Estela 2 de La Mar, y sus medidas aproximadas son 45 cm de ancho por 74 cm de largo, y 7 cm de espesor. Cabe mencionar que el grosor original de la piedra caliza se perdió, toda vez que fue cortado para sustraer y trasladar la pieza fuera de México.
El arqueólogo Omar Silis, de la Dirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicas del INAH, describió que en la escena visible en el fragmento, aparece la parte superior del retrato de un posible gobernante, el cual luce un tocado, además de ornamentos como orejeras, pectoral, pulseras y collares.
Ambos expertos coincidieron en que la importancia geopolítica de La Mar, se revela por la plaza central, los edificios gemelos, el juego de pelota y al menos tres estelas descritas por Maler, con las que cuenta; en estas se plasmaron escenas que muestran la interacción de La Mar con otros centros regionales como Palenque y Piedras Negras.
Alejandro Bautista señaló que la Estela 1 de La Mar se encuentra en el Museo Regional de Chiapas, en Tuxtla Gutiérrez; por lo que sería idóneo que el fragmento de la Estela 2 también se exhibiera en ese espacio, luego de tareas de conservación en el Museo Nacional de Antropología —donde fue recibida por su director, el historiador Antonio Saborit— y tras su inscripción en el Registro Público como un bien que forma parte de los acervos bajo custodia del INAH.
Maler y sus exploraciones en el Usumacinta
Teobert Maler registró varios asentamientos mayas en el último lustro del siglo XIX. Fue en 1897 cuando recorrió los sitios: El Cayo, Budsilha, La Mar, El Chile, Anite II y El Chicozapote, gracias a la asistencia de informantes locales.
El explorador nombró La Mar a una de esas “ruinas”, debido a que ubicó su campamento cerca del arroyo del mismo nombre. Durante su visita, documentó al menos tres estelas. El desciframiento de esos monumentos, así como de inscripciones en esculturas de otros sitios de la región, subrayan su importancia geopolítica. Su topónimo fue descifrado por primera vez por el epigrafista David Stuart, como “Piedra del Conejo”.
Las primeras referencias de La Mar se encuentran en el Panel 4 de Piedras Negras, donde aparece la referencia a un noble que “pertenecía” a Kan Bahlam de Palenque y que fue cautivo de Toniná, en el año 693 d.C. Esto sugiere que a fines del siglo VII, el gobernador de La Mar estuvo subordinado al gobernante palencano
y, como era de esperar, fue objetivo de un ataque por parte de la ciudad rival, Toniná.