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La figura irrepetible de José Alba, en memoria

José de Jesús Ortiz

José Alba de Santos, Pepe Alba, como lo llamábamos quienes tuvimos la fortuna de conocerlo y trabajar con él, falleció la noche de este domingo 19 de septiembre, en su casa de la Ciudad de México. Fue un personaje irrepetible, un luchador social, que llegó a San Luis Potosí en los años 90, para encabezar el periódico El Ciudadano, quizá el proyecto periodístico más importante en las últimas décadas en SLP, desde la perspectiva de una prensa insumisa, que plantea de frente y sin ambages su independencia y distancia con los poderes, más allá de la retórica y los compromisos simulados con la libertad de expresión de que se cubren los medios.

Antes de su llegada a San Luis Potosí, Pepe tenía ya una larga trayectoria en la lucha social. Nacido en Jalisco en 1945, muy joven estuvo durante un lapso en el Seminario en SLP, donde conoció la primera etapa de la lucha navista y la represión del régimen sobre aquél movimiento encabezado por el doctor Nava. “Yo tenía un recuerdo heroico de San Luis de 1958 y 61, del movimiento navista”, recordaría muchos años después cuando se gestó dicho proyecto editorial.

Años después de su primera estancia en San Luis Potosí, se asentaría en la Ciudad de México. “Mi bautizo fue el dos de octubre de 68”, solía repetir a sus amigos. Una fecha que marcó su vida y su militancia política: siempre a la izquierda, a contracorriente del régimen, en grupos surgidos después de la matanza de Tlatelolco que apostaron por la transformación del país desde la utopía revolucionaria que marcó a esa generación y definió su modo de entender el mundo.

También fue parte o simpatizó con diversas expresiones de la izquierda electoral, como el Frente Democrático Nacional que impulsó la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, y después con la fundación de lo que sería el PRD, pasando por el apoyo a la lucha zapatista en Chiapas y de forma más reciente con la creación de Morena, movimiento que abrazó con simpatía. Su hija Donaji, con su propia historia y compromiso con diversas causas, ha sido parte de los órganos de dirección de ese partido en la Ciudad de México y en el Comité Nacional, actualmente integrante de la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia.

Pepe también fue un editor riguroso, con prestigio en el ámbito editorial, en esencia su campo natural de desarrollo profesional; contribuyó además a formar la productora de videos independientes de Canal 6 de Julio surgida a partir de la lucha electoral de 1988 (de la que fue presidente del consejo de administración) y después participaría en la fundación del periódico El Sur, de Guerrero, que apareció en 1993. En ese contexto es en el que se da su presencia —meses después— en San Luis Potosí, como impulso principal a un proyecto periodístico independiente que nació de forma directa ligado a las últimas batallas del navismo, del doctor Nava, y los reclamos contra una prensa servil y parcial plegada al PRI, como se mostró en las campañas de 1991 y 1993.

El proyecto editorial de El Ciudadano, bajo la dirección de Pepe, se construyó con la intención de impulsar “un proyecto plural, pero que estuviera apoyado sobre todo en las fuerzas democráticas de San Luis Potosí… el reclamo de una parte de la sociedad potosina, sobre todo del navismo, contra una prensa poco profesional era un reclamo pues ya histórico, pero a la hora de apoyar económicamente el proyecto eso no se dio”, recordaría años después de forma crítica, con desencanto de algunas de las principales figuras del navismo cercanas a dicho proyecto editorial, a las que consideraba cooptadas por el gobierno de Horacio Sánchez Unzueta.

El periódico apareció finalmente en 1994, meses después de la rebelión zapatista en Chiapas y de los magnicidios de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, hombres del viejo régimen que se deshacía a punta de balazos e insidias. Fue también El Ciudadano una expresión más amplia de diversos procesos de democratización que se dan en esa etapa en el país, es finalmente la agenda principal en el país en esos años y ello también se expresa en los medios de comunicación, con la necesidad de contar con medios que no sean meras correas de transmisión del discurso del poder o los poderes.

Kapuscinski decía que para hacer periodismo había que tomar partido o dar voz a los que no tienen voz, solo así podía entenderse su compromiso social para transformar la realidad.  Y ese era el periodismo que Pepe Alba proyectó en El Ciudadano. “El periodista debe levantarse todos los días a descubrir el mundo por primera vez, sin prejuicios, pero también tengo la convicción de que si alguien no tiene una visión del mundo no vale nada”, señalaba en aquellos años, dejando claro su rechazo a ese periodismo que se pretende imparcial, puro, para no comprometerse y hacer explícito su apoyo a una causa.

En los últimos años, algunos compañeros que participamos en aquél proyecto periodístico como Jesús Quintanar, Jerónimo Arteaga, Haydeé García, entre otros solíamos reunirnos con Pepe de forma irregular. La última ocasión en 2018, semanas después del triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Parecía entusiasmado con el gobierno en ciernes, finalmente un proyecto de izquierda (con todos los matices que se quiera) había llegado al poder en México. Un momento irrepetible, por el que muchos como él habían luchado por décadas. Hablé con él en junio del año pasado, ya con la pandemia del Covid encima. Quedamos de reunirnos en cuanto pasara la epidemia, que ya para entonces se vislumbraba de largo plazo. Le preocupaba el asedio sobre el gobierno de Andrés Manuel desde diversos frentes. No hubo oportunidad de hacer esa reunión pospuesta.

Camus advirtió que no basta con vivir si no que es necesario un destino. De alguna manera, la trayectoria política y personal de José Alba estuvo marcada por esos hechos, por la búsqueda de una sociedad mejor y más justa, al lado de los que menos tienen. Convicción que mantuvo hasta el último instante, ahí donde estuvo. Descansa en paz.

[En la fotografía Pepe Alba con la rotativa de El Ciudadano, 1994, de Héctor Hernández Calderas.]

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